sábado, 28 de febrero de 2009

El Papanicolau y la Colcospo... Copolspo...

–Hola chiquita... ¿Cómo estás?
–Bien... un poco cansada de esperar allá afuera... (Estuve más de dos horas esperando ¡Ufa!)
–Y sí... bueno... ¿Qué te trae por acá?
–Me voy a... tengo que hacerme un Papanicolau.
–Ah... ¿Por algo en especial?
–No, simplemente porque ahora ya soy mujercita y mi novio opina que ya tengo que aprender a cuidarme, como parte de mi crecimiento...
–Ah, ¡mirá vos qué chico inteligente!
–No, no es un chico.
–Ah, bueno, qué buen hombre entonces, al recomendarte esto.
–Y... ¿para cuándo podría darme turno..?
–Ahora mismo te lo hago.
–¿Qué? ¿Cómo? ¿Ahora, ya?
–Si, dale, sacate la ropa en ese bañito de ahí y ponete la bata que está colgada. Después acostate en aquella camilla.
Entré y seguí sus indicaciones. Luego salí, mirándome.
La bata me quedaba como si me hubiera puesto la camiseta de un gigante.
–Me queda un poquito grande... –le comenté.
Sonrió.
–No importa... es sólo para cubrirte.
Me acosté en la camilla un poco tensa y nerviosa (bueno, “un poco” es una forma de decir). Era la primera vez que hacía eso.
–Doctora...
–¿Sí?
–Tengo miedo. Esto no me gusta nada.
–Tranquila, que no duele y es sólo un ratito.
Veía cómo se ponía esos guantes blancos elásticos y abría una bolsita de plástico.
–¿Y ahora qué me va a hacer?
–Mirá: ahora vos vas a abrir las piernitas, te vas a relajar y te vas a poner flojita para que yo pueda ponerte esto... (¡Uyyyyyy, nooo!)
–¿Eso tan grande? (¡Uhhhh! ¡No me entra eso!)
–¿Querés el que se usa con mujeres que ya tuvieron cinco partos? (¿Hay más grandessss?)
–No-no-no-no-no, no, mejor no.
–Éste es el más chico. (¿Cómo será el más grande, Dios mío?)
–¡Ay, noooooooooo! (Me mostró el más grande. ¡Un horror!)
–Dale, a ver... flojita. Respirá profundo y pensá en cosas lindas...
–¡Ay! ¡Ayyyyyy! ¡AAAaayyyyyYYYYY! ¡Ay, ayayayayayay! ¡Sáqueme eso! ¡Duele! (¿No te das cuenta que no puedo pensar en cosas lindas con lo que me estás metiendo?)
–Nooo, tranquila... ya termino... Vamos, flojita, porque si te ponés tensa me cuesta más.
–¡Es que due-LE! ¿Por qué me mintió? ¿Por qué me dijo que no dolía? ¡Ay, ayayayayayayayay!
–Quizás te duele porque contraés los músculos. Vamos, dale. Relajate... además... ¿No dijiste que ya habías tenido relaciones?
–Sí ¡Pero no así! ¡No con un aparato como ése!
–A ver contame cómo te va en el colegio...
–¡Ay! Bien, bien... me va... ¡Ay! ¡Pero ahora no puedo pensar! (¿Cómo puedo pensar en el colegio ahora? ¿Ehhhhhhhhh?)
–Ya termino, ahora tengo que tomar una muestra.
–¿Una muestra?
–Sí, una muestra. Se llama Colposcopía.
–¡Ay, no! Pero... ¡yo no le pedí la Colcoscopía!
Se rió..
–Pero se hace siempre...
–Pero no me gusta... ¿La polcoscopía viene de regalo? ¿Es como un combo? ¿Siempre la hacen así de prepo?
–Sí, es para poder analizar que no tengas bichos raros...
–¡Ay, ay! ¡Ayyysss!
–Ya está... Listo. Tranquila que ya terminamos.
–¡Por fin! ¡Qué tortura! No me gustó. No creo que me haga un Papanicolau nunca más... y menos que menos la Colcoscopía.
–Col-pos-co-pía, mi vida.
–Bueno, eso.
–Los análisis van a estar listos el martes, ¿sabés?
–Si, doctora. Ese día vengo a buscarlos y a ver lo de los bichitos...
Y me fui, ese primer día, con una sensación extraña entre las piernas y sintiendo una molestia adentro... ¡Ufa! ¿Por qué a los hombres no les hacen polcos... cospolpo... ¡Bueno, ESO!

Lolita

Foto: © Rainer M. Guillessen

viernes, 27 de febrero de 2009

Curso para Lolitas

¡10 TIPS A TENER EN CUENTA!
(Sólo si tu chico superó la edad dorada de los 50)


1- Es posible que tu mamá te envidie –aunque lo niegue y diga que ella es “Una señora de Principios Morales” (ni esperes que lo reconozca)–, por estar con un hombre que más bien podría ser su amante que el tuyo.
(Preparate, porque vas a encontrarte con un montón de minas no tan viejas que hasta ayer eran “desprejuiciadas” y “comprensivas”, que se van a horrorizar como viejas chusmas cuando se enteren. Son las peores).
2- Puede ocurrir que desde tu “primera vez” ya no puedas ni asomarte a la calle porque atraerás como un imán a todos los señores mayores que es como que se “huelen” que sos una Lolita consumada.
(Sugerencia: mantenerse lejos de las obras en construcción, de las colas de los bancos y de los compañeros de trabajo pelados y con cara de agreta. También de los que andan por los treinta, están casados y se hacen los superados. Por lo general son maridos de las "desprejuiciadas" y se babean por una Lolita. Claro, la mujer no lo sabe).
3- Quizás al principio tu padre –si se entera de tu condición de Lolita y llega a conocerlo– se resista a aceptar un futuro yerno al que tiene que tratar de “Usted, señor fulano de tal”, porque es más grande que él.
(Si lo ves muy reacio, te recomiendo que le digas que es un experto en vinos, que sabe un montón de cine, y que le consigas un buen analista... a tu papá, claro).
4- Por un tiempo especialmente al principio (tranquila, no dura mucho tiempo), y por vergüenza o prejuicio ajeno, tendrás que aparentar ser la hija... o la nieta. Verás qué te resulta más excitante. La variante “sobrinita”, no está nada mal. Doy fe.
5- Tal vez te lleve un tiempo aprender qué medicamentos toma, qué le prohibió comer el médico y qué actividades no puede realizar. Eso no quiere decir que tenga que estar en un geriátrico, ni mucho menos. Una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa (y nada es gratis en la vida, o sea: al que quiera celeste, que le cueste).
6- Lo más probable es que te cueste acostumbrarte a que los suegros ya no existen, el cuñado por poco te triplica la edad, los sobrinos tienen la tuya (y te quieren apretar en la fiesta de cumpleaños creyendo que el tío no se da cuenta) y que ahora ya has asumido el rol de “madrastra” de hijos de él mucho mayores que vos, y el de “abuelastra” de unos cuantos nietos, sin siquiera haber superado la adolescencia (es una extraña sensación, lo admito... al principio, me daba cosa).
7- Quizás pierdas la paciencia cuando intentes enseñarle cómo se usa un celular, adónde hay que “apretar” para sacar una fotografía digital o cómo se pueden bajar las canciones de la compu al Mp4.
(Todas cosas que, por lo general, no le interesan en absoluto, no las usa y lo tienen sin cuidado. Él está más por el lado de los libros, cocinar, hacer caminatas, ir al cine... cosas simples, ¿viste?).
8- Deberás tolerar ciertas cosas, a saber: a) no poder lucirlo en un boliche repleto de teens (nadie más prejuicioso que los adolescentes que, sin embargo, detestan los prejuicios); b) que se niegue a subir a ese juego del parque en el que hay que quedar cabeza abajo (¿Se llamaba “El Martillo”?); c) que no le atraiga quedar hipnotizado (e idiotizado) frente a un juego electrónico para competir en la carrera de autos virtuales con los novios de tus amigas.
(O, lo que es peor, con el idiota del novio de tu hermana mayor, que es un gordo grasiento que deja los sandwiches a medio comer, el muy guarango, pero que se las da de piola sólo porque tu hermana perdió las esperanzas de conseguir a alguien como tu chico).
9- Probablemente vivas excitada todo el tiempo (Sí, sí, ¡Síiii!) y empieces a pensar que te pegó fuerte la ninfomanía, debido a que lo deseás a cada rato. En este punto, debés tener en cuenta que él puede complacerte sólo un número limitado de veces (sin usar la “pildorita”, porque así no vale). Aunque no hay que descartar las “proezas”.
(Entiéndase por “proeza” más de cuatro veces al día y/o dos seguidas con un breve descanso para reponer energías).
10- Con seguridad te vas a pasar varias noches sin poder conciliar el sueño pensando en tus predecesoras y en los celos que te causa que lo hayan tocado, acariciado, mimado, montado y... (¡Grrrrr! ¡Ay! ¿A dónde están que las descuartizo?). Pero, si te lo pensás bien, vas a terminar agradeciéndoles que ya pertenezcan al pasado.

Lolita.

Foto: © Filipe Pereira

jueves, 26 de febrero de 2009

Mi mejor maestro

Desde que lo conocí, mi querido Profesor se responsabilizó de mi educación y se encargó de darme unas cuantas lecciones importantes.
Me enseñó que el amor cuesta, pero que es justo que cueste porque así uno lo valora más.
Me reveló que hacer el amor es un arte y produce un placer indescriptible y que cuando se comparten las caricias con la persona que amamos y que nos provoca las más gratas sensaciones, se transforma en regocijo de los sentidos y una caricia para el espíritu.
Me hizo notar que las mujeres que tienen el labio inferior un poquito más grueso que el superior son las más sensuales (¡Yo estoy en esta categoría!) y que la palabra “hembrita” es una hermosa manera de llamar a una mujer.
Me explicó que los hombres pueden amar mucho aunque no lo manifiesten a cada momento y que querer de verdad al otro no es repetirlo a cada rato, sino que tiene que ver con cuidarlo, protegerlo, darle lo mejor de sí y no tenerlo para satisfacer deseos egoístas.
Me instruyó en cómo disfrutar del sexo, del descubrimiento del otro y de uno mismo, de la unión... ¡sin necesidad de consultar el Kama Sutra!
¡Me enseñó tantas cosas!
De él aprendí cómo usar los cubiertos correctamente, cómo se toma una taza para no correr peligro de que se caiga y... cómo hay que disimular para que la dejen a una entrar a un hotel alojamiento, siendo aún menor de edad.
Me instruí en cómo caminar con más elegancia y a pararme más derechita, a usar perfumes franceses y a ponerme apenas una rociada en ciertos lugares estratégicos de mi cuerpo, porque son muy persistentes y los demás lo perciben, aunque una no se lo huela.
Descubrí que tener “sexo oral” en realidad no era “hablar de sexo”, como yo creía. Que después de haber tenido relaciones no se me iban a ensanchar las caderas (como me había jurado y perjurado una amiga compañera del colegio). Y que los espermatozoides no “trepan” por las sábanas buscándome, como yo imaginaba, porque así me lo hicieron creer.
De él asimilé la firmeza de carácter, el valor de la generosidad, el mejor modo de enfrentar las situaciones y la importancia de ganarse el respeto de los demás y el afecto de quienes nos interesan.
Él me ayudó a comprender que más divertido que reírse de los demás, es reírse de uno mismo y de las pequeñas vicisitudes cotidianas, y que la autoestima es uno de los bienes más importantes que podemos conseguir para una vida más digna.
Con él desarrollé el gusto por la buena ropa, los accesorios femeninos, la paella de mariscos, los objetos finos, los detalles delicados, el placer del buen sexo cuando se practica con pasión y el probar y experimentar todo lo de nuevo y maravilloso que nos depara la vida.

Lolita.

Foto: © Michael Tarasov


miércoles, 25 de febrero de 2009

Va de nuevo...

–Papi...
–¿Mhhh?
–¿Sabés que yo te amo?
–Mhhh...
–¿"Mhhh" es una respuesta?
–Sí.
–¿Sí, qué?
–Que sí.

–¿"Que sí", qué?
–Que sí, mi Lolis. Que yo sé que me amás.
–Ah.

(...)
–Papi...
–¿Mhhh?
–¿Y vos me amás a mí?
–Mhhh-hhh...
–¿Qué es “Mhhh-hhh”?
–Que sí, que te amo.
–Ah...

(...)
–Papi...
–¿Qué, Frutillita?
–Pero… ¿vos me amás como yo te amo a vos?
–No... Yo te amo como yo. Vos me amás como vos. ¿Entendés lo que quiero decir? Somos dos personas diferentes y, por lo tanto, amamos diferente.
–Mjm...

(...)
–Papi...
–¿Qué, mi vida?
–¿Vos me amás como vos igual que yo te amo como yo?
–A ver cómo es eso... ¿con la misma intensidad, querés decir?
–Shi...
–Pues... no sé... Sé que te amo. No tengo el “intensiómetro” para medir si las intensidades son iguales.
–Ah...

(...)
–Pero, Papi...
–Mhhmm...
–Pará un poco y contestame. Mirame.
–¿Te contesto o te miro?
–Mirame y contestame...
–¿Qué querés que te conteste, bebé?
–Si vos me amás a mí con intensidad parecida a la mía... ¿quiere decir que todo lo que hacés es para que me sienta feliz, no?
–Bueno, hago lo que puedo...
–Shi...
–Shi, Lolis... ¡Mñññuiickkk!
(Yo, dándole un beso en el ombliguito.)
–Tonzez... zi quedéz que me zienta feliz... Y zi sho te pido algo... ¿voz lo vaz a hazed pod mí?
(Lolita, acariciándome el cabello, poniendo trompita, muy mimosa y haciendo mohínes.)
–Si puedo...
–Shi, podés...
–¿Y qué es lo que querés que haga para que te sientas feliz, Lolis?
–¡Que me dejes que te saque esos pelos feos de las cejas y los granitos de la espalda!
–¡Uhhhh, nnnnnno!
–Dale, dale, dale... ¿Podqué no? ¡Dale! ¡Porfissss!
–¡Porque duele!
–¿Qué va a doler? ¡No duele! Dale, dale... a ver... ¡Sacá esa manito de ahí! ¡No seas cagueta!
–No, no, en serio, duele cuando... ¡Auch!
(Lolita concentrada en mi entrecejo, con la pinza de depilar, que apareció como por arte de magia, arrancándome dos pelitos que ofendían su sentido de la estética capilar masculina.)
–¡Shhhhts! ¡No te quejes que ya está..!
–Pero Lolis...
(Lolita empujándome para que me ponga de espaldas en la cama.)
–Pero nada... ¡Y no te quejes porque empiezo a gritar que me secuestraste y me estás violando!
–¡Lolis! ¡No! ¡Auuch! ¡Duele!
–¡Shhhhhtts! Calladito la boca. Que si se porta bien y se deja sacar los granitos y los puntos negros, después va a tener su premio...



(Después de media hora de padecimiento...)
–Papi...
–Mhhhmmmmm.... ¡Mhhhhmmmm!
–¡Qué rico que me comés la xxxxxx*...! ¡Más! ¡Ayyyy! ¡Qué lindooooo! ¡Seguí, dale! ¡Seguí assssí! ¡No paresss noparesnoparesnoparesno..! ¡Ayyyy! ¡Asssssíiiii!

(Reproducción más o menos textual de un diálogo de domingo a la tarde de lluvia, después de una ligera siesta y antes de ver una película en DVD en la cama, comiendo sánguches de miga de jamón y queso tostados con agua Ser sabor Citrus. Por lo general, después, siempre nos da hambre y sed.)
Y ahora me vuelvo a la cama, porque se enfrían los tostados.**

El Profesor

* En este blog no se puede escribir este tipo de expresiones, sepan disculpar a Lolita por decirlas y a mí por reproducirlas.

** Post publicado por error en nuestro "rincón guarro" (I´m sorry!)



Foto: by Lolita & El Profesor


martes, 24 de febrero de 2009

¡Es tan, tan tan..!

(¡Uyyyyyyy! ¡Que me lo como todo!)
El Profesor tiene algunas cosas que me causan mucha, pero mucha-mucha, gracia.
Es que él es, por principio, un hombre de muy buen humor y gracioso.
Por ejemplo, su cama: por un lado, tiene detalles que son casi de mujer obsesiva: plancha las sábanas, la funda de la almohada y la de los almohadones y todo huele a perfumito (o a Shuavecito)... pero el colchón, está hundido del lado en el que suele dormir. Por eso, por lo general, me despierto durmiendo arriba de él (No, del colchón, no... arriba de su cuerpo).
¡Y la esponjita! (¡Ayyyyyy, cushitttoooo!) Sí, usa una de esas esponjitas exfoliantes de color rosa (jura que cuando fue a Pharma City a comprarla no había celeste) con la que se baña. Verlo refregarse con la esponjita, me da cosita en el corazón. Con la misma esponjita me baña a mí.
En invierno, o cuando se pone pantalones de vestir, usa esas medias finitas –parecen medias femeninas para pantalones–, azules o verde botella. Ningún otro color. Y como dice que no le creo que son de hombre prometió llevarme al local donde las compra, para que vea que se llaman “medias tubo” y que no son de mujer (En cualquier momento me lleva y obliga a la vendedora que me explique que son medias unisex, yo lo conozco...)
Me divierte ver cómo, cuando se despierta, tiene el pelo canoso todo alborotado y se refriega los ojitos con el dorso de la mano para despertarse. ¡Parece un nene!
Y me derrite ver cómo le brillan los ojos cuando me hago la bebota y me tapo el plumón con una mano, me pongo los deditos de la otra mano en la boca y le digo:
–¡Papi! ¿Qué me estás mirando?
Mi Profe es tan, pero tan gracioso, que es capaz de ponerse a pasar, desnudo, la aspiradora industrial por todo el piso alfombrado, después que hacerme el amor, después que se fueron todas las visitas (Porque dice que detesta pisar miguitas).
Me causa mucha gracia ver el tremendo desorden (despelote, bueh) que tiene en los cajones del escritorio y la montaña de papeles y libros apilados que se acumulan sobre su mesa de trabajo y por todos los rincones del piso al alcance de su mano (Él dice que están en "equilibrio inestable" y que esa es la condición de todos los objetos en este mundo por el doble juego de la ley de inercia y la de acción y reacción).
El día que se me ocurre poner orden y arreglarlos, pone cara de condenado a la horca o de carnero a punto de ser degollado.
–Pero Papi –le digo, suavecito–, hay que ordenar un poco o se cae todo...
–¡Noooo! ¡Si me movés un papel, MEMATÁSSSS! –gime, desesperado, como un agonizante y empieza a manotear todo para que yo no lo corra de lugar.
Me hace reír a carcajadas cuando canta por la calle a voz en cuello o hace unos ridículos pasitos de baile, acompañándolos con los brazos y las manos (como Palito Ortega bailando el twist y cantando “¡Tu tieeeeenes, una sonrisa contagioooooooosa...!”), aunque esté cruzando una avenida con el semáforo en verde para el tránsito vehicular o en medio de una plaza donde todos se dan vuelta para mirarlo.
En la última fiesta que organizamos, apurado como estaba para que se fueran los invitados, empezó a preparar paquetitos para que todos se llevaran, con sanguichitos de miga (había comprado como para cincuenta personas y éramos catorce) y se puso a cortar la torta (habían traído dos tortas gigantes, y él detesta tirar comida), y terminó con los mocasines de gamuza todos decorados con copos blancos de crema, fetas de queso, trocitos de aceitunas y una que otra anchoa.
Si vamos a tomar un helado un día de calor, el de él se derrite más rápido de lo que tarda en comerlo y ¡Zas! ¡Por lo menos una mancha va a la remera o a la bermuda!
Ir a un negocio a comprar ropa con mi Profesor, es para gente osada, desprejuiciada, valiente y habituada a las emociones fuertes.
Yo, me descostillo de risa cuando veo la cara que pone si no hay lo que él quiere (porque o no tienen su talle o porque tienen su talle pero en un color que detesta).
Mejor que a el/la vendedor/a no se le ocurra mostrarle otra prenda que ofenda su criterio estético, porque arruga el ceño, le cambia la cara como a Mister Hyde y la expresión como al Increíble Hulk (es capaz de ponerse verde).
Se lleva las manos al cuello como si se estuviese ahogando con una espina de pescado y de su boca sale una especie de gemido parecido a:
“¡Aagggggg! ¡Aggghhhhh! ¡Gffffffffff!”
Si el/la vendedor/a se sobresalta o lo mira con cara de “¿Y a éste qué le pasa?”, balbucea un “¡No-no-nononono! ¡Gracias, gracias, gracias!” y sale del negocio a velocidad de maratonista en las Olimpíadas.
Y me da mucha ternura el último día que pasamos juntos: por lo general, después de mimarme a rabiar y de comprarme todo lo que me gusta, me muestra la billetera que contiene monedas y algún que otro billetito, y con esa carita de inocente que tiene me pregunta si va a alcanzar para:
a) Dos desayunos completos, con café doble y repetido;
b) Dos entradas al cine;
c) Almuerzo para dos en nuestro restaurante preferido;
d) El taxi para traslados;
e) Mis barritas de cereal (por lo menos dos, una de manzana y otra de durazno)
... y dos gaseosas light para llevar a la habitación... para después.
¿No es un tierno, mi Profesor?

Lolita

Foto: © Francois Benveniste

lunes, 23 de febrero de 2009

Doce reglas a cumplir...

... para poder amar a un Profesor.
En este tema, que es de por sí complicado, he pensado que deben existir algunas reglas a cumplir. Estas son mis propias reglas, las que yo aplico para poder amar a un hombre mayor, a saber:
Regla número 1: Aceptar al otro a pesar de que a veces diga o haga cosas ridículas en medio de la avenida más transitada de la ciudad y con todo un grupo de espectadores observándolo (La mayor parte, escandalizados).
Regla número 2: Solucionar cualquier conflicto que se suscite en la pareja con ternura y sin gritar. Darse lugar para expresar sentimientos y emociones desagradables sin enojarse. No vale guardárselo, corriendo el riesgo que se transforme en rencor (¡Grrrr! ¿Por qué tuvo que haberse casado antes de que yo naciera?).
Regla número 3: No alejarse, ni enfurruñarse ni empacarse (ninguno de los dos, ¡ojito, eh!), cuando las cosas se ponen complicadas y los sueños en común parecen tan difíciles de llevar a la realidad.

Regla número 4: Comprender que las personas mayores van a un ritmo más lento que nosotros, los jóvenes, que todo lo hacemos mucho más rápido. Suele darles vértigo (¿No es verdad, mi amor?).
Regla numero 5: Dejar pasar por alto el hecho que él desobedezca, alguna vez, aquellas cosas que, por su propio bien, le prohibiste que hiciera
(¿Estuviste fumando otra vezzzzzzzzzz?).
Regla número 6: Desearse todos los días, a toda hora y tomarse todo el tiempo posible para hacer el amor con amor. No olvidar las caricias, los mimos y los besos en los labios, además del sexo intenso (Eso, mi vida, eso... dame besitos... muchos beshitos, mushos, shi).
Regla número 7: Tener la pasión suficiente y necesaria como para empezar a arrancarse la ropa cuando los invitados de la fiesta que entre ambos organizaron, recién acaban de irse o están en el palier del edificio pidiéndote que les abras (¡Ufa! ¿Por qué no les abre el portero?).
Regla número 8: Darse besos espontáneos en la vía pública (¡Acá no, acá no!).
Regla número 9: Empezar a extrañarse cuando ya faltan pocas horas para despedirse (¡Sig! ¡Snif!).
Regla número 10: No tener el menor problema de tomar del pico de la misma botella, terminar un sandwich ya mordido, comer helado con la misma cucharita o disfrutar de una cereza aunque ya haya sido previamente chupada (O puesta y/o deslizada y/o introducida en algún otro lugar del cuerpo que no sea la boca).
Regla número 11: Conocer los gustos, sueños, deseos y preferencias del otro y tratar de complacerlas (Mi vida, mi dulzura, mi amorcito... ¡Hoy-no-puedo-tomarme-un-micro-para-ir-a-verte! ¿Entendés, mi cielo?).
Regla número 12: Hacer todo lo posible para que el otro se sienta cómodo, atendido, valorado, escuchado y sobre todo... amado.

Lolita

Foto: Lolita



domingo, 22 de febrero de 2009

Nos dieron un premio

¡Buenas tardes!

Esta mañana nos enteramos que nos han dado un premio y, la verdad, nos ha tomado por sorpresa. Recién ahora lo publicamos porque, los domingos por la mañana estamos ocupados en preparar el desayuno, llevarlo a la cama, leer el diario (nos dividimos el cuerpo central y dejamos de lado la sección deportes) y después... bueno, ya saben, los mimos y arrumacos de la mañana del domingo, tienen ese no-sé-qué tan especial... ¡Bueh! ¿Para qué entrar en detalles?
De modo que lo hacemos ahora.



El premio es Olha que blog Maneiro! y quien nos lo ha otogado fue Anabel Botella (honor que nos hace, por quien es y cómo escribe), con su blog La Ventana de los Sueños a quien se lo agradecemos de corazón.

Anabel nos ha pedido que cumplamos con ciertos requisitos, a saber:


1. Exhibir la imagen del premio Olha que blog Maneiro
2. Poner el nombre del blog que te lo otorgó.
3. Hacer una lista con los 10 blogs preferidos.
4. Avisar a los indicados.
5. Publicar las reglas.


Los elegidos por nosotros son:

1. Hablalo con mi abogado
2.
Yo no me caí del cielo
3.
Memorias de una traviesa
4.
Historias compartidas
5.
Sra Angel (Angel Devil)
6.
Mi vida a diario (el diario de Gastón)
7.
Bordersite
8.
Crónicas de una soltería anunciada
9.
Reino de las letras sensuales
10.
Alteraciones de una mujer querida

Para todos ellos, nuestro reconocimiento por la humanidad, la espontaneidad, el buen humor, la pasión, la calidad literaria de su blog y por el placer que nos produce leerlos.
Cabe mencionar que no fue fácil elegirlos, porque teníamos como diez más elegidos.
A ellos, también nuestro reconocimiento.

Lolita y El Profesor

Confesión

Confieso que cada noche me duermo aferrada a mi almohada que rocié con las últimas gotas de ese frasco de perfume que él me regaló (¡mi preferido!) y que es el mismo que se puso la primera noche que salimos juntos y después me hizo el amor.


(No es lo mismo que tener su cuerpo, pero al menos me calma un poquito la ansiedad).
Manifiesto que en un cuaderno he pegado, como recuerdos, todo aquello que pueda adherirse a una hoja de cuaderno y que me haga acordar los mejores momentos que pasamos juntos: las entradas al cine, los tickets de los lugares donde comimos, los envoltorios de regalos que me hizo y los papelitos de las golosinas que me compró. Incluso esas pequeñas cosas forman parte de nuestra historia.
Proclamo que a veces interrumpo el estudio o lo que esté haciendo en ese instante, sólo para detenerme unos minutos a contemplar su fotografía. ¡Es que él es tan lindo!
Reconozco que cada canción romántica me trae su imagen a la memoria y que cada escena de amor y entrega que veo en las películas me provoca un calorcito en el corazón y unas cosquillitas entre las piernas...
Declaro que me despierto pensando en él y cuando me entrego al sueño la última imagen que recuerdo es la suya. Me encanta esa parte de su cuerpo, ahí donde termina el pelo, su nuca, porque siempre huele a perfumito rico.
Admito que vivo deseándolo, imaginándolo, y contando los días para encontrarlo de nuevo y hacer realidad todas las fantasías que voy atesorando.

Lolita

Foto: © Niko Guido

sábado, 21 de febrero de 2009

Un gran hombre

Sí, puedo afirmarlo.
Estoy segura de esto.
Las Lolitas podemos darnos cuenta si el señor al que amamos es un Gran Hombre.
Mi Profe lo es.
¿Cómo lo descubrí?
Muy sencillo: un Gran Hombre es el que se preocupa por mí, su mujercita, y procura hacer todo para verme feliz, es aquél que no me critica, no se burla, no me ofende y no pretende cambiarme ni me imagina diferente a como soy.
Un Gran Hombre no es el más fuerte ni el que tiene más dinero, sino aquel que tiene generosidad en el alma y bondad en el corazón, el que es transparente, que no oculta sus verdaderos sentimientos y sabe admirarme por mi grandeza interior.

Un Gran Hombre es el que camina con la frente en alto, sin sin bajar la mirada, si verguenzas ni temores. Es el que no me miente nunca y sabe llorar su dolor en mis brazos.
Es el hombre que me ama por quién soy y por lo que somos cuando estamos juntos, el que se regocija con mis triunfos y alegrías y que no soporta verme sufrir bajo ninguna circunstancia. El que me defiende de los que quieren dañarme. El me corre hacia atrás, y pone su cuerpo por delante, como si fuera un escudo para protegerme del dolor.
Un Gran Hombre es el que nunca me hizo llorar de manera intencional, el que me hace sonreír y agradecer lo lejos que hemos llegado y lo mucho que logramos juntos, pese a todo y a todos.
Es el que jamás se cansa de besar mis labios y decirme lo hermosa que me veo con la ropita que llevo puesta.
Un Gran Hombre es aquél capaz de convertirme en una Gran mujer, en una Lolita feliz. Es el que sé que se quedará conmigo sin importar lo que pase, que me acompañará hasta el final y que estará a mi lado para vivir juntos el paso de los años.

Lolita

(PD: Y también el que me deja ponerme sus camisas para andar por la casa...)

Foto: © by Đặng Huy Hùng

viernes, 20 de febrero de 2009

Ojalá pudiera

Ojalá pudiera ser un ángel que cada noche llegue hasta la soledad de su habitación para quedarme junto a su cama, en silencio, contemplando su rostro dormido y sereno, mientras, suevecito, acerco mis labios a los suyos y le susurro que tenga dulces sueños.
Ojalá pudiera ser esa brisa suave que se filtra por la ventana abierta en las mañanas, despeinandole el cabello y rozándole la piel como una caricia.
Ojalá pudiera ser esos rayitos de sol que le hacen abrir los ojos al amanecer, entregándole su calidez y abrazándolo con su tibieza y resplandor.
Ojalá pudiera ser esas frescas gotas de lluvia que le mojan la piel, le refrescan el cuerpo y le empapan el rostro.
Ojalá pudiera convertirme en todo lo que necesita, en todo lo que le hace falta.
Quisiera ser su paz, su calma, su alegría, su refugio seguro, su satisfacción, su risa, su gran ocurrencia, su sentimiento más puro...
Pero si no puedo ser todo esto, me conformo con ser simplemente, su Lolita.
Su gran amor.

Lolita

Foto: © Sergo Kantarchyan


jueves, 19 de febrero de 2009

Imágenes

Lolita esperándome a que llegue, acodada en la baranda de la terminal y corriendo hacia mí, para que cuando baje del micro el primero, colgarse de mi cuello, trepándose con todo el cuerpo, enlazando sus piernas en mi cintura, para besarme delante de la gente, sin importarle que alguien pueda estar mirando.
¿Otra imagen? En ese lugar que hicimos nuestro, leyendo el diario del domingo, masticando una barrita de cereal y dándole sorbitos cortos a su café con leche, esperando a que se enfríe un poco.
O revolviendo anaqueles en una librería de ocasión. Ojeando libros en un café literario. Concentrada en el monitor, moviendo sus dedos largos y finos a velocidad irreal sobre el teclado.
Y sentada en el piso en posición de loto, escuchando historias de mi vida, relatos desconocidos para ella, mirándome con esos ojos que tiene, profundos y curiosos, como los de los niños cuando están aprendiendo a conocer el mundo a través de las palabras.
Lolita riéndose a carcajadas de mis ocurrencias en la mesa de un restaurante o de mis payasadas en la calle. Entregándome un paquete con los regalitos que me hizo con sus propias manos.
Absorta en la pantalla del cine, con sus anteojitos para ver de lejos, fascinada por la trama de la película.

Sentada en el patio del colegio con su uniforme reglamentario durante un acto de fin de curso, dándose vuelta, haciéndose la disimulada y sonriéndome con picardía al descubrirme entre los presentes.
Encantada en el parque de diversiones después de salir de un tren fantasma de trayecto demasiado corto como para subirse a mi falda y esconder su cara entre mi cuello y mi hombro. O enfurruñada porque quise fumar un cigarrillo más después de la cena.
Frente al espejo del baño, con la gomita del pelo entre los labios, recogiéndose el cabello, a contraluz, con su cuerpo de mujer recién estrenado, sus cachetes de la cola parados y firmes, sus muslos pefectos y todo el desprejuicio de una juventud que no sabe de vergüenzas ni reparos.

Lolita durmiendo su sueño sin pesadillas, desnuda y agotada después del amor, con su cabello desparramado en la almohada, los senos erguidos rematados con sus pezones de nena, la cara de costado, las piernas entreabietas y el rostro relajado. Tan bella que de sólo mirarla, se me corta el aliento... y ella sin saber que en ese momento mis dedos rozan una hebra de su pelo para acariciarlo sin despertarla, y mis ojos buscan captar esa imagen instantánea como una foto, para tener aunque sea una oportunidad de evocarla algún día con la memoria y, también, con el sentido del tacto.

Lolita haciendo mohínes. Abriendo la puerta del baño sin golpear. Corriendo de un lado a otro de la habitación para posar frente a la cámara digital que dejará plasmada una foto de su cuerpo desnudo en una pose atrevida. Escondiéndose debajo de la cama o dentro de un placard. Rociándose, antes de salir a cenar, con el perfume francés que acabo de regalarle y estirando un brazo para que huela y le diga cómo le cae a su piel. Sacándose una sandalia para deslizar los deditos del pie en mi entrepierna por debajo de la mesa en una confitería.
Apoyando toda la mano sobre la dureza que abulta mi pantalón en el asiento de un taxi, sin inmutarse por la mirada del conductor en el espejo retrovisor. Abiendo las piernas para dejar que mis manos sientan que está mojada y caliente, en una noche de luna llena en el puente sobre el lago artificial de un parque público, al mismo tiempo que, con el rostro de costado, me besa con sus labios húmedos y su lengua inquieta.
Lolita caminando de una punta a la otra de la habitación, desnuda, hablando por su teléfono móvil, inventando excusas y explicando que en ese preciso momento estaba por encontrarse con sus compañeras para ir a cenar, mientras me guiña un ojo con un gesto de complicidad.
Lolita despidiéndose desde el colectivo, yéndose para su casa cuando cae la tarde de un frío lunes de invierno, después de un fin de semana largo que tuvo gusto a poco, de tan corto que resultó.

Imágenes todas que –suceda lo que pudiere suceder–, han quedado grabadas en mi memoria y allí permanecerán, celosamente guardadas, hasta el fin de mis días.

El Profesor



miércoles, 18 de febrero de 2009

A pesar de los detalles...

Lo amo con toda mi alma, con todo mi corazón de niña enamorada y mis sentimientos de mujer.
Lo amo en todo momento y lugar.
Sé que lo amo a pesar de los detalles...
Siento que lo amo a pesar de que cada vez que comparte mi helado, se manche la remera impecable.
Aunque no sepa cortar con prolijidad (y sin hacer un enchastre) una torta de cumpleaños o se aburra al punto de dormirse en el cine, mirando películas de adolescentes vampiros.
Mis sentimientos no cambiar a pesar de que le cueste trabajo levantarse de la cama, que le guste dormir hasta tarde sin usar despertador, que sus ritos mañaneros lleven casi una hora y que demore demasiado tiempo en el baño (leyendo o "somatizando").
Siento que mi corazón late más rápido cuando pienso en él, a pesar de que no me obedezca cuando le prohibo comer pan o persista con el hábito de fumar un cigarrillo después de cada comida.
Sigo enamorada a pesar de que no me permita peinarlo con raya al medio, se empecine en usar zapatos cerrados en pleno verano y guarde cosas totalmente inútiles en los cajones de su escritorio y a veces le cueste mucho hacer las cosas más simples.
Lo amo a pesar de que me cuesta bastante hacer que comer fruta, convencerlo de que no trabaje tanto y que a veces es tan realista y pragmático, que me enoja.
No puedo dejar de sentir amor por él, pese a que ronque por las noches o que, en un subterráneo atestado, me haga reír a carcajadas con sus comentarios jocosos acerca del enorme trasero de una mujer y la gente lo escuche.


Lolita


Foto: © Massimiliano Uccelletti

martes, 17 de febrero de 2009

No saben que soy Lolita

Pareciera como que nadie se diera cuenta... aunque no es así.
Pareciera que sólo algunos hombres perciben que ahora camino de manera más sensual. Pero ignoran que ahora me visto con minifaldas y uso zapatos de taco alto, que uso corpiños con puntillitas y tangas en vez de bombachitas de nena y me pongo más seguido esos shorts que a él le gustan.
En la escuela no notan mi transformación.

No saben que detrás de la niña estudiosa, aplicada, obediente, respetuosa y de aspecto aniñado e inocente, se esconde una mujercita experimentada.

No saben que atesoro en mi interior el más bello de los sentimientos, no se enteran ni les cuento ni sospechan de mis andanzas de pequeña gran mujer.
Mis compañeras no imaginan que cada día comparten la mañana en el aula con una niña precoz que con sus encantos ha sabido robarle el corazón a un hombre mayor.
Tampoco intuyen que he entregado mi preciado tesoro a cambio de amor y que mi cuerpito infantil ya ha probado el placer que deparan las manos de un hombre. Un cuerpo que ya no es tan infantil...
Mejor que no se enteren de mi secreto. Que no sepan que sueño con un hombre que ya es abuelo, que acaricio con pasión un cabello cubierto de canas y que vivo un romance con alguien tan mayor. Que me muero por acariciar su cabello plateado con ternura, y desfallezco por dejar mis manos en libertad por su cuerpo cuando me gana la pasión.
Que nadie se entere que le escribo cartas de amor, que en mi carpeta guardo una foto suya y que tengo mi celular lleno de los mensajes traviesos que él me manda por las noches o cuando estoy en clase, diciendo que lo imagine debajo de mi banco en el aula, haciendo travesuras con sus manos entre mis piernas, levantando la pollera del uniforme y deslizando sus dedos por el costado de la bombacha.
Que sigan si advertir ni prestar atención al hecho que me alejo cuando hablan de novios adolescentes, que me aburren las historias de sus conquistas nocturnas de sábado a la noche en los boliches y que, aunque las escuche, en realidad no me interesa quiénes son los chicos más lindos ni para qué sirven. A mí, me aburren.
Como Lolita que soy, no pienso en nada de eso, ni me interesa.
Yo tengo otras responsabilidades más importantes.

Yo ya tengo mi amor.

Lolita
Foto: Lolita

lunes, 16 de febrero de 2009

Requisitos del buen profesor

1- Haber superado la edad de oro en buen estado (si es en perfecto estado, mejor que mejor).
2- Saber cocinar, manejar bien una computadora, conocer de perfumes franceses, vinos finos, champagnes, ropa, zapatos, relojes buenos y estar actualizado en materia de moda para Lolitas.
3- Tener excelente gusto para vestirse a la moda, con propiedad para su edad y sin hacer el ridículo.
4- Tener destacada habilidad con la lengua, las manos y su "amiguito", y gran destreza para todo tipo movimientos corporales.
5- Ser desvergonzado, libre, moderno, espontáneo y usar, de vez en cuando y en el contexto, palabras de "Chico teen".
6- Ser eficiente y desenvuelto como para encargarse de comprar tampones, toallitas, corpiños y bombachitas de nena, y dejar a la vendedora con la boca abierta.
7- Saber hacer muy buen uso de los todos sentidos durante el amor: excitarse con lo que ve, relamerse con lo que paladea, estremecerse con lo que toca, fascinarse con lo que escucha y provocar las más locas emociones con lo que dice.
8- Besar en la boca con la experiencia de un hombre y la efusividad de un adolescente.

9- Tener un cuerpo fuerte con buena cola, espalda desarrollada, piernas musculosas y manos tan suaves que te erizen cuando deambulan por tu cuerpo.
10- Tener buena memoria y lucidez intelectual para no repetir diez veces la misma historia.
11- Ser inteligente, perspicaz y muuuy rápido para pensar. Interesarse y estar actualizado en materia de los sucesos de actualidad y por los más diversos temas culturales.
11- Saber reírse de sí mismo, ser gracioso y tener la suficiente habilidad y ocurrencia para hacer reír a carcajadas a una Lolita.
13- Ser juguetón. No aburrirse con los juegos de ingenio, los crucigramas y las escondidas.
14- Creer en la suerte, el azar, los sueños cumplidos y a cumplirse, las metas alcanzadas y la futura vida en común.
15- Ser generoso, comprensivo, prudente, dulce, tierno, noble, sincero y auténtico
16- Tener la fuerza suficiente para alzar una Lolita, la paciencia para que se le monte en la espalda como si fuera un caballito y la resistencia necesaria para responder a sus requerimientos sexuales, porque comprende que ella acaba de descubrir qué fantástico es el sexo y quiere hacerlo todo el tiempo.
17- Dejarse depilar las cejas, recortar un poco el cabello (un profesor no debe ser pelado), que le saquen algunos desagradables vellos corporales y hasta someterse a la deliciosa tortura de esas uñitas pequeñas, que desean perfeccionar su piel sacándole todos esos granitos de la cara, el pecho y la espalda.
18- Ser un lector voraz, incluídos esos momentos en lo que va al baño.
19- Ser limpio, pulcro, fino, mundano, educado, respetuoso, pudoroso, cortés y oler siempre como los ángeles.
20- Llevar vivo en el corazón al niño que alguna vez fue.
21- Dejarse arrastrar sin protestar (y disfrutarlo) a lugares frecuentados por niños y adolescentes como ser: el jardín zoologico, el parque de diversiones, el shooping, el cine, los boliches y pubs y los restaurants de comida rápida con música y pantallas de video.
22- Tener paciencia cuando lo tironean de madrugada (porque a Lolis le dio miedo la oscuridad o está pasando por un ataque de mimos), los sonidos fuertes cuando aún es muy temprano y que con la persiana levantada, le digan: "¡Dale, dale! ¡Salgamos a caminar!", cuando todavía no abrió los ojos y tiene la sensación de haber sido aplastado por un camión.
23- Ser inmune a la vergüenza, a las miradas inquisitivas y reprobadoras y a los murmullos de la gente en la calle cuando lleva a su Lolita de la mano o tomada por la cintura, y tener en claro que la gente que más se horroriza y más prejuzga, por lo general es la que más envidia siente.

24- No quejarse cuando su Lolita le quiere cuidar la salud y la silueta quitándole el pan en las comidas, prohibiendole zamparse más de una hamburguesa en la cena, escondiéndole el atado de cigarrillos o aconsejándole reemplazar el vino por agua gasificada light de sabor citrus (o durazno-naranja).
25- Estar preparado para escuchar las críticas, denuestos y comentarios negativos de conocidos y familiares, las amenazas por escrito de la hermana mayor (y del estúpido del novio de la hermana mayor) de su Lolita y, por supuesto, tener el temple y el suficiente carácter y presencia de ánimo para enfrentar a la que puede llegar a ser su suegra quien, por desgracia y para mal de todos, resultó ser una bruja.

Lolita

Foto: © Martin Kovalik

domingo, 15 de febrero de 2009

Poco tiempo

No dejaré de amarlo, mimarlo y cuidarlo porque es poco el tiempo que me darán para peinar su cabello plateado y masajear su espalda cansada.
No dispondré de mucho para correr a sus brazos, tomar su rostro entre mis manos para besarlo ni dormirme acurrucada y hecha un bollito junto a su cuerpo.
Intentaré no desperdiciar ni un sólo día sin sonreír y divertirme porque poco será el tiempo en que disfrutaré de su creatividad para los chistes, sus ganas de jugar “lucha libre” y guerra de almohadas, y de sus payasadas en la calle.
No perderé oportunidad de decirle todo lo que siento y lo que provoca en mí porque poco es el tiempo que se me concede para que le hable al oído, le escriba cartas románticas y lo lleve a pasear de la mano.
No dejaré pasar un día sin acariciarlo porque es muy poco el tiempo que se me da para gozar del amor con el cuerpo, para sentir el acompasado latido de su corazón y experimentar el placer de las caricias más íntimas.
Procuraré su bienestar siempre porque es poco el tiempo que se me otorga para admirar su vitalidad y regocijarme en la vida que aún permanece a mi lado. No contaré con muchas oportunidades para compartir la cena, los paseos al campo y las tardes en el cine.
No reprimiré mis lágrimas cuando esté triste porque no es mucho el tiempo que se me da para que una mano masculina se encargue de secarlas y unas palabras dulces y sabias sepan darme consuelo.
¿Cuánto tiempo puede darme la vida? ¿Veinte años? ¿Treinta? ¡Es muy poco!
Quizás él no pueda ver a mis futuros bebés, si llego a tenerlos, convertirse en hombres y mujeres. Tal vez no le alcance el tiempo para recorrer conmigo todos los rincones del mundo.
Tal vez no verá asomar las canas en mi cabello, ni pueda disfrutar de mis logros alcanzados.
La vida nos cruzó a destiempo y las horas nos juegan en contra.
Por eso hoy lo amo con toda mi juventud, mi vitalidad y mis ganas y le regalo mi frescura adolescente, mi sexualidad desbordante y todo el amor que puede contener mi corazón.
Porque tenemos poco tiempo.

Lolita

sábado, 14 de febrero de 2009

El libro de nuestro amor

Si nuestra historia estuviera plasmada en las páginas de un libro, describiendo con detalles los momentos lindos, las situaciones difíciles, los miedos, las dudas e inseguridades, las tristezas y demás circunstancias que vivimos, seguramente allí podríamos leer nuestros comienzos, las ansias de conocernos, las comunicaciones durante todo el tiempo, mi enamoramiento y el suyo, mi despertar a la sexualidad de la mejor manera, mis intentos de ocultar mi pasión por un hombre tan mayor, mis escapadas de la escuela para estar con él, nuestro primer beso, la primera carta que me escribió, el momento y el lugar en el que me confesó que me amaba, los sitios donde vivimos nuestro amor, los restaurantes y confiterías donde estuvimos, nuestras charlas más profundas, los encuentros apasionados luego de semanas sin vernos, la nostalgia al extrañarnos, las críticas de las familias, las horas que pasamos soñando nuestra vida juntos y las noches excitándonos por teléfono.


Si seguimos adentrándonos en las páginas, encontraríamos los acercamientos familiares, los momentos importantes en los que estuvo a mi lado, las lágrimas derramadas por el temor a no compartir la vida de todos los días, las discusiones que se solucionaban a los pocos minutos, nuestros proyectos en común, nuestros planes llevados a cabo en complicidad, las horas que pasamos amándonos y los miles de detalles, regalitos y gestos que tuvimos el uno con el otro.
En fin, en ese libro podrímos leer una historia difícil, pero hermosa, apasionada y romántica.
Una historia real de amor, entrega y aprendizajes.
Nuestra historia.
La historia de amor de Lolita y el Profesor.


Lolita

Foto: © by Alan Willis ("The nude studies")

viernes, 13 de febrero de 2009

Me gusta

Me gusta cuando sale de bañarse, con la piel fresquita y perfumada y se viste elegante para llevarme a cenar fuera.
Me agrada acompañarlo al supermercado a hacer la compra porque me da con el gusto si le pido palmitos, dulce de leche, cerezas para comer juntos de postre o cereales azucarados para el desayuno.
Me deleita que me cuente historias y anécdotas de su pasado y me mueste fotos –algunas en blanco y negro–, para que conozca a sus padres y abuelos y sepa cómo era él de pequeño.
Me emociona el corazón ver como alza en brazos a una de sus nietitas y la ternura con que mira a los bebés. Sé que fue un muy buen padre antes, lo vi en sus hijos. Quizás sea un excelente padre mayor algún día.
Me encanta cómo cocina cosas ricas para mí y me sirve como a una princesita.
Me gusta saber que siempre está disponible para el amor y los mimos y que en cualquier momento puedo interrumpir su trabajo unos minutos para sentarme en sus rodillas y pedirle que me diga cosas románticas al oído.
Me atrae su forma de ser, su manera suelta, desvergonzada, desestructurada y simpática. Su risa en cualquier lugar y sus bromas espontáneas.



Me gusta cuando me compra cadenitas para el tobillo, me lleva a elegir perfumes y me enseña cuál va mejor con mi piel o cuando nos quedamos mirando en las vidrieras de las joyerías un par de relojes para pareja o anillos de compromiso.
Me emociona que siga mis juegos, que sea cómplice de mis travesuras, que me busque cuando me escondo y me sorprenda en la calle cuando pienso que por querer ocultarme lo he perdido de vista.
Me gusta todo de mi amor. Confieso que ni siquiera me molesta que convierta el baño en la sala de lectura... siempre y cuando no demore demasiado.


Lolita

jueves, 12 de febrero de 2009

¡Es tan bello!

Tiene los labios suaves, blandos y dulces por todas las palabras tiernas y amorosas que me dice a cada momento.
Sus ojos son profundos y hermosos porque sabe mirar lo mejor que hay en mí y sabe encontrar la belleza que llevo dentro.
Tiene el pelo muy suave y abundante para dejar que mis deditos lo acaricien y despeinen, incluso después de bañarse.
Es tan elegante y atractivo cuando camina porque sabe que no está solo, sino que yo lo acompaño a donde vaya.


Tiene las manos prolijas y bien arregladas porque se aferra fuertemente a las mías en señal de amor y por esa manera de acariciar mi cuerpo antes de dormirme.
Su piel es lisita y tan suave porque es allí donde deposito todos mis besos cargados de ternura y pasión.
Tiene las piernas tan fuertes y formadas por las grandes distancias que recorre para estar a mi lado por unos días.
Sus orejitas son tan perfectas y armónicas con el resto del cuerpo de tanto escuchar esas dos palabras que me surgen de lo más fondo de mis sentimientos: "TE AMO".
Su pecho me despierta tanto cariño... porque allí habita su tierno, sensible y enamorado corazón.


Lolita

miércoles, 11 de febrero de 2009

El buen amor con un hombre mayor

Para vivir un buen amor con un hombre mayor, una Lolita debe tener en cuenta que:

1- No hay que cansarse de decirle todo lo que te pasa por el corazón, todas las cosas bonitas que te hace sentir y las emociones fuertes que experimentas a su lado. Ellos quieren escuchar palabras agradables y sentir tus gestos de cariño.

2- Tener paciencia ante su tristeza, sus desilusiones y frustraciones, o cuando experimentan una sensación rara y difícil de explicar. Son cosas de la edad. A veces piensan en su vida, sus años y en qué les deparará el futuro y se ponen melancólicos.

3- A un hombre mayor hay que besarlo, acariciarlo, bañarlo, llevarlo de la mano, abrazarlo y expresarle mediante el contacto físico todo lo que lo deseas y lo amas.

4- Prepararle regalitos simples y significativos, escribirle cartas de amor y dejarle pequeñas notitas románticas por toda la casa. De vez en cuando regalarle un peluche o un libro de historias. Si aún conserva su alma de niño, le encantará vivir un amor adolescente y apasionado.

5- Hacer muchas travesuras que sabes que le gustan, ponerte la ropita que lo enloquece y pintarte las uñas de los pies y la boquita para salir.

6- Jamás avergonzarse de ir con él por la calle como dos enamorados, sentarse en sus rodillas en el colectivo o dejar que te presente a sus hijas mayores y a sus nietas. Si el amor es verdadero está más allá de la verguenza y del qué dirán.

7- Homenajearlo, servirlo, estar atenta a sus necesidades. En su pasado seguramente cuidó y se ocupó de mucha gente. Merece entregarse a nuestros cuidados y atenciones de mujer.

8- No ocultarle cosas ni mentirle sobre situaciones pasadas o presentes. El amor, con un hombre maduro, se basa en la confianza absoluta y crece cuando ésta se afianza.

9- Alentarlo y ayudarlo a que exprese sus sentimientos y estados de ánimo. No permitir que pase broncas o tristezas sin decirlo. Sentarse en sus rodillas y preguntarle con voz de ternura qué le pasa, por qué se siente así, es el mejor remedio.

10- Agradecerle todo lo que hace por ti, lo feliz que te sientes a su lado.


Lolita


Foto: © by Massimiliano Uccelletti

lunes, 9 de febrero de 2009

Emociones

Cuando estoy con mi amor, en esos maravillosos días que pasamos juntos, mi corazón adolescente se colma de sentimientos profundos y emociones muy fuertes.
Me enternece verlo levantarse con carita de sueño cuando amanece, escucharlo decirme al oído que me ama mientras me estrecha en sus brazos y percibir cómo se esfuerza en escoger las mejores palabras de amor para contener las lágrimas que amenazan derramarse el día que tenemos que despedirnos.
No puedo dejar de emocionarme cuando me toma la mano, enlazando sus dedos con fuerza porque no quiere dejarme partir, cuando me mira con ese gestito dulce desde la vereda de la plataforma, cuando el ómnibus está a punto de arrancar, y me gesticula un "TE AMO". Cuando me abraza y besa en la oscuridad de las noche, diciéndome las palabras más tiernas que mis oídos escucharon jamás.
No reprimo ni intento disimular mi risa cuando se tropieza en las escaleras, cuando me comenta la cosa más graciosa del mundo en un lugar lleno de gente –de esa gente que parece haberse olvidado cómo es sonreír–, o cuando lo veo hacer con torpeza alguna tarea para la que no es apto o no tiene la suficiente habilidad.
Lloro cuando lo veo sufrir, cuando me doy cuenta que para algunos vivir cuesta demasiado y trabajar mucho es la única salida; cuando veo nuestra vida juntos como un sueño difícil de alcanzar o cuando la separación y la distancia se transforman en una dura realidad.
Me conmueve ver la pureza de su corazón, la total ausencia de egoísmo o malas intenciones cuando me susurra que a pesar de la gran diferencia de edad, no me privará de ser madre algún día si eso es lo que quiero, y la inocencia con que me pregunta si voy a amarlo y cuidarlo siempre.
Me enamoran sus gestos, sus pequeños detalles, el sentir que todo el tiempo busca demostrarme que me ama y me complace cada vez que le pido alguna cosa: desde una barrita de cereal de sabor manzana para el desayuno, un beso en los labios antes de dormir o el toallón abierto con el que me espera junto a la bañera, cuando termino de ducharme.
Me desborda la pasión cuando estamos solos el primer día luego de mucho tiempo sin vernos y me acaricia y me besa con deseo y yo me cuelgo de su cuello y entrelazo mis piernitas en su cintura para que así pueda llevarme alzada hasta el colchón.


Me gusta que me regale cosas femeninas, que me haga sentir su princesita, que me abrace para que todos sepan que soy su mujercita adorada, que me prepare y me sirva la cena antes de acostarnos y que, con disimulo, me mire las piernas y los pies mientras caminamos por la calle.
Puedo decir que a su lado mi corazón se siente pleno y feliz. Ojalá llegue el día en que podamos hacer una costumbre el hecho de vivir así las horas que dura la jornada y que cada latido de nuestros corazones sea como una carcajada de pura alegría.


Lolita


Foto: © by José Manchado

domingo, 8 de febrero de 2009

Cuando estamos juntos

Me despierto a la mañana con el sol filtrándose por la ventana, y cuando siento su piel junto a la mía y miro su cuerpo plácido descansando, mi corazón se llena de esa ternura que siente una madre cuando contempla a su bebé durmiendo en su cunita. Me incorporo un poquito y lo beso. Le recorro desde el cabello completamente desordenado hasta el pecho con mi nariz y mis labios, para poder hacer dos cosas al mismo tiempo: sentir su aroma tibio y agradable mientras abandono cantidades de besos en cada centímetro de su suave piel.
Se mueve un poquito y emite un gemido de placer al sentir mis mimos, mi boca recorriendo su cuerpo e invitándolo a disfrutar del nuevo día que recién comienza. Sé que es especial para él este momento no sólo porque estoy a su lado sino porque esa es una hermosa forma de comenzar el día: con amor.
Sé que por la edad que tiene no puede levantarse de un salto como yo y necesita su tiempo para abrir despacito los ojitos y acostumbrarse al brillo y al resplandor del sol. Lo respeto. Le doy su tiempo. Mientras, yo voy hasta la cocina a preparar el desayuno para ambos. Sé lo que quiere tomar y lo que prefiere para comer.



Después de unos minutos, siento sus pasos pesados aproximándose. Cuando viene, todavía somnoliento hasta mí y me abraza de la cintura, le doy un dulce beso en los labios y le entrego su vaso de leche al tiempo que le sirvo el café.
Es mucho mayor que yo, lo sé, pero hay veces en que no sé por qué me siento como una madre cuidando a su hijito. A veces me inunda la ternura y lo siento pequeñito e indefenso. Y me gusta. Me gusta haber acostumbrado a un hombre a sentirse vulnerable en mis brazos y necesitado de cuidados.
Los hombres dulces y sensibles son los que mejor pueden hacer sentir a una mujer.
Con mi Profe yo me siento así.


Lolita

Foto: © by Katrin

sábado, 7 de febrero de 2009

Es dificil a veces...

Es difícil despertarse por las mañanas y no tenerlo a mi lado para acariciar su cuerpo, sino a kilómetros de distancia como también tener que reservar en grandes cantidades mis besos para el momento en que lo vea y respirar el aire que no está cargado de su perfume.
Se me hace complicado salir a pasear a esos lugares que con él frecuento, caminar sola por aquellos sitios en los que compartimos bellos e inolvidables momentos o por lugares en los que sentimos al mismo tiempo las emociones más fuertes.



Es difícil no extrañarlo, desearlo y soñarlo en las noches cálidas que invitan al amor, así como saber que el tiempo no se detiene y nosotros aún no podemos estar juntos todos los días para compartir lo cotidiano.
Cuesta reprimir las ganas de tocarlo, acariciarlo, abrazarlo y colgarme de su cuello, como también esas lágrimas rebeldes que se escapan en los momentos de soledad y mayor necesidad de tenerlo conmigo.
Es difícil no recordar sus chistes, sus ocurrencias repentinas, su creatividad aplicada a cada momento, y todo aquello que forma parte de nuestra relación como nuestros códigos y lenguajes de comunicación que sólo nosotros entendemos.
Es complicado aguantar un día entero sin hablarnos –si por algún motivo nos disgustamos–, y no sentirnos cercanos el uno con el otro. Simplemente no podemos vivir sin que todo esté bien entre nosotros.

Es difícil todo esto, si. Pero más difícil aún sería vivir sin haberlo conocido.

Sin vivir la magia de estar juntos, de convivir por unos días, de mirarlo cuando se esmera y me prepara la comida que más me gusta para luego servírmela y verme disfrutar, de que me mime a cada momento y se siente conmigo a tomar un helado aunque se manche un poquito la ropa cuando éste se derrite y de soñar a cada momento un futuro en común con las ansias de que exista y sea verdad que ese duendecito celta de porcelana que un día me regaló, sea el encargado de cumplir todos nuestros deseos...

Lolita

Foto: © by Fabien Peyronnet

viernes, 6 de febrero de 2009

Lo que significa para mí

Es mi primer amor y mi hombre perfecto.
Es mi maestro mi guía, mi consejero, mi compañero, mi amigo y el cómplice de las más rebuscadas travesuras.
Es mi protector, mi refugio seguro, mi resguardo contra los daños.




Es otra parte de mí, es otra mente pensando como yo y otro corazón latiendo al ritmo del mío.
Es mi paz, mi tranquilidad, mi sosiego, mi calma, mi manantial de amor, mi ternura y mi caricia en los días tristes.
Es mi necesidad, mi pasión, mi locura, mi obsesión, mi inspiración y el que hace volar mi imaginación.
Es mi armonía, mi sueño, toda mi fantasía hecha realidad, mi anhelo y mi deseo más profundo.
Es parte de mi risa, de la hermosura de la vida, de mis sueños cumplidos, del milagro de la creación, de mi mirada más voluptuosa y sensual, y de la perfección del universo.
Es el comienzo de la más apasionada historia de amor.
Es, simplemente, mi profesor.


Lolita

Foto: © by Photoart

Pañuelos blancos de seda

Cuando a Lolita se le da por ponerse traviesa, no valen las explicaciones ni las excusas, porque no entiende razones.
Hay ocasiones en las cuales se le da por jugar con pañuelos de seda.
Tiene una considerable cantidad de pañuelos de seda blancos, y sabe usarlos.





Se los pone en el cuello, se acaricia con la seda, se los pasa por el cuerpo, me guiña un ojo y me hace una seña que yo entiendo. Y ella sabe que yo sé qué es lo que quiere.
Sabe que mi inconsciente asocia blanco con virginidad. Seda con sensualidad. Roce con caricia. Pañuelo con nudo.
Cuando Lolita saca de su cajón los pañuelos blancos, quiere que juguemos a que se siente a merced de un Señor Malo que le hace cosas y ella no puede resistirse, porque está atada, y sometida a los caprichos de un desconocido que hace que pierda la sensatez y la cordura y la lleva al límite de la desmesura.
Una de las condiciones para amar a una Lolita es tener la creatividad de un niño, para jugar sus juegos.
Sí.
Quienes suponen, están en lo cierto.
Está acá, detrás de mí.
Lo único que lleva sobre la piel, es un pañuelo de seda blanco.
Ya no puedo seguir escribiendo... ella me reclama.


El Profesor

Foto: Franz Sauer

jueves, 5 de febrero de 2009

Sentada en el suelo


–¿Qué quieres que te cuente?
–Todo.
–¿Todo? Lleva mucho tiempo contar todo.
–Tengo tiempo.
–Yo no sé si tenga tanto como tú, dulce niña mía.
–Entonces te pido que te lo hagas... porque es tanto lo que me gusta escucharte, que a veces siento que podría pasarme horas, días, meses acá sentada, para que me cuentes.
–Ahá... Bueno, entonces escucha: hace muchos, muchos años, cuando tus padres aún no se habían conocido...

Cuando se sienta en el suelo, dispuesta a escuchar mis historias, me resulta imposible decirle que no a Lolita.

El Profesor

Foto: © by Miraon

miércoles, 4 de febrero de 2009

Hasta el final

Mientras brillen las estrellas en el cielo y
el sol aparezca cada día para dispar la oscuridad,
mientras siga existiendo la vida en este mundo
y el corazón humano sea capaz de amar,
Yo estaré aquí a tu lado, mi amor.




Hasta que alguien le encuentre principio y fin al universo,
o hasta que puedan adentrarse en las profundidades del océano,
hasta que sepan cuántos granos de arena hay en el mar
y descubran el límite del infinito, yo te voy a amar.

Hasta que la tierra abandone su movimiento alrededor del sol
y las estaciones dejen de existir,
hasta que se marchite la belleza reinante en la naturaleza
y los pajaritos ya no reciten sus melodías en las mañanas...
Hasta ese día, mi cielo, yo te voy a amar.

Lolita

Foto: © Cezary Galaj (detalle)

¡Es sensible!

No le avergüenza llorar frente a mí.
No teme mostrar sus sentimientos y emociones cuando afloran a la superficie.
Sabe que a mí no me parece mal que se exprese si está triste y se muestre frágil si le faltan fuerzas.
Sabe que siempre cuenta con mis manos para secarle las lágrimas y mis palabras para reconfortar su corazón herido.

Mi hombre es sensible y emotivo como un niño aunque también es muy fuerte, valiente y protector cuando es necesario.
Tiene el corazón tierno y capaz de conmoverse ante las circunstancias tristes y las situaciones complicadas.

Sabe que cuando llora, cuando las lágrimas empapan su rostro, yo no puedo ocultar mi instinto materno. Me siento en sus rodillas y lo abrazo, acariciándole el cabello cubierto de canas.
Puedo conectarme con su melancolía y comprender lo que siente.
Lo apoyo en mi pecho. Quizás mis palabras suaves y dulces como caricia, junto al latido acompasado de mi corazón, logren calmarlo.

Lolita

lunes, 2 de febrero de 2009

Lo que vale es el amor

No le da verguenza amar a una mujercita que bien podría ser su hija.
No me preocupa estar enamorada de un hombre que ya ha vivido buena parte de su vida cuando yo recién nacía.
Nada le impide sentirse libre de abrazarme en la calle, frente a la gente que pasa y lo mira de forma inquisitiva, intrigada y hasta escandalizada.
No me molesta parecer tan chiquita a su lado, comprobar que su mano es mucho más grande que la mía y que su cabello abundante está teñido de canas. Tampoco que queda como muy grande en los juegos del parque de diversiones o que a veces se tropieza en las escaleras...
No le importa la opinión de la gente al respecto ni lo que su familia pueda reprocharle.
Por lo que a mí respecta, no me disgusta que no pueda acompañarme a un boliche de jóvenes, festejar el día del estudiante como uno más o que se quede dormido en el cine cuando arrastra noches sin descansar bien.


No se hace problemas si la gente lo mira extrañada o si la vendedora de la casa de lencería se perturba cuando me acompaña a elegir y comprar mis conjuntos de ropa interior.
No me incomoda hacerle algunos mimos provocativos en la vía pública y dejar que las personas empiecen a sospechar que quizás no sea mi papá...


Lolita