martes, 25 de mayo de 2010

¡Feliz día de la Patria!

–Papi… ¿vos siempre usás una banderita argentina en la camperita y el escudo en la solapa del saco? –me preguntó Loli, un día de hace casi dos años.
–Sí, Princesita. ¿Por qué?
–Porque no conozco a mucha gente que haga lo mismo, que muestre ese patriotismo…
–No sé si es por eso, Loli. Quizás es porque me siento responsable y dichoso de ser argentino. Quizás porque respeto los símbolos de nuestra nación y veo que la anomia social los ha ido dejado cada vez más de lado… Tal vez porque los acontecimientos de nuestra historia y los gobiernos militares que nos impusieron y los mandatarios civiles que no supimos elegir y sus actos –y a los que no supimos exigirles que no se la creyeran y fueran nuestros “mandatarios” y no esa clase que se aprovecha de los privilegios–, llevaron al punto que la ciudadanía confundió el concepto de nación con el de política. Y entonces la Nación dejó de serlo, para transformase en un conglomerado y los ciudadanos olvidamos nuestros derechos y nuestros deberes, y nos transformamos en habitantes, y en ese punto es cuando nos olvidamos de los símbolos que alguna vez nos dieron identidad, ¿ves?
–Ajá.
–Por eso habrás visto que cuando se interpreta el himno nacional, hay gente que habla, mira el celular, no se para firme y tampoco lo canta. Se ha perdido el respeto por los símbolos de la Nación, Loli. Yo creo que, usando esta banderita en mi campera y el escudo nacional de oro en la solapa de mis trajes, hago mi aporte por chiquito que sea, para dar el ejemplo, para que no perdamos nuestra identidad nacional.
–¿Sabés qué, Papi?
–¿Qué, Loli?
–¡Me da ternura ver cómo lucís esa banderita en la camperita!
–¿En serio?
–Claro, en serio.
–¿Te gustaría tener una igual?
–¿En serio? ¡Claro que me gustaría!
Así fue como en uno de los viajes del año pasado, cuando le regalé su camperita cheta para el invierno, en un paquetito chiquito agregué un pin de una banderita argentina esmaltada para que la usara en su ropa.
Hoy, en este Día de la Patria tan especial, porque es el del Bicentenario de la Revolución de Mayo, que dio comienzo a la emancipación americana, Lolita se fue a ver el desfile y a presenciar los actos de este 25 de Mayo, luciendo en su campera ese pin de banderita argentina que le regalé.
Por distintas circunstancias, no pude estar con ella, como hubiera querido. Y aunque habrá otros 25 de Mayo, este del Bicentenario era –todavía lo es–, y lamento mucho no haber podido estar ahí.
Quizás el Bicentenario de la Independencia, podamos pasarlo juntos. Tengo la esperanza que así será. Porque, al fin y al cabo, qué es la esperanza sino la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve, como dice el Antiguo Testamento.
Finalmente, Loli y yo queremos deseamos que todos quienes nos leen se hayan puesto, hoy, su pin con los colores nacionales y ¡que pasen un feliz y muy buen DÍA DE LA PATRIA!

Lolita & El Profesor

domingo, 23 de mayo de 2010

Visita al teatro

La idea se me ocurrió cuando días antes de viajar, empecé a preparar la agenda de actividades para realizar con el Profe.
–Papi…
– ¿Qué, princesita?
–Este, esteee…
–Dale, mi amor… ¿Qué pasa?
–¿A vos te gusta ir al teatro?
–Depende… Si la obra es buena, si, claro.
–Porque a mí se me había ocurrido… resulta que en una revista encontré un 2x1 para una obra de teatro que se llama “El Anatomista”. ¿La escuchaste?
–Si, escuché que tenía muy buenas críticas…
–¿Te gustaría ir, Gordi?
–Si, ¿Por qué no?
–Bueno, mi amor, entonces voy a llamar por teléfono y voy a hacer la reserva.
Así fue como ese mismo día que llegué, luego de los ritos propios del primer día, cuando se hizo la tardecita partimos para el Teatro Regina, ubicado en el centro de la capital.
Salimos con tiempo suficiente para tomar el colectivo (y luego otro) y llegar antes de las ocho de la noche al teatro, ya que hasta esa hora nos reservaban las entradas.
Íbamos sentaditos, y riéndonos de vaya a saber qué, cuando después de una media hora de viaje, en que el colectivo se detuvo a arreglar la máquina de las monedas, se retrasó por el abundante tráfico y finalmente se quedó parado y nos ordenó a todos que nos bajáramos para tomar el siguiente, le comenté a mi Profe:
–Papi… Ya son las 19:25… ¿Cuánto falta?
–¡Uf! Bastante…
–¿Te parece que vamos a llegar?
–Creo que vamos a tener que tomar un taxi, si no, no llegamos. ¡Maldito colectivo!
Cuando el recorrido terminó, nos bajamos y estiramos el brazo para tomarnos un taxi que nos llevara urgente hasta nuestro destino. Ya eran las 19:40.
Subimos y mi Gordi le preguntó al chofer, tratando de mantener el buen humor:
–Dígame, señor conductor… ¿Usted sabe trasladarse rápido de un lugar a otro por la Ciudad de Buenos Aires? Necesitamos estar a las ocho de la noche en la avenida Santa Fe al mil doscientos.
–Y… vamos a hacer lo posible.
Cuando llegamos a la boletería, mi fijé en el relojito y eran las 20:01. ¡Justo!
Compramos nuestras entradas adheridas a la promoción de 2x1 y nos fuimos a dar una vuelta hasta que se hicieran las 21:00, horario en que empezaba la función.


Cuando ya estábamos en la cola para entrar y esperando que nos acomodaran en nuestros asientos, mi Gordi se puso a secretearme acerca de una persona que, como nosotros, había venido a disfrutar de la función acompañada de la hija.
–¡Mirá cómo se vistió la gorda!
Era verdad: la señora, por sus dimensiones no debería haberse puesto esa remerita semi transparente, pero yo tenía miedo que nos escuchara.
–¡¡¡Shhhh!!! ¡Ay, Dios, Gordi! ¡Parecés un chico! ¡No me hagás pasar vergüenza!
La señora pasó antes que nosotros y fue acomodada en su lugar.
Cuando nos íbamos acercando, el Profe sugirió:
–Nos toca al lado de la gorda, ya vas a ver.
Me agarró el ataque de risa.
–Naaa… ¡Sería el colmo!
–Ya vas a ver…
El acomodador nos señaló, luego de ver nuestros boletos:
–Por aquí por favor…
¿Dónde fuimos a parar? ¡Al lado de la gorda y su hija, claro!
Así que tuve al Profe cuchicheándome críticas varias acerca de la señora que yo trataba de reprimir porque ya nos estaba mirando con recelo.
Sólo se calló cuando se oscurecieron las luces y la función dio comienzo. Resultó ser un hermoso espectáculo, dramático pero lleno de buen humor.
Cuando salimos ya eran como las 22:30 de la noche, por lo que empezamos a buscar un lugar donde saciar nuestro apetito.
Terminamos sentados en un agradable restaurant de Santa Fe, casi Callao, comiendo un delicioso Calzone de jamón, muzzarela, pimiento, tomate y cebolla, y riéndonos de todo lo vivido durante el día.

Lolita

miércoles, 19 de mayo de 2010

Casamiento

Hace varios días que no posteábamos, porque el viernes pasado, a las seis de la mañana, llegó Loli para pasar juntos tres días –una visita relámpago, debido a sus obligaciones universitarias–, y asistir al casamiento de mi hermano y su mujer.
No-no-no-no… No es que mi hermano no estuviera casado, sino que en su momento él y su mujer contrajeron enlace civil, pero les quedó pendiente la ceremonia religiosa y este año, el del veinticinco aniversario que están juntos, decidieron darse el gusto y llevarla a cabo, como un símbolo de renovación de aquellos primeros votos matrimoniales.
Así que llegó Lolita, con su valija comprimida de tanta ropa que traía, incluidos sus zapatitos de taco alto para la fiesta y dos vestidos, para que yo le dijera cuál me gustaba más y poder elegir cuál iba a usar esa noche.
La ceremonia religiosa se celebraría a las nueve y media de la noche del sábado 15 y luego se continuaba con una recepción para unas cuarenta personas –los más allegados del matrimonio–, que preanunciaba los acostumbrados desórdenes gastronómicos, propios de ese tipo de acontecimientos.
Como es habitual, después de las efusividades mutuas del encuentro, Loli desplegó su Plan General de Operaciones que había preparado para esos tres días y que comentaremos en otros post, y el resto del viernes y el sábado anduvimos de acá para allá hasta que llegó la hora de empezar a prepararnos para el evento.
Loli estaba espléndida con su vestido verde con faja negra, hombros descubiertos, soutien sin breteles, medias de seda de puño ajustable (que me activaron el fetichismo) y zapatitos á la page y a continuación la sesión de peinado (con su nuevo corte rebajado progresivo) y de maquillaje, de manera que cuando yo salí de ducharme, me encontré a la Princesita engalanada como la hermosa mujer en que se ha transformado en estos tres años.
Fuimos de los primeros en comparecer y claro, como suele suceder, empezaron a llegar algunas personas que yo conocía pero a quienes no veía desde hace bastante tiempo y, como era de esperarse, varios metieron la pata hasta el cogote infiriendo el tipo de relación que nos vinculaba con Loli. Sé que es comprensible, de manera que en todo momento tratamos –tanto ella como yo–, de hacer que nadie se sintiera un bobo por suponer mal.
A esa altura de las circunstancias –dato de cierta relevancia, como se verá–, el frío empezaba a hacerse sentir, preanunciándose como “importante”.




Cuando empezó la ceremonia, con Loli caímos en la cuenta que no había ningún fotógrafo profesional contratado (mi hermano siempre tan desbolado cuando se pone nervioso), de modo que tomé la iniciativa y haciendo caso omiso de sus recomendaciones para que no me cayera de bruces en el piso, me llevara por delante los jarrones con flores o –lo que hubiera sido mucho peor–, hiciera caer de su pedestal la imagen de la virgen que da nombre a la capilla, empecé a ir de un lado para otro (mirando muy bien adónde pisaba), y procedí a tomar la mayor parte de las fotos de la ceremonia religiosa, cosa que los novios agradecieron.
Después de saludar en el atrio –y tomar bastante frío–, y dado que la mujer que hace las veces de capellán cerró las puertas de la iglesia más rápido que un bombero, partimos para el lugar de la fiesta, ubicado a unas cuantas cuadras, repartiéndonos en todos los autos disponibles.
Nuevamente con Lolita volvimos a hacernos cargo de la sesión fotográfica de la entrada de los novios, hasta el momento en que nos acomodamos en las mesas preparadas para el evento y los encargados del catering, comenzaron a repartir comida a lo pavote. Porque eso sí, mi hermano en ciertas cosas es un tradicionalista de esos que piensan que ninguna fiesta merece considerarse como tal si no hay cantidades ingentes de comida.
Y nada de bocaditos y sandwiches de miga del tamaño de pañuelos de mujer, no, no. Hablamos de unos exquisitos y considerables sánguches de un apetitoso matambre casero, y/o colita de cuadril a la parrilla servida como fiambre.
A continuación, y como pièce de resistance, un exquisito pan de pizza seguido de focaccia y una amplia variedad de gustos de pizza a la piedra. Una verdadera ordalía de carbohidratos y farináceos.
–Gordi… largá la pizza –me dijo Loli, en cierto momento, cuando yo estaba zampándome la variante Capricciosa pero sin berenjenas y con muchas aceitunas negras, y me hizo una caída de ojos de esas tan encantadoras, tan de ella, que lo dicen todo.
Me quedé sin probar la de espinacas frescas y la de rúcula con huevo duro y no sólo por la sugerencia de Lolita, sino porque ya no podía comer ni una porción de pizza más. ¡Ufa!
A continuación, y para quemar todas las calorías súbitas que proveen los hidratos de carbono, y como se supone que tiene que suceder en todo casamiento que se precie de tal, empezó el baile con cumbia y… cuarteto cordobés.
¡Oh, Dios! ¿Nos pueden imaginar a Loli y a mí sacudiéndonos al ritmo del cuartetazo?
No sé cómo fue que me animé, quizás porque como dijo ella debe ser que la amo muy mucho, como para avenirme a bailar ese tipo de música popular.
A las cuatro de la mañana, luego de haber hecho sociales, consumir una considerable cantidad de Coca-Cola Light, recibir el souvenir que regalaron los novios, esperar a que cortaran la torta y sacarnos la foto con ellos, decidimos que era hora de hacer mutis por el foro y salir a la intemperie, donde nos esperaba el frío importante que se había anunciado a la salida de la iglesia.
Un rato después, entrábamos corriendo en mi casa, buscando el acogedor calorcito interior y la cama, donde terminamos nuestra actividad, haciendo cucharita.
–Gordi… –dijo Loli, pegándose más a mi cuerpo para darse calorcito.
–Mhh-hh…
–La pasé muy bien en el casamiento, ¿sabés?
–¿Sí? Qué bueno, mi dulce, yo también…
(…)
–Papi…
–Mhh-hh
–¿Puedo preguntarte algo?
–¿Mhh-hh?
–Suponé que pueda ser, ¿no? ¿Nosotros también vamos a casarnos así? ¿Vos vas a querer?
–¡Claro que sí, mi vida! Si la vida nos regala vivirlo, vamos a casarnos así. ¿Cómo no voy a querer?
(…)
–Gordi…
–¿Mhh-hh?
–Me gusta hacer cucharita con vos cuando hace frío, ¿sabés?
–¿Por qué cuando hace frío, Loli?
–¡Porque sos un hornito, mi amor! –dijo, pegándose más a mi cuerpo y acomodándose entre mis brazos.
Cómo les cuento que nos despertamos el domingo pasado el mediodía y tomamos el desayuno casi a las dos de la tarde.

El Profesor


Foto: by Lolita

PD: ¡HEMOS LLEGADO A LAS CIENTO CINCUENTA MIL VISITAS!

sábado, 8 de mayo de 2010

Lo nuestro terminó

–Pero... ¿me estás hablando en serio?
–Sí.
–¿En serio-en serio?
–Sí, lo siento.
–¿Y por qué tomaste esa decisión?
–Porque lo nuestro terminó, se acabó...
–¿Así? ¿De golpe?
–No, no fue de golpe. Hace rato que lo vengo pensando.
–Pero vos no me dijiste nada...
–Había señales, y vos sabés que las había.
–Yo no las vi.
–Pues lo siento. Yo creo que sí las viste, pero no quisiste darles importancia.
–¿Sólo eso se te ocurre decirme?
–Sí. Lo siento.
–¡Qué vas a sentir!
–No, en serio. Lo siento. No tenés idea lo duro que resulta para mí tomar esta decisión.
–¡No me mientas!
–No te miento.
–Pero... pero... ¿después de todos estos años?
–Insisto, no me fue fácil tomar esta decisión.
–Con todo lo que te di...
–Es cierto, y yo lo acepté. Y yo también te di lo mio. Esto no se trata de ver quién le dio más a quién.
–Te serví de consuelo cuando estabas triste.
–Ajá.
–Cuando estabas ansioso, te devolví el sosiego y calma cuando estabas nervioso.
–Sí, es cierto.
–Te di fuerzas cuando tuviste miedo.
–Lo recuerdo... ¿cómo olvidarlo?
–También te di placer.
–Mucho. No lo niego.
–En todo este tiempo estuve cada mañana con vos, en el desayuno.
–Mhh-hh...
–Y en la cena. ¿Te acordás?
–Sí.
–Me decías que no había mayor placer para vos que quedarte haciendo sobremesa conmigo, después de la cena.
–Y no te mentía.
–Te gustaba ver cine conmigo...
–Sí.
–Y en esos momentos de pasión, después...
–Bien que los recuerdo. Cada uno de ellos.
–Me decías que ni siquiera podías trabajar sin mí...
–No te engañaba. En ese momento, no podía.
–¿Y entonces? ¿Qué pasó? ¿Cambiaste de idea? ¿Te olvidaste de todo eso?
–Esas cosas que suelen suceder en la vida. Uno repiensa lo que está haciendo y se da cuenta que tiene que cambiar el rumbo.
–Ajá, ¿y?
–Y fuera lo que fuese que uno decide, por lo general no siempre es grato para todos. No se puede quedar bien con Dios y con el Diablo.
–Y vos tomaste esa decisión...
–¿Es una pregunta?
–No.
–Entonces, te guste o no te guste sí, la tomé. Me costó mucho, creeme, pero tuve que hacerlo. Es mejor para mí, lo mire de donde lo mire. Creo que es lo mejor para todos.
–¿Para todos? ¿Quiénes son todos? ¿Y yo? ¿Pensaste en mí?
–Aunque no lo creas, sí.
–¡Qué vas a pensar en mí! ¡Son todos son iguales!
–Te cueste o no creerlo, pensé y pienso en vos más de lo que te imaginás. Y sé que me va a costar mucho olvidarte.
–Sí, claro. Me va a costar mucho olvidarte, no sabes cuánto me cuesta hacer eso, bla, bla, bla... Y, decime...
–¿Qué querés que te diga?
–Pero prometé que vas a contestar la verdad, por más dura que sea...
–Prometido.
–Es... es... ¿Me dejás por una mujer, verdad?
–Mhh-hhh...
–Prometiste decirme la verdad.
–Bueno, sí. También por una mujer. Pero...
–¡Ningún “pero”! ¿Cómo también? ¡Es por eso! ¡No me mientas!
–No, mirá. No es tan así. En principio, es para no hacerme más daño yo. Porque para poder estar con esa mujer, tengo que estar bien yo.
–Pero... pero... ¿qué daño te hice?
–Mucho.
–Yo no te veo mal, si querés que te lo diga.
–Pues ahora, después de este tiempo, me hacés mal. Y no pienso discutir el punto.
–Y ¿me preguntaste si yo tenía problemas con la otra? ¿No pensaste que podríamos estar los tres?
–¿De qué hablás?
–Que yo no tengo problemas en compartirte.
–Ella sí.
–¡Claro! ¡Lo de siempre!
–Por favor... no lo hagas peor de lo que ya es.
–Entonces... entonces quiere decir que...
–Sí, eso.
–Que lo nuestro se acabó...
–Sí, se acabó.
–¿Y cuándo tomaste esa decisión, si se puede saber?
–Hoy, ahora.
–Ah... Me parece que te apresuraste un poco en comunicármelo y dejarme...
–¿Por qué?
–¿Y si lo de ustedes no dura? ¿Te lo preguntaste?
–Veré qué hago.
–¿Y si ella no es fiel como fui yo?
–La vida es riesgo. Nada es seguro, deberías saberlo. Decido tomar el riesgo.
–Pero, a ver... ¿ella te lo impuso?
–No, para nada. Sólo me lo pidió.
–¿Cómo te lo pidió? ¿No te habló mal de mí?
–No, para nada.
–¿Y entonces?
–¿Entonces qué?
–Si no te lo exigió, ¿por qué me dejás?
–Ya te lo dije, en primer lugar, por mí. No quiero sentirme mal. Y hago eso por amor, para poder sentirme bien... con ella.
–Ah...
–Lo lamento, en serio. No lo tomes a mal, pero hasta acá llegamos.
–Sí, sí, claro. Me usaste, estuve con vos en cada momento feliz y triste de tu vida y ahora me dejás por otra...
–Si querés pensar eso... entonces, ¿qué puedo hacer?
–Nada, nada, no hagas nada. Pero acordate, ya vas a volver. Todos SIEMPRE vuelven...
–¿Sabés una cosa?
–¿Qué?
–SIEMPRE es demasiado tiempo... Me conformo con decir: “hoy no vuelvo” ahora. Y mañana. Y pasado...
–Bueno... terminemos esto de una vez, me quema por dentro tu actitud.

–Y a mí, por dentro y por fuera la tuya. Tenés razón... terminemos esto de una vez –dije esa madrugada, cuando apagué el que espero haya sido el último cigarrillo que fumé en mi vida.
(...)
¡Riing! ¡Riiing!
–¿Papi?
–¡Hola, Loli!
–¿Trece días ya?
–Ajá. Trece días.
–¿Y no “jumaste” nada, nada? ¿Ni uno solo?
–Nop. No “jumé” nada, corazoncito.
–¿Ni una pitada?
–Nah... Una pitada, es lo mismo que un cigarrillo.
–Gordi...
–Sí, mi amor, decime...
–Yo me acuerdo cuando me dijiste que el día que hicieras esto, lo ibas a hacer por amor a mí.
–Claro, Princesita. Si no me cuido la salud... ¿cómo voy a poder hacerte feliz?
–Papi, admiro tu fuerza de voluntad. Sos un hombre muy valiente, ¿sabés? ¡Sos mi héroe!
–Jajaj... ¡Dale, Loli!
–No, en serio, Papi. ¡Sos Mi Campeón!

Mañana, será el día 14. Y escribí "espero" porque no tengo que descuidarme. Sé que el riesgo de tropezar y caer, es grande. Pero, me digo: ¿el amor no es suficiente razón para dejar el cigarrillo, que daña tanto la salud?

El Profesor

lunes, 3 de mayo de 2010

Esto se llama amor

–No sabés cómo te extraño Gordi... Y las ganas que tengo de viajar para verte. Sólo tengo que terminar mis exámenes y en pocos días vamos a estar juntos...
–Me pasa lo mismo Princesita. No puedo dejar de pensar en vos y en las ganas que tengo de abrazarte y de tenerte conmigo. ¿Sabés que me pasa? Me duele el cuerpo cuando estoy lejos tuyo. Siento que te necesito para sentirme realmente vital.
–¡Mi vida! ¡Qué dulce que sos!
–No es sólo una manifestación de dulzura, Loli, es una realidad.
–Me alegra que ya falte poquito para pasar un par de días juntos...
–Sí... Anhelo ese momento más que ningún otro...




–A veces tengo la impresión, Gordi, que con vos nunca me alcanzan las palabras para expresarte todo lo que siento. Lo que puedo decirte ahora es que TE AMO con todo mi corazón y que me siento totalmente orgullosa de las cosas que hacés por vos, por mí y por Nosotros.
–Lo hago para que algún día podamos estar juntos para siempre y ya no separarnos ni sentir que nos extrañamos como lo estamos sintiendo ahora.
–Te admiro, mi amor. ¿Sabés qué sos vos para mí? ¡Un campeón! Lo sos ahora y lo vas a ser siempre. En mi corazoncito vos sos un triunfador.
–Gracias, Loli.
–No dejo de pensar en cómo cambiaste en este tiempo, cómo cambié yo y como nos acostumbramos a estar el uno con el otro...
–Eso es el amor, Loli. Estar el uno con el otro, amarse sin condiciones y hacer pequeños cambios por amor al otro.
–Es cierto, yo lo supe desde el principio, desde el primer día en que te vi y desde el momento en que mis brazos rodearon tu cuello: Esto se llama amor. Y ya no va a cambiar nunca. Ya no hay vuelta atrás. Ya no hay manera de que dejemos de sentir esto tan hermoso.
–Yo también lo sentí, Loli. Yo, con vos, me enamoré otra vez, como nunca antes me había enamorado y empecé a amar como no creía que amaría alguna vez.
Esto se llama amor, y el amor es así... ¿Qué remedio?

Lolita
Imagen: Free Extras