LOS SUEÑOS Y LAS FANTASÍAS ADOLESCENTES SE HACEN REALIDAD CUANDO MENOS LO ESPERAMOS
sábado, 16 de abril de 2011
Bodegones y bolichones de La Docta
martes, 29 de marzo de 2011
Vuelo 0891
–en el que todo costaba más caro que en un negocio común y corriente–, nos miramos y pensamos lo mismo: “Y si no viene el avión, ¿cómo salimos de acá?”
–empezó a decirme.
–Después de hoy, a lo mejor se te da por cambiar de carrera y estudiar para piloto de avión.
sábado, 26 de marzo de 2011
Delayed
jueves, 4 de noviembre de 2010
Diario de Lolita: El encuentro
lunes, 1 de noviembre de 2010
Diario de El Profesor: El viaje
Ese primer viaje fue con mi abuelo, a los cinco años, para pasar unos días en la casa de su hijo mayor, mi tío, en Villa Carlos Paz cuando no era más que un pueblito y no la ciudad que es actualmente. La misma Villa Carlos Paz en la que pasamos unos días de descanso en marzo de este año con Lolita.
Aunque no suelo usar el baño del micro, ese primer día me encerré a lavarme los dientes, mojarme un poco la cara para despejarme y ponerme presentable. Cuando salí del baño, el micro estaba pasando por el costado del Hospital San Roque. Estábamos por llegar a la terminal.
martes, 26 de octubre de 2010
Diario de Lolita: El día antes
29 de noviembre 2007 - 14:59 horas
ESTE MENSAJE SE ENVIÓ CUANDO ESTABAS DESCONECTADO:
Lolita: Hola mi vida... No me mandaste correíto... ¿No compraste los pasajes aún?29 de noviembre 2007 – 18:17 horas
De: El Profesor
Para: Lolita
Asunto: Re: Mensaje
Enviado por: gmail.com
Loli, mi Bebé:
Salgo mañana a las 23:45 de Retiro en General Urquiza.29 de noviembre 2007 – 21:43 horas
Llega a las 8:45 aproximadamente a Córdoba.
Plataformas 19 a 29.
Si es muy temprano para vos, no te hagas problemas, que yo me quedo en ese sector esperándote hasta que llegues, ¿sí, mi chiquita?
El domingo, compré el de las 19:45, pero si puedo, cuando llego a Córdoba lo cambio por uno que sale a las 21 pero es coche cama y llega antes que el servicio semi-cama que saqué yo.
Les mandé un correo a los del hotel para que me confirmen la reserva pero no me contestaron. Se los reiteré y tampoco me contestaron. Espero que la hayan hecho. Por las dudas, voy a llamar por teléfono para estar seguro.
Muchos besitos, cushita.
Tu Profesor
De: 54351313xxxx@mms.personal.com.arSólo faltaba un día para poder tenerlo frente a mí y abrazarlo y besarlo como lo había soñado y fantaseado y pensado tantas, tantas veces.
Para: Usuario
Claro que te voy a esperar mi vida. Si yo no llegué, vos esperame sentadito, y no te muevas, ¿Shi, mi amor?
¡Yyyyuuuupiiiiii!
Lolita
miércoles, 19 de mayo de 2010
Casamiento
No-no-no-no… No es que mi hermano no estuviera casado, sino que en su momento él y su mujer contrajeron enlace civil, pero les quedó pendiente la ceremonia religiosa y este año, el del veinticinco aniversario que están juntos, decidieron darse el gusto y llevarla a cabo, como un símbolo de renovación de aquellos primeros votos matrimoniales.
Así que llegó Lolita, con su valija comprimida de tanta ropa que traía, incluidos sus zapatitos de taco alto para la fiesta y dos vestidos, para que yo le dijera cuál me gustaba más y poder elegir cuál iba a usar esa noche.
La ceremonia religiosa se celebraría a las nueve y media de la noche del sábado 15 y luego se continuaba con una recepción para unas cuarenta personas –los más allegados del matrimonio–, que preanunciaba los acostumbrados desórdenes gastronómicos, propios de ese tipo de acontecimientos.
Como es habitual, después de las efusividades mutuas del encuentro, Loli desplegó su Plan General de Operaciones que había preparado para esos tres días y que comentaremos en otros post, y el resto del viernes y el sábado anduvimos de acá para allá hasta que llegó la hora de empezar a prepararnos para el evento.
Loli estaba espléndida con su vestido verde con faja negra, hombros descubiertos, soutien sin breteles, medias de seda de puño ajustable (que me activaron el fetichismo) y zapatitos á la page y a continuación la sesión de peinado (con su nuevo corte rebajado progresivo) y de maquillaje, de manera que cuando yo salí de ducharme, me encontré a la Princesita engalanada como la hermosa mujer en que se ha transformado en estos tres años.
Fuimos de los primeros en comparecer y claro, como suele suceder, empezaron a llegar algunas personas que yo conocía pero a quienes no veía desde hace bastante tiempo y, como era de esperarse, varios metieron la pata hasta el cogote infiriendo el tipo de relación que nos vinculaba con Loli. Sé que es comprensible, de manera que en todo momento tratamos –tanto ella como yo–, de hacer que nadie se sintiera un bobo por suponer mal.
A esa altura de las circunstancias –dato de cierta relevancia, como se verá–, el frío empezaba a hacerse sentir, preanunciándose como “importante”.

Cuando empezó la ceremonia, con Loli caímos en la cuenta que no había ningún fotógrafo profesional contratado (mi hermano siempre tan desbolado cuando se pone nervioso), de modo que tomé la iniciativa y haciendo caso omiso de sus recomendaciones para que no me cayera de bruces en el piso, me llevara por delante los jarrones con flores o –lo que hubiera sido mucho peor–, hiciera caer de su pedestal la imagen de la virgen que da nombre a la capilla, empecé a ir de un lado para otro (mirando muy bien adónde pisaba), y procedí a tomar la mayor parte de las fotos de la ceremonia religiosa, cosa que los novios agradecieron.
Después de saludar en el atrio –y tomar bastante frío–, y dado que la mujer que hace las veces de capellán cerró las puertas de la iglesia más rápido que un bombero, partimos para el lugar de la fiesta, ubicado a unas cuantas cuadras, repartiéndonos en todos los autos disponibles.
Nuevamente con Lolita volvimos a hacernos cargo de la sesión fotográfica de la entrada de los novios, hasta el momento en que nos acomodamos en las mesas preparadas para el evento y los encargados del catering, comenzaron a repartir comida a lo pavote. Porque eso sí, mi hermano en ciertas cosas es un tradicionalista de esos que piensan que ninguna fiesta merece considerarse como tal si no hay cantidades ingentes de comida.
Y nada de bocaditos y sandwiches de miga del tamaño de pañuelos de mujer, no, no. Hablamos de unos exquisitos y considerables sánguches de un apetitoso matambre casero, y/o colita de cuadril a la parrilla servida como fiambre.
A continuación, y como pièce de resistance, un exquisito pan de pizza seguido de focaccia y una amplia variedad de gustos de pizza a la piedra. Una verdadera ordalía de carbohidratos y farináceos.
–Gordi… largá la pizza –me dijo Loli, en cierto momento, cuando yo estaba zampándome la variante Capricciosa pero sin berenjenas y con muchas aceitunas negras, y me hizo una caída de ojos de esas tan encantadoras, tan de ella, que lo dicen todo.
Me quedé sin probar la de espinacas frescas y la de rúcula con huevo duro y no sólo por la sugerencia de Lolita, sino porque ya no podía comer ni una porción de pizza más. ¡Ufa!
A continuación, y para quemar todas las calorías súbitas que proveen los hidratos de carbono, y como se supone que tiene que suceder en todo casamiento que se precie de tal, empezó el baile con cumbia y… cuarteto cordobés.
¡Oh, Dios! ¿Nos pueden imaginar a Loli y a mí sacudiéndonos al ritmo del cuartetazo?
No sé cómo fue que me animé, quizás porque como dijo ella debe ser que la amo muy mucho, como para avenirme a bailar ese tipo de música popular.
A las cuatro de la mañana, luego de haber hecho sociales, consumir una considerable cantidad de Coca-Cola Light, recibir el souvenir que regalaron los novios, esperar a que cortaran la torta y sacarnos la foto con ellos, decidimos que era hora de hacer mutis por el foro y salir a la intemperie, donde nos esperaba el frío importante que se había anunciado a la salida de la iglesia.
Un rato después, entrábamos corriendo en mi casa, buscando el acogedor calorcito interior y la cama, donde terminamos nuestra actividad, haciendo cucharita.
–Gordi… –dijo Loli, pegándose más a mi cuerpo para darse calorcito.
–Mhh-hh…
–La pasé muy bien en el casamiento, ¿sabés?
–¿Sí? Qué bueno, mi dulce, yo también…
(…)
–Papi…
–Mhh-hh
–¿Puedo preguntarte algo?
–¿Mhh-hh?
–Suponé que pueda ser, ¿no? ¿Nosotros también vamos a casarnos así? ¿Vos vas a querer?
–¡Claro que sí, mi vida! Si la vida nos regala vivirlo, vamos a casarnos así. ¿Cómo no voy a querer?
(…)
–Gordi…
–¿Mhh-hh?
–Me gusta hacer cucharita con vos cuando hace frío, ¿sabés?
–¿Por qué cuando hace frío, Loli?
–¡Porque sos un hornito, mi amor! –dijo, pegándose más a mi cuerpo y acomodándose entre mis brazos.
Cómo les cuento que nos despertamos el domingo pasado el mediodía y tomamos el desayuno casi a las dos de la tarde.
El Profesor
Foto: by Lolita
PD: ¡HEMOS LLEGADO A LAS CIENTO CINCUENTA MIL VISITAS!
miércoles, 24 de marzo de 2010
2x1 en pastas
Una vez que entramos, nos acomodamos, dejamos los bultos, nos pusimos ropa cómoda y dimos una vuelta por la infraestructura hotelera para ver de qué se trataba, decidimos salir a caminar por el lugar para conocer más a fondo todas sus posibilidades.
Había un lindo sol en el cielo y el calorcito era importante. Con el Profe ya estábamos soñando con el chapuzón que nos íbamos a dar en esa enorme pileta y en ese jacuzzi climatizado que habíamos visto (una de las tantas instalaciones del hotel) cuando regresáramos.
Era casi el mediodía, habíamos caminado bastante y nuestros estómagos reclamaban ser llenados con algo de manera urgente.
–Papi…
-¿Qué, Bebi?
–¿A vos también ya te entró el hambrecito?
–La verdad que si, tengo un agujero negro por acá y me está empezando a hacer un ruidito…
–¿Y qué podemos comer?
–Ahora, si queremos ir a esa hermosa pileta, podemos pasar por el súper, comprar lo necesario y almorzar en una de esas cómodas mesitas con sombrilla que están junto a las piletas, Loli.
–Es cierto… ¡Me parece bárbaro! ¡Hagamos eso, papi!
Íbamos camino al súper, pero cuando pasamos por un restaurante de donde salía un delicioso aroma a pastas y en la puerta, en un cartelito se anunciaba: “Hoy, día de pastas”, nos detuvimos a mirar.
–Mmmm… mirá Papi… qué rico. A la noche podemos comer pastas. ¿Qué te parece?
–Estaría bueno. A mí también me dio el antojo.
Seguimos camino, entramos al súper y compramos una gaseosa, fiambres y pan para hacernos sándwiches. El Profe también quiso unas papitas saladas para la “picadita”.
Cuando estábamos en la caja pasando los productos, y una vez que el Profe terminó de pagar, la señorita que nos cobró nos entregó un papelito de promoción.
–¡Mirá! ¡2x1 en pastas para el restaurante Il Gatto!
–¡Qué bueno! ¡Podemos ir hoy mismo!
–¡Qué coincidencia!–Dije contenta- Il Gatto es medio caro, papi, pero es un restaurante muy fino y se come rico. Nos conviene ir con este 2x1.
Así que esa noche, nos dirigimos allí y nos sentamos en una mesita muy cómoda ubicada al aire libre.
El servicio fue excelente y la comida ni que hablar. Un manjar. El profe disfrutó de una lasaña de carne y verduras, y yo de unos ravioles cuatro quesos. Parecía poco a la vista, pero nos dejó más que satisfechos.
Cuando llegó la cuenta, yo la tomé y me puse a revisarla para comprobar que realmente nos hubieran cobrado al precio de uno. Eso estaba bien, pero…
–¡Gordi!
–¿Qué, mi amor?
–¿Te cobran los cubiertos? ¿Ocho pesos de cubiertos?
–Mmmm…
–¡Nos hubiéramos ahorrado esa plata y les decíamos que no queríamos los cubiertos, que no los necesitábamos!
El Profe largó una tremenda carcajada ante mi ocurrencia.
–¡Ay, Loli! ¡Por Dios! ¡Sos terrible!
–Ji, ji, ji…Podríamos haber evitado este gasto diciendo que nosotros pertenecemos a un clan o a una tribu muy especial que come con las manos… hubiéramos necesitado un paquete entero de servilletas para esta comida, pero nos ahorrábamos ocho pesos…
El Profe no paraba de reírse, y yo también empecé a tentarme con mi chiste. Terminamos riéndonos juntos de la broma.
Luego de dejar el lugar, nos fuimos caminando de la mano en esa noche hermosa de verano que invitaba a los momentos más románticos. Nos volvimos al hotel luego de sacarnos el gusto de comer pastas y de aprovechar una increíble oferta de 2x1.
Lolita.
sábado, 20 de marzo de 2010
Amigo infiel
Macanas.
La noche del viernes 12 llovía en Carlos Paz, cuando con Loli, famélicos ambos, salimos en busca del restaurante que habíamos elegido ese día y que nos sorprendió por la calidad de los platos y lo moderado de los precios, pese a que yo tenía el recuerdo de otras épocas, en las que en ese mismo lugar se comía muy mal y a la hora de pagar, lo asaltaban a uno a punta de pistola. La gente cambia y los lugares de comidas, también.
Cuando pasamos juntos esos días de cada mes, y como soy consciente que hasta el próximo no voy a poder hacerlo, trato de darle a Loli todos los gustos. Y entre todos ellos, está el helado después del almuerzo y de la cena.
Lolita, con sus modos suaves y persuasivos y su constancia, consiguió que yo retomara el gusto por los helados, que había perdido en algún recodo del camino. Así que ahora, en vez del clásico de “dos bochas” de Grido, por lo general compramos un cuarto kilo y lo despachamos entre ambos, porque tenemos gustos parecidos.
Hay que mencionar que Loli es casi una degustadora profesional de helados y, en lo posible, de helados artesanales, respecto de los cuales es una verdadera experta.
De manera que ahí estábamos, en una heladería artesanal del centro, sentados en la vereda (pese a que estaba bastante fresco), zampándonos un cuarto kilo de helado de naranja, frutilla y melón, cuando apareció él, y se quedó parado al lado mío mirándome con esa insistencia propia de los perritos de raza Can Street que andan sueltos por la ciudad.

–¿Qué andás haciendo por acá, perrito? –le pregunté.
Como es de esperarse, no me contestó, pero siguió mirándome con esa carita de “Dame algo de comer, macho, que estoy famélico...” Así que con la parte de atrás de la cucharita saqué un poco de helado de frutilla y se lo di a oler porque los perros primero huelen y después se lo zampan.
–¡Paaaaapi! –dijo Loli–. ¿Qué hacés? ¿Cómo le das con tu cucharita?
–Fue con la parte de atrás, Loli... tranquila.
Parece que lo que olió y le cayó bien, porque acto seguido se acercó un poquito más y le metió un lambetazo, y otro... y se lo comió.
Yo pensé –iluso de mí–, que el helado frío no iba a gustarle. ¡Qué no! Le gustó ¡y cómo!
A partir de ese momento, el babau se acercó más sin dejar de mirarme.
Resultado: ligó como cinco o seis cucharadas de helado del fondo... ¡Y quería más!
–¡Uh, Loli! –le dije–. ¿Y ahora cómo hacemos para que no nos siga?
–Nu she...
–¡Quiere más helado!
–¿Para qué le diste, Papi? ¡Te lo dije!
Yo me imaginé –otra vez, iluso de mí–, que esa fidelidad que tienen los perritos iba a hacer que nos siguiera hasta el hotel y ya estaba empezando a pensar en un plan para perderlo cuando pasó otro perro.
Se miraron. Se ve que ya habían sido presentados y que se conocían de antes.
Me los imaginé en un diálogo como éste:
"Qué hubo, che?".
"Acá, con este tipo que me hizo probar esto que me gustó".
"Bueno, dale, seguí, te espero".
El babau me miró a mí como si me dijera: “¡Uh, che! ¿No hay más helado?” y yo le mostré el recipiente vacío.
Se acercó más, lo olfateó, le pegó una última lambida y... se fue siguiendo al otro perro que debía ser su amigo de la calle.
Moraleja: los perros callejeros de las sierras cordobesas, son los amigos más infieles del hombre... y los más interesados (Mhhh-hh).
Con Loli nos volvimos a paso rápido al hotel antes que se largara a llover otra vez y porque el frío, estaba empezando a ser importante.
El Profesor
Foto by Lolita
martes, 16 de marzo de 2010
Pocima mágica
Ambos nos ilusionamos con ese primer encuentro. El abrazo, el beso y el compartir un rico desayuno temprano por la mañana, mientras conversamos de las novedades y hacemos planes para los días que tenemos por delante.
Aunque todavía era temprano para el check-in, fuimos hasta el tradicional hotel al que ya nos habíamos acostumbrado (y al que nunca deberíamos haber reemplazado) donde una vez más, nos recibieron con una sonrisa y una cálida bienvenida. Sí, después de varios meses que no íbamos, ¡todavía se acordaban de nosotros! Nos permitieron entrar mucho más temprano de lo acostumbrado y hasta nos llevaron el desayuno a la habitación.
Entre la alegría, las fuertes emociones, los mimos, arrumacos y demás efusividades del encuentro, pasaron cerca de seis horas así que, obedeciendo a nuestros primitivos instintos de supervivencia, marchamos hacia un restaurante de la peatonal transformado ya en nuestro habitual lugar de almuerzo del primer día.
Luego que terminamos de comer el rico menú del día acompañado con dos Coca-Cola Light y el diario para leer y comentar las noticias, nos fuimos a caminar en dirección al hotel, dispuestos a echarnos una reparadora siestita, amén de lo que fuere menester, dadas las circunstancias.

Creo, queridos lectores, que hay algo que no mencioné en ningún post anterior y es el hecho de que El Profe, desde ya hace un mes, y porque yo se lo regalé ante su sugerencia, está haciendo una suerte de tratamiento en base a la ingesta diaria de la jalea real, una cremita que, al parecer (me consta y doy fe), tiene poderes mágicos de rejuvenecimiento y mantenimiento de la buena salud y que conseguimos en un criadero de abejas en uno de nuestros paseos de febrero.
Íbamos tranquilos y caminando tomados de la mano, cuando de repente mi Gordi vio un local de dietética y productos naturales. Se acercó a la vidriera y empezó a mirar.
–Mmm… caramelos de propóleo, baba de caracol, barritas laxantes de ciruela…
–¿Qué buscás, mi amor?
–¿Acá no tendrán jalea real?
–Mmm… sí, quizás. Sería cuestión de entrar y preguntar.
–Porque no quiero quedarme sin reservas cuando se me acabe la que tengo ahora.
–Entremos, Pa –le dije, tirando de su mano.
Adentro, una señora mayor, clienta ella, estaba guardando la mercadería comprada y ya se estaba yendo.
–Buenasssss –dijo el Profe con su habitual buen humor.
–¿Cómo le va, señor? –contestó cortesmente la vendedora.
Él echó un vistazo a todo el negocio mirando en los estantes y en el mostrador. Finalmente preguntó:
–¿Tiene usted la pócima de la eterna juventud?
La dueña no pudo evitar fruncir el ceño.
–No, aquí no la tenemos, caballero.
–... También llamada “jalea real” –agregó.
La señora mayor, que estaba a punto de retirarse, abrió muy grandes los ojos y exclamó, en tono bajito pero audible:
–¡Qué bueno eso! –Me pareció que quedó bastante entusiasmada y creo que quizás volverá en algún momento a comprarla para verificar el potencial de sus propiedades.
La vendedora buscó detrás del mostrador y sacó una cajita pequeña.
–¡Ésta es! –Dijo El Profe, entusiasmado, al reconocer el envase–. ¿Vio? Es la que me ayudó a llegar en estas condiciones a los ciento trece años…
A mí se me escapó la risita. ¡Siempre él tan creativo!
–Ah, ¿no me diga? Yo le daba apenas ciento nueve… –Le contestó la simpática dependiente, siguiéndole el tren
–No, no, tengo esta edad que usted puede apreciar, y me siento muy joven y vital.
–Me parece muy bien señor –contestó la joven–. No muchos tienen esa posibilidad…
Luego de cruzar unas cuantas palabras más en tono de chiste, mi Gordi pagó la mercadería y nos fuimos.
–¡Mi vida, sos terrible! ¡Cómo me hacés reír!
–Jejejeje… –Se rió travieso–. Quería conseguirla para seguir estando tan bien como hasta ahora… desde que empecé a tomarla, esa jalea real nos ha traído muchos beneficios… ¿No te parece, Loli?
–Si, es cierto Papi, muy cierto… ¡estás cada día mejor!
Lolita