miércoles, 29 de diciembre de 2010

Comenzando...

Después de una ausencia que espero ustedes sepan comprender–debido a mis exámenes finales, el trabajo y la mudanza del Profe–, vuelvo para contar cómo he vivido estos días tan felices y tan llenos de magia desde que mi Gordi hizo su llegada a Córdoba hace ya casi una semana.
En un miércoles como hoy, hace siete días, él ya iba de viaje por la ruta en un camión de mudanza junto a todas sus pertenencias y a tres muchachos camioneros que lo ayudaron en todas las tareas de carga y descarga de cosas. (En su momento ya contará sus aventuras en esas 16 horas que pasó arriba de ese enorme rodado). Mientras, yo acá, en mi casa, esperaba ansiosa su llegada y pasé la noche casi sin dormir, pensando cómo se sentiría, cómo sería el momento de vernos, abrazarnos, imaginando nuestra vida juntos a partir de ese día…
No puedo describir la emoción que sentí cuando lo vi. Se lo veía cansado después de un largo viaje, pero la sonrisa le iluminaba todo el rostro. Estaba satisfecho de haber llegado bien, haber dejado todas sus cosas en la nueva casa y estar ahora junto a mí, abrazándome fuerte y contándome todo lo vivido.
Estos días han sido maravillosos. Si bien hemos trabajado duro para acomodar su casa, ordenar todo en su lugar, limpiar y desempolvar, también nos hemos divertido, hemos compartido muchos momentos juntos y nos empezamos a acostumbrar a esto de estar tan cerquita y de saber que ya no vamos a separarnos.
¡Desde que llegó, le dije tantas veces lo orgullosa que estaba de él!
A mí todavía me resulta increíble que mi Profe, a su edad, deje su casa, el lugar donde nació y vivió tantos años, su familia… y afrontado temores e inseguridades, se viniera a vivir hasta donde yo estoy, en una provincia nueva, distinta, y dispuesto a comenzar una vida nueva en mi compañía, lleno de ilusiones y proyectos para llevar a cabo en este nuevo año que está a punto de comenzar. La verdad lo admiro. No son muchos los hombres que están dispuestos a jugarse todo–literalmente- por el amor de una mujercita. En estos gestos es cuando me demuestra cuánto me ama. Me lo demuestra con actos. Me lo dice también, pero con sus acciones me lo confirma.
Ahora él ya está en su nueva casita, cenando quizás para luego irse a dormir y descansar hasta mañana, que le espera un nuevo amanecer en este lugar que tan bien lo recibió desde el primer día.

Los sueños, para aquellos que tienen el valor y la imaginación para soñarlos en grande y saben afrontar sus miedos, se cumplen. Mi Profe es la prueba. No crean que no estaba asustado. Le preocupaban tantas cosas…! Pero yo supe calmarlo, darle tranquilidad y hacerlo sentir seguro de que todo iba a salir bien.
Les deseamos a todos un muy feliz comienzo de año 2011. Seguramente será un hermoso y productivo año para todos. Muchas bendiciones para todos nuestros queridos amigos y lectores.


Lolita





domingo, 26 de diciembre de 2010

El día después, del día después...

Entrando a nuestra nueva casa en Córdoba
Vengan, pasen, entren. Esta es nuestra nueva casa -en esa foto estaba vacía, cuando Loli fue a verla por primera vez-, en la ciudad de Córdoba, en un barrio muy lindo, tranquilo, con muchos árboles y cerca de todo.
Debo pedirles disculpas a todos quienes nos leen porque tenía pensado escribir el último post antes de salir, "el día antes". Pero no me fue posible. Múltiples y variadas vicisitudes de último momento
-entre ellas la llegada de la mudadora un día antes de lo previsto-, me descuajeringaron los planes, los horarios y el seso.

Entonces, mientras viajaba en el camión de la empresa de mundanzas, pensé que sería pertinente escribir el post "el día después" ya que sería 24, un día significativo y, además, el día de Nochebuena.
Pero fue imposible.
El jueves 23 y parte del viernes 24 lo pasé en una especie de catalepsia inducida por el stress, la ansiedad y el cansancio. Por viajar más de 16 horas en un camión de mudanzas en dos días de calor agobiante, cambiándole la hora de llegada a Loli y a su papá a cada momento.
Para el mediodía del 24, ya algo recuperado, salimos con Loli a comprar algunos presentes para el arbolito y cuando volvimos, ya era hora de prepararnos para asistir a misa de Nochebuena y cuando regresamos, era tiempo de cenar.
Como si fuera poco, también estos primeros dos días y medio estuvimos yendo y viniendo de mi casa -de momento me han dado asilo en la de Loli-, que por las fiestas aún no tiene servicio de electricidad, gas, teléfono e Internet (que está todo pedido y quizás a partir de mañana lo instalen), para acomodar muebles, limpiar, vaciar cajas, tirar objetos inservibles, ordenar, tirar cajas vacías, buscarle lugar a las cosas, lustrar muebles, ordenar armarios... ¡Uhhh!
Para que se den una idea Loli me ha despertado hoy, domingo, a las 6:45 de la madrugada para ir a ordenar y limpiar y ahora, mientras ella se relaja y disfruta de una lánguida siesta, yo escribo este post sabiendo que en un ratito, ni bien se despierte, saldremos para la pileta del club a darnos un revitalizador chapuzón en este día de verano.
Como sea, gracias a la inestimable ayuda de su papá, con Loli ya estamos dando los toques finales a esa casa que tanto anhelamos.
Y yo estoy escribiendo el día después, del día después, porque aún me cuesta creer que esta noche no tengo que estar subiéndome al micro de Urquiza, para regresar a Buenos Aires.
Porque ahora mi casa está en Córdoba...

El Profesor

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Diario de Lolita: Hoy, hace tres años


Viajé de vuelta hasta mi casa con la mente concentrada solo en él. Ausente del mundo real, estaba flotando en ese espacio donde confluyen la imaginación, los sueños, las fantasías, y los deseos.
Me sentía bien aunque para evitarme problemas, de momento debía disimularlo lo mejor posible.
Después de que transcurrió el almuerzo sin la más leve sospecha o dificultad, al haber terminado, me marché con el pretexto de ir a lo de una compañera a hacer un trabajo escolar y diciendo que volvería bien entrada la tarde. Quería que esta vez, el tiempo que pasara a su lado me rindiera mejor.
Al poco tiempo, ya estaba de nuevo tocando la puerta de la habitación, con la ansiedad de sentirlo cerquita mío.
Cuando entré, la habitación estaba en penumbras. Una tenue luz entraba a través de las cortinas cerradas. Estaba muy fresca, en contraposición al calor agobiante que hacía afuera. Ahí estaba mi amor, esperándome.
Me miró y me pidió con ternura que me acostara a su lado en la cama y así, de a poquito, empezamos a conocernos. Nunca nadie me había besado, pero tampoco había imaginado siquiera que nadie podía besarme tanto en tan poco tiempo.
Esa tarde me mostró cómo era capaz de manifestar todo su cariño, toda su sensualidad y su atracción por mí, pero respetando mis temores, mi miedo al dolor, mi falta de experiencia y de conocimiento de cómo era una verdadera relación entre un hombre y una mujer.
Cuando hicimos una pausa en nuestros cariños y arrumacos, caímos en la cuenta que habían pasado tres horas. El tiempo parecía volar a su lado.
Aproveché la pausa y busqué un bocadito de chocolate que había comprado y se lo di en la boca, mientras yo lo comía con él... me miró con una sonrisa, mientras yo, sentada arriba, lo acariciaba. Me dijo: “Frutillita... sos un sueño. Debo de haberme portado muy bien en la vida para que en este momento me regalara a alguien como vos...”. Todo el tiempo me decía cosas tiernas mientras no cesaba de acariciarme y de besarme. Decía: “Cushita, mi amor, mi Lolita... mi nenita traviesa, mi bebé...”
Había algo que me gustaba especialmente de él: tenía mucho cabello y tan suavecito... se había cumplido uno de mis deseos: siempre había soñado acariciar el pelo de un hombre mientras le besaba los labios.
No podía dejar de tocar la parte de atrás de su cabeza, en donde el cabello se le desordenaba y donde era especialmente excitante...
Charlamos un ratito, en un clima de completa dulzura y luego, lentamente, me preparé para irme, pero con la emoción y la perspectiva de pasar toda esa noche juntos, hasta la mañana siguiente, aunque fuese a costa de una mentira.
Cuando salí a la calle, llovía. Ni cuenta me había dado. Estar con él me hacía abstraerme de todo.
Llegué a casa y me acosté hasta que se hizo de noche y fue momento de vestirme para salir con él. Me preparé especialmente bonita. Era la primera vez que iba a salir con un hombre y la ocasión, además de su persona, merecía un atuendo muy especial. Elegí unos jeans, una musculosa con brillitos, sandalias y el cabello pelo y planchado. Sabía que yo le gustaba, pero sentía que debía seducirlo y enamorarlo a cada momento.

Cuando llegó el momento, le pedí a mi papá que me dejara en la puerta del shopping. La versión oficial era que iba a encontrarme con unas compañeras para salir a bailar, y luego me iba a quedar a dormir en la casa de una de ellas, hasta el día siguiente. Me creyó y se avino a llevarme con el auto, aunque estaba un poco intranquilo por el hecho de que era la primera vez que yo hiciera algo así, pasando una noche fuera de casa.
Bajé del auto a la hora acordada y esperé a que mi papá se alejara. Ni bien esto sucedió, y vi el auto perderse entre el tráfico de la avenida, El Profe se me acercó, sonriendo, con una sonrisa que dejaba ver todos sus dientecitos blancos y la bondad que había en su corazón de cincuenta y siete años. Estaba vestido muy prolijito y olía a un perfume francés muy rico que, desde ese momento, para mí es su perfume. Pensé en ese momento que se trataba de un hombre muy elegante, fino y caballero. Y esta primera impresión no falló. Efectivamente, siempre fue así conmigo en estos tres años.
Caminamos por las galerías del shopping un ratito y cada vez que él se acercaba a mi oído para comentarme algo, me decía “mi amor” y yo estaba que me desmayaba de deseo, con ese perfume... En un momento tuve que pedirle: “No me digas así, que ahora, acá, no puedo besarte”.
Caminamos unas cuadras, en esa noche cálida y estrellada, con las calles repletas de parejas, de gente que estaba dispuesta a disfrutar de una hermosa velada, como la que nosotros íbamos a tener en las próximas horas. Llegamos al restaurante, entramos y yo miré para todos lados, en busca de alguien que pudiera conocerme. Gracias a Dios, no conocía a nadie. Era la primera vez que iba a cenar a un lugar tan bonito. Era un lugar para comer a diente libre. Se podía elegir lo que uno deseara comer por un precio fijo.
Me tomó de la cintura hasta que llegamos a la mesa y una vez allí corrió la silla para que me sentara. Luego, sin yo haberlo esperado, me dio una bolsa que dentro contenía un regalo. Lo miré con un gesto, mezcla de alegría y asombro y me dispuse a abrir el regalo. Me encontré con un perfume francés muy rico, que yo le había comentado que me gustaba. ¡Y él me lo había regalado! Fue el primero de todos los perfumes que me compró. Se lo agradecí con una sonrisa y una caricia en su mano. Hubiera querido besarlo pero había demasiada gente... A pesar de esos condicionamientos, a sentirme observada me sentía emocionada de estar con un hombre así, al que ya sentía como mi pareja.
Cuando trajeron la bebida, él mismo me sirvió en la copa y brindamos. No puedo describir lo que sentía en ese momento. El cielo era nada en comparación a estar allí con él.
Conversamos bastante y después de un rato, nos levantamos a buscar la comida. Cada uno se sirvió lo que le gustaba. De vuelta en la mesa, me hizo probar de su plato, haciéndome probar con su tenedor algunos bocados.
En un determinado momento se puso a contarme varias cosas de su vida y algunas experiencias que me dejaban asombrada y no podía evitar sentir una profunda admiración por él y una alegría indescriptible por el hecho de sentir, de saber que desde ese momento ese hombre mayor que me trataba con tanta delicadeza y cortesía, como a una princesa, era mi hombre.

Lolita

PD: Les pedimos disculpas a todos nuestros lectores por no haber escrito en todo este tiempo pero yo recién ayer terminé con dos finales y me estoy ocupando de encontrar la casa y el Profe está trabajando contra reloj para poder hacer la mudanza antes de Nochebuena. Pero claro, hoy es un día especial, porque es el día de nuestro tercer aniversario.