lunes, 31 de agosto de 2009

Puerta del Sol


Recuerdo este lugar de Madrid.
¿Cómo olvidarme de estas calles, del tránsito alocado, de la gente que va y que viene? ¿Cómo no recordar esa casa de bocadillos frente a la cual pasaba cinco o seis veces al día y cada vez se me hacía agua a la boca? ¿Cómo olvidarme de ese lugar, el símbolo de Madrid?
La Puerta del Sol.
Con El Corte Inglés, que iba tomando cada vez más y más espacio y ocupando todos los edificios.
Con los “africanos” que salían por la noche, a hurtadillas, a comerciar sus baratijas, sus cajetillas de tabaco americano de contrabando y sus drogas. Con su ruido, con sus luces, con esa multitud que a toda hora transita por allí.
Pues bien, Lolita ya está allí.
Ha llegado bien. Hoy me ha llamado y, como a mí, se le ha pegado en el acto el acento madrileño.
No puedo decir que no añoro estar ahí, con ella. Claro que lo añoro y lo sueño y, quizás, ese sueño se haga realidad, como muchos de los que hemos tenido y que pasaron de sueño a hecho en un “tris-tras”, como dicen en Madrid.
Pero, de momento, deseo y anhelo que la pase bien allí.
Que, como le dije, se divierta a lo pavote, que disfrute, que recorra, que vaya a El Prado, que busque esas casas de comida que circundan la Plaza Mayor. Que tome el “Metro” y vaya de una punta a otra de esa ciudad que, de muchas maneras, se parece a Buenos Aires.
Hoy quiero que todos los que nos leen sepan que Lolita está ahí, que ha llegado bien y que está disfrutando de ese viaje que le ha regalado su padre.
Disfruta del viaje, Lolita. Te lo mereces.

El Profesor


domingo, 30 de agosto de 2009

Despedida

–Papi... Yo te voy a extrañar mucho, ¿sabés?
–Sí, Loli. Claro.
–Pero mucho...
–Sí...
–Pero mucho, mucho, MUCHO, ¿eh?
–Sí, Princesita. Lo sé.
–¿Y vos me vas a extrañar a mí?
–Así de MUCHO como vos, Loli. Voy a extrañar la llamada o la carta de la mañana, el chat de la tarde cuando volvés de la facultad, la conversación de la noche y los mensajes de texto antes de irnos a dormir.
–¿Te hubiera gustado estar conmigo?
–Claro que me hubiera gustado. Pero la vida no siempre nos da todo lo que nos gusta, Princesita. Por lo general, hay que conformarse con lo que hay. Y a veces la vida te hace regalos inesperados –y a nosotros nos ha sorprendido con muchos de esos regalos–, que te colman de felicidad.
–¿Sabés qué?
–¿Qué, Loli?
–Sé que no voy a poder olvidarme de vos. Siento que a cada momento me van a atacar pensamientos del tipo: “¡Uyy..! ¡Pero que lindo sería estar acá con Papi..!". Porque cuando estoy en un lugar bello y lejos de vos, siempre pienso eso.
–Lo sé, mi vida.
–¿Y vos creés que vas a poder..?
–Loli, ¿qué pasa? ¿Por qué esa lagrimita? Vamos, dale... que al fin y al cabo, veinticinco días pasan rápido, mi amor. Y vas a estar disfrutando. Dale, no te pongas triste...
–Nu...
–¿A ver una sonrisa?
–Shi... Y, Papi...
–¿Qué, Cushita?
–¿A vos te hubiera gustado hacer este viaje conmigo?
–Sí, mi niña, claro.
–¿Y vos creés que vamos a poder hacer otros viajes así los dos juntos?
–¡Claro que sí! ¿No viste cuántas cosas soñamos y pudimos hacer realidad?
–Mjm...
–Bueno, entonces tenés que pensar que un día, en vez de estar esperando abordar el avión con tu papá, vamos a estar los dos juntos, preparándonos para iniciar el viaje, ¿ves?
–Te voy a llamar, ¿sabés?
–Sí, claro que lo sé. Voy a estar esperando tu llamada.
–Y te voy a mandar fotos.
–¡Sí! ¡Por favor!
–Ojalá que el tiempo se te pase rápido. pichoncito. Sé que vas a estar aguardando ansioso a mi llegada, para poder verme. No dudes que yo también. Voy a contar los días, a partir de mi regreso a Córdoba, para poder viajar para allá a estar con vos y a resarcirte con mimos, palabras y caricias, por todo el tiempo que pasamos separados.
–Yo te deseo que puedas disfrutar tu viaje a lo pavote. Que seas feliz, que conozcas esos lugares tan lindos y acordate de los lugares que te mencioné, en cada una de esas ciudades en las que estuve, así me vas a sentir más cerca. Y ahora, dale, andá... que empieza tu viaje. Y disfrutá de estos veinticinco días, mi amor. Te lo merecés.
–Papi...
–¿Qué, Loli?
–¿Qué querés que te traiga del viaje? ¿Algo en especial?
–Mhhh-hhh... ¡Ya sé qué quiero!
–¿Qué es? Decime y te lo traigo...
–A vos... Eso quiero.
–Te quiero, Papi. Hasta la vuelta.
–Y yo te quiero a vos. Hasta la vuelta, Loli.

En pocas horas, Loli va a estar a bordo de un avión de Lan Chile como ese, despegando del aeropuerto internacional de Córdoba, rumbo a Europa, junto a su padre, dando inicio a un viaje maravilloso que se merece por haber sido una personita maravillosa, una excelente hija, una alumna sobresaliente, y una jovencita que aprendió que los sueños, si se sueñan con la suficiente intensidad, se hacen realidad.
Durante veinticinco días Lolita va a estar en Madrid, en Barcelona y en París. Todas ciudades en las que estuve, que conozco casi como a Buenos Aires. Me hubiera gustado estar abordando el avión con ella y llevarla colgada de mi brazo a recorrer lugares que conocí y por los que pasé porque la vida me dio el privilegio de conocer el mundo.
Quizás mañana, podamos hacer ese sueño realidad.
Ahora, que disfrute de este viaje. Que sienta el goce incomparable de conocer lugares tan lejanos, gente tan distinta.
¡Buen viaje, Lolita!
¡Hasta la vuelta, muchachita sorprendente!
¡Qué Dios te proteja, Princesita!

El Profesor

sábado, 29 de agosto de 2009

Promesa

–Pero... (¡Snif! ¡Snif!) ¿No nos vamos a ver nunca más? –Loli tenía los ojos enrojecidos de tanto llorar, después de aquella noche de pesadilla, la de la entrega de su diploma con honores.
–Nunca es demasiado tiempo, Loli –le dije, secándole una lágrima que se escapaba por el costado de uno de sus ojitos–. Tranquila...
–Pero es que esas abogadas me dijeron...
–Tranquila, Loli. No te desesperes. Esperá –dije, haciendo un hueco con mis manos para envolver las suyas–. Aprendé a esperar, mi vida. Mirá... ¿viste que hay un refrán que dice: “No hay mal que por bien no venga”?
–Shi (¡Snif! ¡Snif!)
–Bueno… Ahora nos toca pasar este momento amargo y duro. Mañana, ¿quién sabe?
–Pero Papi... ¡Snif! Es que me dijeron que hasta los veintiún años...
–A ver, Frutillita. Escuchá esto que te voy a decir, ¿sí?
–Sí... ¡Snif!
–Pero para escucharme, tenés que dejar de llorar, mi cielo.
–Shi... no shoro más...
–A ver... ¿Viste que ahora la mayoría de edad se tiene a los veintiún años?
–Mhhh... shi... es lo que me dijeron las abogadas.
–Ajá. Ahora, ¿vos sabés que desde el 2005 hay un proyecto de ley para que la mayoría de edad sea a los dieciocho?
–¿Mjm? No, no sabía... ¿en serio?
–Sí, claro.
–¿Y cuándo sale esa ley, Papi? ¿Pronto?
–Mirá, creo que de este año, no pasa...
–¿Y cómo sabés?
–Por varias cosas, pero en especial, porque ahora el tratamiento de las leyes, desde que se sancionó la nueva Constitución, no es como antes.
–¿Y cómo era antes?
–¡Uh, una lata! Antes una ley iba y venía de una cámara a otra, y si no había acuerdo, podía extenderse de manera interminable.
–¿Y ahora?
–Ahora hay cierto tiempo –para explicártelo fácil–. Y después de ese tiempo, la ley tiene que ser sancionada si una de las cámaras aprueba el proyecto por unanimidad...
–¿Y eso ya pasó?
–No del todo... pero en la Cámara de Senadores, hace unos años, se aprobó, pero en la Cámara de Diputados no. Y en diciembre de este año, volvió a tratarlo. Así que este año, se vence el plazo...
–¿Y vos cómo sabés todo eso, Papi?
–Porque leo los diarios y me interesan las leyes del país en el cual vivo... Decime, en el colegio, ¿no tuviste una materia que se llamara Derecho Constitucional?
–Nop...
–¿Y nadie les enseñó esto? ¿Nadie les habló de la Constitución?
–Nop... Pero, Papi... ¿Y cuándo se reúne la cámara que aprobó el proyecto otra vez?
–En marzo, Loli. Cuando comience el nuevo período legislativo.
–¿Y vos creés que la van a aprobar?
–Ajá...
–¿En serioooo?
–Sipis, corazoncito –acaricié la dulce carita de Loli. Sus ojitos habían vuelto a tener el brillo habitual.


–Creo que en marzo, la Cámara de Senadores la va a aprobar por unanimidad...
–¿Y los diputados?
–No van a tener más remedio que debatir y aprobarla...
–¿Y eso va a ser pronto?
–Pronto... pronto... bueno, durante el año. Creo que antes de fin de año, va a estar sancionada la nueva ley de mayoría de edad.
–¿Y por qué se cambia?
–Para ponerse a tono con el resto del mundo, Loli. Chile, Uruguay y la mayor parte de los países, concuerdan en que a los dieciocho años, si se es hábil para votar, para ir a la guerra, para tomar alcohol, para trabajar y para hacer el amor, se tiene que corresponder con el derecho de sacar una tarjeta de crédito, comprar una casa, viajar dentro y fuera del país y hasta casarse.
–¿En serio, Papi?
–En serio, Loli. ¿Por qué habría de decirte algo que no es?
–Porque hoy estoy triste...
–Tranquila... Este día amargo va a pasar. Vas a ver cómo, en menos de un año, las cosas van a cambiar totalmente...
–¿Sí, Papi? ¿Me lo prometés?
–Creo que puedo prometerlo, sí.


Esa conversación la tuvimos en la cafetería de la estación de servicio donde nos encontramos esa lluviosa mañana de diciembre de 2008, después de la noche de pesadilla que la madre de Loli le había hecho pasar en un momento tan especial de su vida.
En marzo, como se lo había anticipado, la Cámara de Senadores aprobó el proyecto de ley por unanimidad.
Esta mañana, nueve meses y veintisiete días después de aquella mañana lluviosa y triste, cuando Lolita y yo compartimos el desayuno en la cafetería de la estación de servicio, cuando abrí el correo electrónico, el primer mensaje era de Loli.
“¡Mirá Paaaaaaaa!!! –decía, y en la línea de abajo, pegaba este link.
Aunque ayer habíamos tenido un anticipo, hoy la Cámara de Diputados –a excepción de algunas modificaciones–, también había aprobado el proyecto. En pocas semanas, todos los jóvenes de 18 años, van a ser mayores de edad, aunque haya legisladores, hombres de leyes y hasta psicólogos que pongan en duda la “madurez” de un joven de esa edad, porque aducen que es recargarlos de responsabilidades.
Ante esto, no puedo menos que recordar la época en que yo tenía diez o doce años y, para los chicos de nuestra edad, un joven de dieciocho, era un hombre. Y no puedo menos que preguntarme qué hemos hecho, las personas de nuestra generación, para que ahora haya semejantes palurdos cercanos a la cuarentena que todavía vivan con “papá y mamá”.
Y reflexiono: si los jóvenes de dieciocho –no todos, porque hay cantidad de excepciones, Lolita entre ellas–, no son “maduros” como para enfrentar la vida... ¿no somos nosotros, los que los trajimos al mundo, los responsables?
Hoy hablamos con Loli por teléfono acerca de esto.
–¿Entonces puedo viajar para pasar unos días juntos cuando quiera?
–Sí, Loli.
–¿Y podemos planear unas vacaciones juntos en... Brasil, por ejemplo?
–Claro, mi vida. Podemos.
(...)
–Papi –dijo Lolita.
–¿Qué, mi vida?
–Gracias por cumplir tu promesa, ¿sabés? Yo no me olvido de ese día cuando con esa promesa, me ayudaste a superar el miedo. Gracias por darme ánimos. Gracias por renovarme la esperanza ese día, mi Pichoncito. Gracias por mantenerme la ilusión.
–Gracias a vos, Loli.
–¿Gracias? ¿Por qué?
–Por estos dos años en los que vos mantuviste mis ilusiones, Princesita.

(...)
–Pa...
–¿Qué, Loli?
–Esto de la ley... ¿quiere decir que ya no voy a ser una Lolita?
–Mhhh...
–Contestame, Papi. No me digas "Mhhh..."
–Para mí, aunque sé que vas a crecer y madurar, en un rinconcito de mi corazón vas a seguir siendo Lolita, mi amor.

El Profesor

viernes, 28 de agosto de 2009

Apariencias

Nos despertamos con los primeros rayos del sol de invierno, entrando por la ventana de la habitación. Seguíamos abrazados, tal como nos habíamos dormido la noche anterior, pero un poco pegoteados por el calor de las frazadas y las colchas. Hoy, ahora que lo recuerdo, creo que me gusta despertarme a su lado un poco bastante pegoteados.
En realidad nos despertó el sonido de la alarma de mi celular programada para las ocho de la mañana.
El Profe pegó un salto cuando se disparó la alarma del celular. Ese día decidí cambiarla y, al día siguiente, la música ya era otra. Más suave y tranquila. Más apropiada para mi “Pichoncito”. Sí. Así lo llamo a veces, y a él le gusta. ¿O es que hay una ley que prohíba mimar al hombre al que se ama, tenga la edad que tenga?
Luego de abrir los ojos, nos quedamos en la cama un buen rato, disfrutando de una buena sesión de mimos mañaneros.
Luego nos vestimos, nos lavamos los dientes, la cara, nos peinamos, nos vestimos y bajamos a desayunar.
Entramos al comedor seguidos por la mirada de todas las personas curiosas que el día anterior nos habían estado mirando en la pileta cuando jugábamos, como si fuésemos algo más que padre e hija. Con el Profe solemos reírnos cuando imaginamos lo que pensarán esas buenas personas de nosotros. Se debían exprimir el cerebro pensando que lazo afectivo o familiar nos une.
Como decía, entramos en el comedor y nos ubicamos en la mesita que tenía un cartelito con nuestro número de habitación.


Como era desayuno del tipo buffet, había que servirse uno mismo. Empezamos con nuestra taza de café fuerte y caliente –con el infaltable vaso de leche fría para él– y luego, mientras el profe elegía un trozo de budín marmolado, yo llenaba un tazón con cereales y trozos de fruta.
Comimos tranquilamente mientras por la ventana que daba al parque, observábamos el paisaje y el bello día luminoso que empezaba y que planeábamos aprovechar al máximo.
La encargada del comedor era una señora joven de poco menos de treinta años que estaba muy cerca de nosotros y se encargaba de recibir y atender a los huéspedes y de reponer todo aquello que se iban terminando.
Nos miró y sonrió.
–Buenos días –dijo.
–Buenos días para usted –le contestó el Profe.
Yo le sonreí, con un movimiento de cabeza, y me zambullí de lleno a mi pastiche de cereales mezclados con ananá.
Cuando me levanté a buscar mi segunda taza de café, sonriendo, me preguntó:
–¿Y cómo hiciste con el colegio? ¿Te dejaron faltar para venir acá de vacaciones?
“¿Es que parezco tan pequeña?”, me pregunté, mientras me acomodaba en la mesa.
–No, no, estoy en primer año de la facultad –le contesté–. Tengo dieciocho años...
La chica me miró, boquiabierta, como si no pudiera creer lo que acababa de decirle.
–¿En serio? ¡Parecés mucho más chica! ¡No te daba más de dieciséis años!
Sonreí. Me divierte la inferencia de las personas, que parten de una premisa falsa, y se apresuran a sacar conclusiones.
Y ahí, en ese momento, el Profe –que parecía estar mirando por la ventana hacia el parque pero que tenía todas las antenas alerta–, intervino en la conversación.
–Parece chiquita, querida, pero no lo es. No se deje engañar por las apariencias...
–Emm... Emmm –la encargada del comedor no sabía qué decir. ¡Pobre! La comprendo, es difícil contestar algo ingenioso cuando mi Papi se decide a hablar.
–Sí, está en la facultad, como le dijo, y además es brillante en sus estudios. ¡Y no sabe las cosas que saber hacer mi niña!
El Profe es, cuando quiere, el maestro del doble sentido y de la ambigüedad. Y aunque yo sabía que con eso que decía se refería a otra cosa, la joven ni se imaginaba, ni comprendía.
Me acuerdo que me puse toda colorada y le tiré un patadón por debajo de la mesa para no siguiera hablado, antes de zambullir mi cara en el tazón de cereales con fruta. Es que a veces él es tan desvergonzado...
Por suerte la chica debió pensárselo dos veces y no se animó a preguntar si éramos padre e hija porque eso hubiera dado para que el profe continuara con el juego de palabras con doble sentido.
Claro que, nos imaginamos que como mujer, curiosa al fin, debió haber ido a la recepción –ni bien nos fuimos del comedor–, para averiguar qué tipo de habitación ocupábamos, para disipar sus dudas.
Menuda sorpresa debió haberse llevado, porque desde ese primer día –y aunque nos trató con corrección–, no se le ocurrió hacer más inferencias ni preguntar nada más.

Lolita

miércoles, 26 de agosto de 2009

Será Justicia

Para los que no saben, recién se anoticiaron o no comprenden qué ocurrió, voy a hacer un breve resumen de los hechos.
Hace poco mas de una semana, un lector nos avisó que alguien había avisado a un canal de televisión que nuestro blog era de pedofilia.
Una persona (o grupo de personas), en su propio blog, copió uno de nuestros post, y se preguntó si no estábamos volviendo a las épocas de la inquisición, cuando se juzgaba a alguien y se lo condenaba por anticipado y como muestra publicó un post muy sentido y emotivo, que refleja una realidad muy distinta a la que se nos endilgó. A él, le agradecemos habernos avisado y haber hecho un comentario tan atinado.
Por más que tratamos de averiguar –dado que ni Loli ni yo miramos televisión, y menos esos programas obscenos de tan sensacionalistas– no pudimos enterarnos a ciencia cierta cuál fue el canal que nos endilgó el rótulo delictivo.
No importa, ya lo averiguaremos. Las grillas de los canales no se pueden ocultar.
Lo cierto es que nuestro blog tuvo, en dos días, más de 10 mil entradas, lo que es inusual y muestra, a las claras, que algo pasó para que tuviésemos, de pronto, tal aluvión de visitantes.
Muchos de ellos –algunos comentarios publicamos–, prejuzgaron de medio a medio porque, creemos, ni se tomaron el trabajo de leer los post. Seres así, de esa calaña los hubo, los hay y los habrá. No nos quitan el sueño.
Pero, la pregunta que surge es: ¿quién fue la persona que llamó al canal para hacer tal tipo de “denuncia”?
Con Loli, sabemos, con suficiente grado de certeza, quién pudo haber sido. Aunque no se pueda probar con facilidad, porque hoy la justicia parece penar no aquello que es delito, sino lo que se puede probar, aunque todos los habitantes de la Nación, conozcan los hechos. Claro que la persona denunciada no es un político famoso ni un empresario enriquecido súbitamente y dudo que (pese a que hace alarde de ello) alguna de sus "amistades famosas" salga a poner la cara por ella.
La misma persona que nos acosó con llamadas, tanto a ella como a mí, para sembrar la discordia, inocularnos veneno y hacer que nuestra relación se fuera al traste, como no lo consiguió, por más que hizo, siguió y siguió y, sin darse cuenta, fue dejando pistas y rastros. Envidiosa, soberbia e iracunda como es, no pensó que su accionar irreflexivo y brutal, podía llegar a jugarle en contra.
No contenta con los intentos infructuosos con nosotros dos, cuando vio que no le daban resultado sus torpes y burdas manipulaciones, comenzó a dejar mensajes en los blogs de algunos amigos y en los de varios de nuestros seguidores más queridos, sin darse cuenta que con cada comentario, con cada llamada telefónica, con cada correo electrónico, se comprometía más y más en una serie de delitos tipificados en el Código Penal.
Creyó –porque es ignorante, y no sólo con Internet–, que las IP no quedaban registradas en los blogs. Ni siquiera se tomó el trabajo de averiguar si existe algún programa que, además de contar visitantes, registre las IP de los visitantes, así como el lugar desde donde transmiten.
Se equivocó de medio a medio.
Como se equivocó al creer que amparándose en el viejo truco de marcar antes del número de teléfono el asterisco + 31 + numeral (*31#), para que no aparezca el número de quien está haciendo la llamada y ésta figure como anónima, iba a conseguir impunidad.
De la misma manera que se equivocó al bloquear el número del emisor en su teléfono celular, para que no se reconozca en el teléfono receptor.
Porque la llamada o el escrito anónimo, son sus métodos habituales, la insidia y la mentira sus artimañas, la hipocresía su máscara para aparecer respetable y la perversidad su modo de vida.
Fue dejando huellas, una detrás de la otra, en Facebook, en los correos electrónicos, en los números de teléfono y en nuestro blog, así como en los de algunos amigos nuestros, con quienes pudimos cotejar el número de IP, comprobando que era el mismo.
Fue duro soportar sus ataques durante este tiempo y nos acarreó, a Lolita y a mí, más de un momento amargo, hasta que ambos nos tranquilizamos y empezamos a descubrir sus burdas mentiras, esa forma torpe que tiene de mezclar mentiras con verdades a medias, para adulterar la realidad y acomodarla a sus macabros y perversos intereses.
Entonces anteayer, el 24, cuando ya estaba todo preparado para grabar, registrar y constatar, por fin terminó de cavarse la fosa.
Así que en la mañana de ayer, acompañado por el profesional ad hoc, me presenté en el juzgado de turno y procedí a hacer la denuncia correspondiente por la comisión de los siguientes delitos:
a) Acoso;
b) Hostigamiento;
c) Amenazas;
d) Calumnias;
e) Injurias graves;
f) Intimidación;
g) Difamación; y
h) Falsa denuncia.
Todos delitos tipificados en el Código Penal y pasibles del eventual resarcimiento por daño moral y daño emergente, en el fuero correspondiente, al finalizar el proceso penal.

En mi denuncia, cité y puse a disposición de la autoridad judicial, los siguientes elementos de prueba:
a) Nombre y apellido completos de la persona y de las personas vinculadas a ella que pudieran haber sido cómplices y/o participes voluntarios o involuntarios, así como fecha de nacimiento y otros datos de filiación;
b) Número de documento (aclarando que la persona tiene dos números de documento, con distintas fechas de nacimiento) presuntamente real.
c) Estado civil, y datos de su consorte y personas vinculadas por parentezco, amistad o relación laboral.
d) Dirección del último domicilio conocido en gran Buenos Aires, del domicilio presunto en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, así como el de sus parientes más cercanos y sus propiedades conocidas en el Gran Buenos Aires y en la provincia de Buenos Aires.
e) Números de teléfono de línea y celulares de la persona, su consorte, sus parientes más directos, tanto domiciliarios como de sus presuntos lugares de trabajo, así como los de personas estrechamente vinculadas a ella, que podrían haberla asistido como cómplices y/o copartícipes, voluntarios o involuntarios.
f) Números de IP correspondientes a su domicilio, a su lugar de trabajo, y al de las personas estrechamente vinculadas, que podrían haber sido usadas a sabiendas o inadvertidamente, todos los cuales son concordantes y coincidentes con el registro de IP de dos sitios anteriores en los que participaba, los cuales pusieron a disposición de la Justicia la información requerida.
g) Cuentas de correo electrónico usadas en forma asidua, así como las de su consorte y personas vinculadas, a fin de verificar su vinculación con los correos y comentarios de tono insultante, agraviante y amenazador recibidos en la dirección de correo del blog, como así en la cuentas de correo electrónico privadas, de Loli y mía.
h) Transcripción de grabaciones dejadas en contestadores y de mensajes de textos conservados en mi teléfono de línea y en el teléfono celular de Loli, poniendo a disposición de la autoridad judicial competente los mencionados equipos.
i) Otros datos que pudieren ser necesarios a los efectos probatorios y punitorios en su momento, para evitar el desbaratamiento y la eventual “insolvencia”, como titularidad de propiedades, rodados, cuentas bancarias y tarjetas de crédito.
j) Una cronología de los hechos, explicando el conocimiento, la relación y la vinculación, a fin de que se comprenda cabalmente el accionar delictivo de esa persona.
k) Un petitorio a fin de que la autoridad judicial solicite por oficio a las empresas Telecom, Telefónica de Argentina, y Movistar, un registro de la totalidad de las llamadas entrantes y salientes a todos los números telefónicos denunciados así como del mío propio utilizando, para tal fin, los programas de seguimiento y rastreo de llamadas que son de uso habitual en medios judiciales.
h) Un petitorio para que se libre oficio a la empresa Speedy.com.ar, a fin de que certifique que las IP denunciadas, se corresponden con las del/los domicilios mencionados.
i) Petitorio de identificación de las falsas IP (Proxy) utilizadas por los equipos utilizados (sean fijos o portátiles), así como el secuestro de los mismos, a fin de ser analizados por los laboratorios o departamentos encargados de pericias y delitos informáticos de la Policía Federal Argentina y de Gendarmería Nacional, para que se expidan acerca del particular y de cualquier otro delito que pudiere haber sido llevado a cabo desde los mencionados equipos.
j) Petitorio para que las filiales argentinas de Facebook, Google y Microsoft informen –en virtud de la probable violación de la Cláusula de Confidencialidad–, acerca de la titularidad real de la/s cuenta/s de correo electrónico consignados, así como de cualquier otro dato que pudieran aportar para el esclarecimiento de los hechos.
k) Petitorio para que el departamento correspondiente y a cargo de Blogspot, de la empresa de servicios informáticos antes mencionada, informe acerca de la existencia de algún blog en la red, que estuviere vinculado a una cuenta de correo electrónico, y que se corresponda con los números de IP denunciados, así como de la identidad real o ficticia de la persona que ostenta su titularidad.
l) Petitorio para que las autoridades del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires informe acerca del uso de los equipos de computación instalados en la institución que depende del mencionado ministerio y en la cual, presuntamente, trabaja la persona denunciada.
m) Petitorio para la intervención judicial de las líneas de teléfono correspondientes a mi domicilio personal y/o laboral, así como el de Loli, y el de su teléfono celular.
n) Petitorio para que se libre oficio a las autoridades de Canal 9, a fin de que informen acerca de en qué programa, a qué hora, qué día, con qué contenido y a cargo de qué persona y/o personas, fuimos acusados de “Pedofilia” por el contenido de nuestro blog, y para que informen acerca de la identidad, sexo y ocasión en que recibieron una noticia, si la misma fue anónima y si, antes de propalar la información, la misma fue confirmada, responsabilizándolos por la comisión de los delitos de injurias graves y difamación, con las consecuencias penales y civiles correspondientes.
o) Se libre oficio a los otros canales de aire, a fin de que informen si en su programación habitual, se propalaran noticias en tal sentido y si hubieren recibido denuncias identificadas o anónimas en tal sentido.
p) Otros documentos probatorios, incluidos textos manuscritos, a fin de ser utilizados en pericias ulteriores a los fines del esclarecimiento de los hechos.
Todo lo mencionado bajo apercibimiento de Ley, con imposición de las consecuencias penales previstas para el falso testimonio, así como las sanciones correspondientes, previstas para el caso de violación de la citada norma legal.
Como corresponde con el procedimiento, debo esperar a que me citen para ratificar la denuncia, cosa que haré sin dudar.

Para desventura de quien perpetró este accionar perverso y malévolo, todos estos rastros, ya no pueden borrarse. Están ahí. Guardados y conservados en las memorias de los equipos y de las empresas, que deben ponerlos a disposición de la justicia. Por sino lo sabía, existen precedentes legales en este tipo de delitos informáticos.
Si creyó, por un momento, que el anonimato le daba impunidad, se equivocó de medio a medio.
Sé que, casi con seguridad, a fin de que la Justicia lleve adelante su cometido, tendré que revelar mi identidad. No me importa. No tengo nada que ocultar, ni de qué avergonzarme. Lolita, que es mayor de edad, tampoco. De manera que ahora, después de padecer durante semanas el accionar delictivo y perverso de la persona denunciada, estamos decididos a ir hasta el final.
Sé que la torpeza, la ignorancia y la soberbia de la mencionada persona y/o personas, la llevarán a cometer un error tras otro, hasta quedar más entrampada en sus propias mentiras y expuesta ante la Justicia. Para la JUSTICIA DIVINA, que ella invoca de la boca para afuera, tendrá que esperar un poco más. De momento, nos conformamos con la Justicia del Estado.
Y no sé si alcanza para restañar las heridas. Posiblemente sí las mías, que soy un hombre grande, con muchos costurones de heridas viejas en el corazón. Pero el daño que le produjo a Lolita, que es joven, fresca y pura (en el verdadero sentido de la pureza) como sus ilusiones, ya no tiene remedio. Lo sé porque alguna vez fui como ella, tuve su edad y, como ahora lo fueron para ella, mis anhelos y sueños eran más trascendentes e importantes que cualquier otra cosa en este mundo. Le pido a Dios y a la vida que, como justa compensación, le devuelvan a Lolita aunque más no sea un poco de la candidez y la confianza con la que entró en el mundo de los adultos de mi mano.

Por último, queremos hacer una aclaración, y una sugerencia:
La aclaración: a los bloggers amigos que nos visitaban y que, por lo sucedido, pueden sentir aprensión en dejar sus comentarios, despreocúpense.
Nuestro blog está muy lejos de la perversión y, más aún, de cualquier actividad delictiva.
Lolita no es una niña. De hecho es una joven mayor de edad y hábil. El hecho que motivó llamar así a nuestro blog, se debió solamente a jugar con un símbolo, como lo es el libro de Nabokov, en virtud de la diferencia de edad entre ambos.
La sugerencia: A los anónimos, a los que se amparan en la sombra creyéndose impunes para prejuzgar, agraviar e insultar, ya ven cuáles son las consecuencias. Mejor, antes de dar opiniones que nadie les pidió, absténgase. No tienen obligación de opinar en un lugar que les produce repulsión por las razones que sean. Están en su derecho. Por eso les recomendamos que sigan de largo, ignórenos, vayan a otro lado.

Este blog no trata de perversiones, sino de una historia de amor. ¿Atípica? ¿No común? Es posible. Pero las historias de amor, sean como sean y se den de la forma en que se den, por el sólo hecho de que involucran sentimientos, merecen cierto respeto, ¡qué joder!
Por último, queremos agradecer a todos los que nos han brindado su amistad –conociéndonos o no– y a quienes nos han apoyado y nos han dado su ayuda en los momentos tan difíciles y amargos que, tanto Loli como yo, hemos tenido que vivir.

Proveer de conformidad
SERA JUSTICIA

El Profesor


martes, 25 de agosto de 2009

En el pizarrón


Era una tardecita bastante fresquita del mes de julio. La noche anterior había sido de un “frío importante” –como lo llama El Profe–, y esa mañana también. Habíamos terminado de almorzar y volvíamos rumbo a la posada donde nos alojábamos, a disfrutar de la cama, con una siesta de un par de horas.
En el camino, pasamos por esa cafetería-restaurante alemán muy bonito, en el cual habíamos almorzado el día anterior comida típica alemana (otro día les cuento).
–Loli… –dijo El Profe.
–¿Sí, mi amor?
–¿Querés que nos sentemos a tomar un cafecito caliente? –me ofrecío.
–¡Sí! ¡Sí, dale! –Respondí de inmediato. Soy incapaz de rechazar un rico café express.
Entramos y nos ubicamos en una mesa. Hasta que un muchacho se acercó a tomarnos el pedido, me quedé observando la ambientación: era todo de madera muy fina y estaba decorado con objetos antiguos e imágenes y cuadros de viejas publicidades de Coca-Cola, cervezas de todas partes del mundo y otras bebidas y hasta fotos de recuerdo de momentos importantes del lugar, sus dueños y sus amigos, incluida la última nevada en Villa General Belgrano.
En un rinconcito, había un espacio dedicado a los niños había almohadones, juguetes de plástico y un pequeño pizarrón negro adosado a la pared.
Me quedé observando todo en silencio. Era un lugar muy bonito.
–Bebi…
–¿Sí?
–Voy al baño un minuto –me dijo–. Ya vengo.
–Sí, amor. Andá...
Cuando se fue, no tardó en venir a mi mente una idea: me levanté, fui hasta la pizarra, busqué tizas y escribí algo. Volví a mi mesa y me quedé allí, esperándolo con una sonrisita pícara.
Cuando se sentó nuevamente junto a mí, lo miré, pero no se dio cuenta de nada.
–¿Notás algo diferente en el lugar? –le pregunté.
Con la vista buscó por todos lados y cuando estaba por darse por vencido, lo vio: yo había dibujado con tiza, en el pizarrón, un gran corazón que decía “Papi te amo… Tu Princesita”. Me sonrió con ternura, se le humedecieron los ojos, me tomó las manos entre las suyas y me las besó.


En agosto, por esas cosas de la vida, volvimos de vacaciones al mismo destino turístico del mes anterior, para disfrutar de otras actividades y para conocer más a fondo el lindo pueblo serrano y para pasar unos días en el hotel más hermoso que he conocido hasta ahora en mi vida.
Una noche hermosa y estrellada, después de volver de excursión –la noche que estrené las botas que me había regalado el día anterior–, habíamos terminado de cenar y estuvimos un buen rato sentados en la plaza –la que se ve en el fondo de la primera foto–, tomados de la mano y diciéndonos cosas dulces y tiernas, mientras admirábamos el firmamento, que estremecía de tan bello. También era una noche fría, pero no tanto como en julio.
De repente el Profe me abrazó y me susurró al oído una propuesta:
–¿Te parece que vayamos a tomar algo antes de volver al hotel? No sé por qué, y aunque o suelo hacerlo, de pronto me dio el antojo de tomarme un poquito de un buen whisky. Me siento muy bien en este lugar, estando con vos y quiero celebrarlo.
–Claro, mi amor… ¿Y yo puedo tomarme un café?
–Si, Loli, todos los cafés que quieras.
–¿Y dónde vamos, Papi?
–Ahí –dijo, y señaló el bar donde habíamos tomado el cafecito en julio–. ¿Te acordás? Seguro que ahí tienen un buen whisky escocés y, con mucha suerte, un bourbon.
–¿Qué es un bourbon, Papi?
–El whisky de centeno, en vez de malta. Hay uno que se llama Jack Daniel´s que probé hace mucho, mucho tiempo y me gusta, de vez en cuando y en especial en momentos como éste.
Entramos y buscamos una mesita. Como dije, era el mismo lugar al que habíamos entrado a tomar nuestro café la tardecita fría y donde, en ese mismo viaje, nos habíamos zampado una riquísima “Tabla” de comida alemana, pero alemana en serio, como la hacen en Baviera.
En el lugar había muy poca gente. En cada mesita había una velita que le otorgaba una especial calidez al ambiente y mucho, pero mucho romanticismo al momento.
El Profe fue hasta la barra a pedir las bebidas mientras yo me sentaba en una mesa apartada de un grupo de chicas jóvenes que no dejaban de parlotear.
Cuando me di vuelta buscándolo con la mirada, porque tardaba mucho en volver, lo descubrí en el pequeño rincón de los niños, con una diminuta tiza entre los dedos y escribiendo con toda delicadeza: “Papi y Loli”, palabras que encerró en un corazón enorme y cruzó con una flecha.
Se dio cuenta que lo estaba mirando. Sonrió, y siguió haciendo su dibujo con aplicación. Cuando terminó, me miró con los ojitos brillantes y alegres que yo le conozco y volvió a la mesa, sacudiéndose el polvo de tiza de las manos, con esa expresión que me enternece: la de un niño que sabe que ha hecho una travesura.
Yo me tomé mi cafecito con espuma y bien cargado –compartimos el gusto por el café bien fuerte–, y él se tomó un Chivas de 12 años –no tenían el bourbon que él quería–, y me dio a probar un poquito... (¡Uf! ¡Era fuerte! Pero qué calorcito que te pone entre pecho y espalda, en una noche de invierno).
Como sea, esa noche aprendí que hay detalles que no se olvidan con el paso del tiempo y que tarde o temprano son devueltos. Y aunque el amor no se trata de “debe y haber” o "te doy, entonces devolveme", es gratificante para el corazón darse cuenta que esos pequeños detalles no pasan por alto.
Porque los detalles –el Profe, como lo mencioné varias veces antes, pone especial atención en los detalles–, son el mejor condimento que hace más sabroso al amor.

Para los que tengan la dicha de visitar Villa General Belgrano y les guste la comida alemana, les recomendamos ese lugar. Quizás, la huella desvaida de ese corazón dibujado por el Profe, todavía se note en la pizarra del lugar reservado para los niños.

Lolita

lunes, 24 de agosto de 2009

Día a día

–Papi...
–¿Mhhh-hh?
–¿Sabés qué día es hoy?
–Sí, Loli, hoy es nuestro “cumple-mes”.
–Shi... ¿Te acordabas?
–¿Cómo puedo olvidarme de un día como éste, Loli? ¿Vos no te acordaste del anterior?
–¿Entonces para vos es importante?
–Tanto como para vos, querida.
–¿Y por qué es importante, Papi?
–Porque es un día simbólico.
–¿Por qué?
–Porque la vida nos cruzó un día como este. Porque el 24 tiene una connotación muy especial. Porque el amor se construye así, Loli.
–¿Así como?
–Día a día. Enfrentando cada día las dificultades. Disfrutando cada día de la felicidad que te depara. Cada día tiene su propia alegría y su propia pena, ¿ves?
–¿Entonces el 24 es nuestro día, Papi?
–Sí, Loli, el 24 ya es nuestro día, pase lo que pase. Y nadie, haga lo que haga, va a conseguir que lo olvidemos.
–¿Siempre va a ser nuestro día?
–Sí. Siempre. Porque, más allá de lo que pueda suceder en tu vida o en la mía, ambos nos vamos a acordar, cada 24, de este día. Ya está en nuestra memoria y en nuestro corazón.
–Shi...
–¿Querés que hagamos algo juntos, vos y yo?
–¿Qué?
–Pedirle a la vida y a Dios que durante muchos otros días 24, nos encuentren juntos, así, como ahora. Que no perdamos la ilusión. Que podamos mantener la esperanza.
–Dale... ¿Cómo lo pedimos?
–Así, agarrados de la mano, en silencio, cada uno poniendo su corazón en la plegaria...
(...)
–Papi...
–¿Mhh-hh?
–¿Sabés? Es cierto lo que decís.
–¿Qué cosa, Loli?
–Que el amor se construye de a poquito, día a día.

Lolita & El Profesor

domingo, 23 de agosto de 2009

Mensajes de sábado

Loli@mms [21:31]: Papi: Disculpá que no pudimos hablar bien, mi amor. Justo llegó mi papa. Hablamos mañana, ¿sí? Quiero decirte que te amo con toda y mi alma y que te dejo todos mis mimos y caricias para esta noche... ¡No podés imaginarte cómo me gustaría poder compartirla con vos! ¡Cómo deseo tener todo el tiempo del mundo para adorar todo tu cuerpo y tu corazón..! Te deseo, amor. Te amo, mi vida. - a XXXXXXXXXX.
Papi@mms [21:31]: Papi: No te hagas problemas por eso, querida mía. Te comprendo. Cuando estés tranquila, hablamos. Yo también te amo desde lo más hondo de mí, con mi corazón en tus manos. Es así y va a seguir siendo así aunque hoy, ahora, estés lejos. - a XXXXXXXXXX
Papi@mms [21:34]: Y yo añoro, como vos, y anhelo y deseo y le pido a Dios que nos dé la oportunidad de estar juntos pronto. Sé que escucha. Pedile lo mismo, con la fuerza con que deseás que estemos juntos. Esta escuchando, creeme. - a XXXXXXXXXX
Papi@mms [21:39]: Quizás aún nos reserve una sorpresa tan, pero tan grande, que vamos a tener que dar gracias todos los días de nuestra vida. Que pases una buena noche, Princesita. Tené por seguro que te amo y, suelto mi alma para que vaya con vos. TE AMO. - a XXXXXXXXXX
Loli@mms [21:44]: ¿Sabés lo que siento por vos, mi cielo? Además de un profundo amor, siento pasión, siento locura, siento satisfacción, bienestar, alegría, ternura. Pero especialmente esta noche, siento pasión y amor. Seguramente en esos post que estuviste leyendo descubriste el gran amor que tuvimos desde el primer día. TE AMO. Y quizás es como vos decís, y nos esté esperando una bella sorpresa. - a XXXXXXXXXX

El Profesor
Mensajes de texto cruzados con Loli ayer, sábado por la noche.


sábado, 22 de agosto de 2009

Para variar

–Papi…
–¿Qué, mi amor?
–Tengo hambre… Mirá, ya son casi las doce y media…–Le comenté mirando mi relojito.
–A mí también me está picando un poco el estómago… ¿Dónde vamos?
–¿A “Tío Rico”?
–¿Te parece? Fuimos todos los días a comer ahí.
–Bueno, entonces podemos variar. Mirá, acá en la guía turística encontré un lugar que se llama “La terraza” y también es autoservicio… Pinta bueno.
–Entonces vamos ahí.
Guiándonos por el mapa, atravesamos el pueblo para llegar a ese sitio que tan lindo se promocionaba en el folleto de restaurantes.
Por fuera no era espectacular. Nos acercamos a espiar por las ventanas de la puerta y nos dimos cuenta que la comida estaba caliente y humeante en sus bandejas, pero que en el interior, en las mesas, no había nadie.

Intercambiamos una mirada de sospecha, pero estábamos cansados de caminar y ya no había posibilidades de volver, así que el Profe me dijo:
–Y bueno, Loli… ¿Qué le vamos a hacer? Entremos a probar.
Empujé la puerta y entramos. Era un lugar bastante mal cuidado. Nos acercamos al mostrador y se nos presentó una sonriente y amable jovencita que nos dijo que podíamos servirnos lo que quisiéramos y que la comida se pesaba por kilo. Nos indicó de donde sacar las gaseosas y nos ofreció la vajilla para llevar a nuestra mesa.
Buscamos una mesa bastante apartada y fuimos en busca de nuestras bebidas y comida.
Lo bueno del lugar era que de fondo musical se escuchaba una hermosa canción de Arjona. Por lo demás, y para ser sincera, el lugar era deplorable: olor a humedad en el ambiente, las paredes chorreadas, los manteles manchados…
Recorrimos las bandejas de comida y ambos nos sentimos atraídos hacia una que tenía en su interior unos canelones con salsa roja. Nos servimos y volvimos a nuestra mesa.
Corté con el cuchillo un trocito de canelón y me lo llevé a la boca.
–¡Aggggg!¡Papi! ¡Esto está frío!
–Pero si le sale humo, mi amor…
–¡Está helado, ya vas a ver! Lo voy a calentar en el microondas.
Cuando volví con mi plato bien caliente, luego de dos escasos segundos en el aparato, el Profe me miró con un puchero y me dijo:
–Bebi…
–Si, papi, ya sé. ¿Viste que te lo avisé?
–¡Está frío!
–Dame que te lo caliento…
Una vez que los dos estuvimos sentados y comiendo, traté de ser optimista:
–Bueno, el lugar será un desastre, pero al fin y al cabo, y con recalentada de por medio, la comida no es mala.
–No…
El Profe estaba muy callado.
–Y bueno, también sacaron la música de Arjona, pero al menos no pusieron cuarteto…
–Mmhm
–Aunque… es cierto: estamos muy solos acá. ¿Por qué será? ¿Porque es muy temprano o porque hoy es domingo?
–Por el lugar, Loli.
–Y vos ponete a pensar… ¿Cómo harán con toda esa comida si es que no tienen clientes? ¿La usarán para el día siguiente? ¿La guardarán y ahora estaremos comiendo algo de anteayer?
Mi Papi me miró con una cara de angustia considerable.
Apenas terminamos de comer, por fin se decidió a hablar:
–¿Qué te parece si huimos de este lugar deprimente cuanto antes?
Estábamos pensando lo mismo.

Lolita

viernes, 21 de agosto de 2009

Oportunidades

–¡Qué lindo es esto! ¡Qué feliz me siento! –dijo Loli, enlazando sus dos brazos con el mío, y apoyando su cabeza en mi hombro.
Estábamos sentados en una piedra, descansando un poco antes de continuar la caminata –la “Excursión” del post anterior–, mirando el río y los árboles, en ese magnífico día soleado y fresco, en ese lugar privilegiado por la naturaleza y cuidado por el hombre en el cual, único que escuchábamos, era el murmullo del agua corriendo entre las piedras y el gorjeo de los pájaros.
–¡Gracias por hacerme tan feliz, Papi! –dijo, sin soltarme el brazo.
Con la mano libre le acaricié la carita y la miré a los ojos. Loli es muy bonita. Pero en ese lugar, en ese momento, era más hermosa aún.
–No, Loli –le contesté–. No me des las gracias a mí por tu felicidad. Dale las gracias a la vida, que nos dio la oportunidad de poder pasar estos días acá, ahora, antes de que tengamos que estar un largo tiempo sin vernos.
La besé en la cabeza, con mis labios rozando su cabello, y percibí su textura y su olor inconfundible y, como ella, me sentí por un instante exultante en ese estado de pureza, paz y plenitud.
No pude evitar pensar en las oportunidades, que están ahí, esperando por nosotros. Para que vayamos a su encuentro, esforzándonos para encontrar los medios que nos permitan vivir esos momentos de dicha. Porque la buenaventura espera que uno vaya a buscarla y la felicidad sólo nos es dada cuando salimos a su encuentro.
Ese breve lapso de tiempo compartido era ahí, entonces. Como un mensaje de que, en definitiva, lo que cuenta es el presente. Ni el pasado, ni el futuro. Ese instante único e irrepetible.
Quizás podamos volver otra vez a ese lugar. Tal vez volvamos a vivir otras circunstancias similares tanto o más plenas. Pero nunca más en nuestra vida, ni ella, ni yo, ni tampoco los dos juntos, vamos a tener la oportunidad de vivir ése momento preciso. Esa chispita fugaz de la eternidad, colmada de dicha, que nos fue obsequiada en La Cumbrecita.
Creo que este último viaje en el que nos encontramos, habrá marcado un antes y un después en nuestra relación. Siento que en cada momento, la vida nos está obsequiando –a ella, a mí, a los dos–, un regalo inapreciable: nos está dando una nueva oportunidad.
Y se queda esperando para ver si queremos aprovecharla.

El Profesor
Foto: La Cumbrecita, Provincia de Córdoba, agosto de 2009.

jueves, 20 de agosto de 2009

De excursión

Ese sábado amaneció con un sol brillante en lo alto del cielo. Entonces decidimos, tal como lo habíamos planeado, ir a pasar el día a “La Cumbrecita”, un bello lugar de la serranía cordobesa.
Luego del desayuno, tomamos el micro en la estación y nos pasamos todo el viaje haciéndonos mimitos y hablando de cosas lindas para que el tiempo pasara más rápido.
Después de una hora de que el bus subiera por empinados caminos de tierra y zigzagueara entre verdes pinos, llegamos a nuestro destino tan ansiado.
Sin bien había un leve vientito a esa altura y al ser temprano, aún estaba fresquito, eso no nos quitó las ganas de lanzarnos a la aventura de conocer ese bello lugar rodeado de naturaleza y aire puro.
Caminamos de la mano por las callecitas de tierra, cruzamos un puentecito donde tomamos varias fotos y hasta visitamos una tienda de artesanías donde el tema predominante eran los duendes, y donde compramos varios recuerdos para cada uno.
Cerquita del mediodía, ambos nos dimos cuenta que antes de seguir recorriendo esas callecitas en subida y perdidas entre la vegetación, debíamos hacer algo muy importante: descansar y sentarnos a almorzar. Nos miramos cómplices y supimos que los dos estábamos pensando lo mismo y sintiendo cómo nuestros estómagos nos pedían a gritos algo para digerir.
De todos los folletos de comida y restaurantes que nos habían dado apenas bajamos del micro, elegimos un lugar que se encontraba en la cima del pueblo y desde donde era posible tener una vista panorámica del lugar. Además porque las imágenes del folleto resultaban tremendamente tentadoras.
Comimos muy ricos platos típicos del lugar y, una vez saciado el apetito, abandonamos nuestra mesa decididos a aprovechar el resto de la tarde y conocer un poco mejor los sitios que aparecían como destacados en el mapa que habíamos retirado en la oficina de turismo.
–Papi…
–¿Qué, mi Loli?
–Vayamos acá
–¿Dónde?
–Acá, donde dice “Lago de las truchas”
–¡Pero está al final del camino!
–No, mi amor, pareciera que está lejos pero no, ya vas a ver que caminamos unos quince minutos y llegamos. Te prometo que cuando estemos allá, nos sentamos a descansar.
–Por favor.
Lo tomé de la mano y juntos fuimos transitando ese camino pedregoso, donde a los costados podían verse cabañas de troncos, infinidad de árboles y en el aire podía percibirse el olor a humedad y a pino.
Luego de un trecho, divisamos el arroyo. Nos acercamos y vimos la belleza que se presentaba ante nuestros ojos. Si bien no era un curso de agua muy grande ni caudaloso, estaba cubierto de grandes piedras y el agua era limpia y transparente.
–Vení, papi, vamos a ver si hay truchas…
Nos subimos a una piedra y empezamos a saltar a otras mirando fijamente el agua, pero por más que buscamos, no pudimos encontrar ni una sola trucha.
–¿Entonces, papi, por qué se llama “Lago de las truchas”?
–Seguramente porque debía de haberlas… o porque las hay en temporada.
Seguimos recorriendo el arroyo, pasando de roca en roca, y a cada rato, yo lo miraba y le decía divertida:
–Cuidado, Gordi, no te me desbarranques… las piedras están resbalosas.
Y me reía. Me reía porque era simpática mi manera de cuidarlo. Pero tiempo después nos dimos cuenta que la frase encerraba mucho más que una advertencia para ese momento en particular. Era una enseñanza de vida para los momentos difíciles, para esos en los que uno se encuentra en riesgo y tiene que andar con cuidado. Era una frase muy parecida a la de aquél otro día: “El que se va del ring es un cagueta”.
Seguimos andando y paramos en medio del lago, nos miramos y él se acercó a mí, me abrazó y me dio el beso en los labios más dulce y romántico, con el ruido del agua haciendo de cortina musical. Seguidamente me dijo: “Te amo”.
Creo que hay recuerdos que perduran en la memoria mucho tiempo. De más está decir que éste quedará en la mía para siempre.

Lolita

miércoles, 19 de agosto de 2009

Fácil... pero difícil


Ayer, en nuestra comunicación habitual de la noche, conversamos acerca del hecho que en este espacio nuestro, en este blog, pasamos la barrera de las 100 mil visitas.
Cuando empezamos a escribir nuestra historia de amor, en enero de este año, nos parecía un imposible.
A menudo muchas cosas en la vida, parecen imposibles.
En el viaje anterior, en julio, nos parecía casi imposible pasar unas mini-vacaciones en un hotel muy lindo que habíamos encontrado y al que fuimos a averiguar precios. Ni bien lo vimos, empezamos a soñar con pasar unos días ahí.
Pues bien, el sueño se hizo realidad.
Los planes para este viaje eran ir a otro lado pero por alguna razón que desconocemos, las circunstancias se compusieron de tal manera que la vida –quizás haciéndonos un último regalo maravilloso–, nos llevó ahí en este agosto, para pasar unos instantes que no podremos olvidar, durante los cuales hasta el tiempo se confabuló a nuestro favor porque los días fueron de invierno, pero no tan fríos y el sol brilló y el aire fue tan diáfano como luminosa nuestra felicidad.
En esa pileta, de ese hotel con el que ambos soñábamos, ambos pasamos hermosos momentos.
En este viaje hablamos mucho, fuimos muy adentro en lo que pensábamos, lo que creíamos y lo que sentíamos. Y hoy pudimos llegar a la comprender y aceptar que la vida está hecha de momentos. Que ambos tenemos un hermoso bagaje de momentos compartidos y que debemos agradecerle a Dios y a la vida el haber podido vivirlos juntos.
Creemos que fue el viaje más hermoso y más productivo de estos dos años de historia de amor.
Cuando regresábamos en el micro, mencionando cuentos con moraleja, nos vino a la memoria una reflexión de un autor anónimo, de un libro que compartimos:

Fácil
es ocupar un lugar en la agenda telefónica
Difícil es ocupar el corazón de alguien.

Fácil es juzgar los errores de los otros.
Difícil es reconocer nuestros propios errores.

Fácil es herir a quien nos ama.
Difícil es curar esa herida.

Fácil es perdonar a otros.
Difícil es pedir perdón.

Fácil es exhibir la victoria.
Difícil es asumir la derrota con dignidad.

Fácil es soñar todas las noches.
Difícil es luchar por un sueño.

Fácil es orar todas las noches.
Difícil es encontrar a Dios en las cosas pequeñas.

Fácil es decir que amamos.
Difícil es demostrarlo todos los días.

Fácil es criticar a los demás.
Difícil es mejorar a uno mismo.

Fácil es pensar en mejorar.
Difícil es dejar de pensarlo y realmente hacerlo.

Fácil es recibir.
Difícil es dar...*


En todo ese tiempo comprendimos y aceptamos que somos instrumentos de la vida y que, a menudo, tenemos que sortear obstáculos que parecen insalvables.
Que de a ratos se nos hace muy cuesta arriba continuar porque estamos muy lejos, porque somos muy parecidos pero a la vez distintos. Porque la gran diferencia de edad a veces se transforma en una grieta muy profunda y ancha en el camino. Porque el pasado a veces se convierte en un lastre muy pesado. Porque en el presente se nos cruzan circunstancias adversas y aparecen –como espectros perversos–, personas muy dañinas que tratan de socavar los cimientos que sostienen nuestra frágil circunstancia. Porque para nosotros el futuro es más incierto que para otros.
Que parecía fácil amarnos, pero que es muy difícil seguir adelante cada día, todos los días.
Quizás sea posible.
De nosotros depende.

Lolita & El Profesor

* Anónimo, “Querer es poder”, página 53
Imagen: Pileta del SPA del Hotel Berna, Villa General Belgrano, Provincia de Córdoba.


lunes, 17 de agosto de 2009

¡Matame, que no me aguanto!

Creo que la culpa, la tenía esta cama. Esa es la cama de la posada en la que estuvimos con Lolita en julio, en Villa General Belgrano, en el viaje anterior.
Nos tocaron días lindos, pero muy fríos y en la Villa, en julio, con frío, y con perspectivas de descansar, el plan básico de las mini-vacaciones era bastante simple y se reducía a:
Despertarnos, la mayor parte de los días abrazados, y con Loli saltándome encima y tratando de sacarme la almohada de las manos.
Cambiarnos para ir a tomar el desayuno. Cafecito, las barritas de cereal de ella, una tostada untada con manteca y mermelada para mí.
Regresar a la habitación para práctica de mimos, caricias, arrumacos y demás actividades propias de amantes.
Volver a cambiarnos, ya que el punto anterior requería sacarse la ropa, y salir a hacer lo que Loli llamaba: “actividades recreativas varias pre-almuerzo”.
A las doce y cuarto en punto, esperar parados en las cercanías de “Tío Rico” a que abrieran las puertas para zamparnos el almuerzo, ya que las “actividades recreativas varias” despertaban el apetito a tal punto, que de sólo mirar las bandejas, se nos hacía agua la boca.
Volver caminando a la posada, haciendo la digestión con la caminata y, al llegar, comprobar que nos esperaba la cama arregladita, lista para que la desarregláramos otra vez.
Y después...
Siesta. Sí. Siesta.
Lo curioso es que tanto Lolita como yo no estamos habituados a la siesta y si la dormimos, nos ocurre lo mismo: nos despertamos desorientados, sin saber si es de día o de noche, adónde estamos ni qué hacemos. Y ambos, con cierto humor... inestable, por llamarlo de alguna manera.
Fue uno de esos días, en una de esas siestas en esa cama, cuando yo me desperté un poco antes que ella, que seguía hecha un bollito, acurrucada en el hueco de mi hombro izquierdo.
Para ver qué pasaba en el mundo, manoteé el comando del televisor y lo encendí.
Estaba en eso de mirar noticias, cuando Loli comenzó a moverse.
–Mgfff... Papiiii...
–¿Qué, Loli?
–¿Qué hora –¡Buaaahhhh!– es?
–Como las cinco, más o menos...
–¡Uh! ¡Tenemos que levantarnos! ¡Es tarde!
–Pará, Loli... despertate tranquila, nadie nos corre.
–¡Sí, Papi! ¡Dale, dale, dale! ¡Hay que levantarse! –dijo, y empezó a moverse en la cama, pero sin salir de debajo de las sábanas–. ¡Apagá el televisor!
–Pero Loli, esperá... tranquila, ¿qué te pasa? Estoy mirando las noticias.
–¡No, Papi! ¡Tenemos que levantarnos ahora! –insitió, manoteando, con los ojitos cerrados, buscando mi mano con el comando–. ¡Dale! ¡Apagalo! ¡Daleeeeee!
–¡Loli! ¡Pará un poco! ¿Qué pasa?
Se soltó de mi abrazo, hizo un puchero y se acurrucó.
–¡Esta cama es un vicio! –dijo, como si estuviera contrariada y me miró–. No sé si salir o quedarme acá, con este frío.
–Loli, en algún momento vamos a tener que salir a cenar...
–¡Es que hace frío! –protestó.
–Sí, nos abrigamos y listo. Pero pará un poco. ¿Qué querés? Recién me manoteabas el comando y querías salir corriendo, ahora no querés levantarte... Ponete de acuerdo.
Y entonces me sorprendió con una de esas salidas que tiene que me dan ganas de comérmela a besos por la espontaneidad y por esa veta de buen humor que pone de manifiesto con esas ocurrencias que no voy a poder olvidar en lo que me quede por vivir.
–¡Agggggghhh! –dijo, llevándose las manos al cuello y mirándome con esos ojitos “chinos” por el sueño–. ¡No sé qué quiero! Pero Papi...
–¿Qué, Loli?
–¡Matame! ¡Ahorcame!
–¿Por qué, mi vida? ¿Qué pasa?
–¡Matame que no me aguanto!

Cuando salimos, dejando la cama toda desarreglada por tercera vez en el día, caía el sol y empezaba a hacer ese frío importante, y con cierto carácter, tan característico de los días de invierno en las sierras.
Llegamos con el tiempo justo, para dar una vueltita por Julio A. Roca y San Martín, antes de salir corriendo para “Tío Rico”, porque estábamos famélicos.

El Profesor

martes, 11 de agosto de 2009

Cuidar el bolsillo


Esa tarde habíamos ido al Shopping a pasear.
Caminábamos por las galerías comerciales tomados de la mano y viendo vidrieras de ropa masculina, ya que el Profe quería comprarse alguna camisa nueva o un pulóver elegante.
Yo sostenía una bolsita de gomitas azucaradas que mi papi me había comprado, sabiendo que me gustaban, con sólo observar cómo brillaban mis ojos cuando pasamos frente al negocio de dulces.
Mirábamos las prendas de las distintas marcas y, hasta el momento, ninguna parecía convencerle. De pronto se quedó mirando un saquito que se exponía delicadamente en una vidriera.
–Mirá Bebi… Ese me gusta. Me gusta ese color azúl porque es el que me queda bien.
–Pero ese tiene botones…

–Si, ya sé. Pero podría probármelo ¿No?
–Pero ya sabés, Papi: Si no te gusta realmente, no lo compres. Es muy caro y no hay que desperdiciar el dinero.
–Si, no te preocupes.
Entremos y en cuando pusimos un pie en el local, se nos acercó un gordito de lentes, sumamente amable y suave para hablar, preguntándonos que era lo que deseábamos mirar.
–Me gustaría ver esos saquitos azules que están en vidriera… –Dijo el Profe.
–Ah, si, esos nos han llegado hace muy poco, son realmente finos. –Explicó el vendedor.
Yo miraba a mi Papi y con la mirada le decía que fuera cauteloso. No sé por qué pero esas casas de ropa tan cara me dan miedo. Los vendedores tienen un entrenamiento especial para vender al cliente aquello que le gustó a primera vista pero que después resulta que nunca usa.
–Aquí está, señor.
El Profe lo tomó, lo miró y empezó a desprender los botones.
–Papi… Tenés que pasar al probador…
–No, me lo pruebo acá mismo, delante de este espejo, no creo que el señor se ofenda, ¿no?
El vendedor río pero no dijo nada. Yo seguí creyendo que lo mejor era probárselo en privado.
Se lo puso y se lo prendió, mientras se miraba al espejo. Observó su imagen reflejada y puso una cara media rara. Luego me preguntó:
–¿Qué te parece?
Esa suele ser una pregunta bastante incómoda, sobre todo si uno tiene al vendedor al frente.
–Y… si a vos te gusta, papi…
–Mmmm… No me convencen mucho estos botones de abuelo, no estoy acostumbrado a los pouloveres así, siempre he usado los de cuello redondo o escote en “v”.
El vendedor, con su acostumbrada amabilidad, interrumpió:
–Pero mire, señor, le queda muy bien de hombros y las mangas le quedan del largo justo.
–¿Me queda bien, Bebi? Yo veo que me queda un poco ajustado acá en la panza…
–Y… digamos que si, que te queda bien… –Y bajé la voz para aclarar, aunque el vendedor escuchó de todos modos–Pero si no te gusta de verdad no lo lleves. Si no te enamora y creés que no lo vas a usar, no lo compres. Ya encontraremos otro que te quede mejor.
–Bueno, está bien.
El Profe se quitó el saco y se lo devolvió.
–¿No se enoja que me lo haya probado?
El vendedor le regaló su mejor sonrisa, aunque vaya uno a saber que estaría pensando.
–No, caballero, para eso estamos.
–Bueno, muchas gracias. Hasta luego.
Una vez que salimos del local, le dije:
–No hay que comprar cosas caras si a uno no le convencen lo suficiente, y más en esta época. El dinero cuesta. A vos te costó ganarlo y no hay que gastarlo en cualquier cosa.
El Profe se detuvo, me abrazó y me dio un beso en los labios. Luego me dijo:
–Gracias, Loli. Gracias por cuidar mi bolsillo.
–De nada, mi amor.
Seguimos caminando y al ratito le dije:
–Papi…
–¿Qué, mi cielo?
–¿No te parece que el vendedor todavía debe estar con ganas de matarme?

Lolita.

martes, 4 de agosto de 2009

Merecido Descanso

–¡Paaaapppiii!!!
–¿Qué, mi Lolis?
–¡Qué contenta estoy! ¡Faltan apenas unas horas para verte de nuevo, mi amor!
–Yo también estoy muy emocionado, mi vida. Después de todo, el tiempo pasó rápido desde la última vez que nos vimos…
–Shi, es cierto. ¡Qué ganas que tengo de abrazarte, cubrirte de besos y disfrutar de esos días de vacaciones con vos!
–Igual yo, Princesita.
–Los dos nos lo merecemos, vos porque trabajaste mucho y yo porque me pasé todo el mes de julio estudiando para las materias… y gracias al esfuerzo y a la constancia, aprobé todo. Creo que es hora de que ambos descansemos y nos divirtamos como cada vez que estamos juntos ¿No te parece?
–Ajaps… Lolis…

–¿Qué?
–¿Llevás la mallita?
–¡Claro! Hace un ratito la acabo de poner en la valija. ¿Vos llevás la tuya, la que te regalé?
–La voy a llevar, pero aún no la puse…
–¡Nos vamos a bañar en una pile de agua calentita!
–¿Y vamos a jugar al tiburón y a la Sirenita?
–¡Ay, Papi! ¡Sos un atorrante! Pero si, vamos a jugar a eso y mucho más…
–Bebi…
–¿Mmm?
–Me voy a hacer el equipaje. En unas horas sale el micro y no quiero andar corriendo a último momento.
–Bueno, mi cielo. Nos vemos mañana. Te voy a estar esperando, como siempre. ¡Esta noche no voy a poder dormir de la emoción!

Lolita