martes, 26 de octubre de 2010

Diario de Lolita: El día antes


29 de noviembre 2007 - 14:59 horas
ESTE MENSAJE SE ENVIÓ CUANDO ESTABAS DESCONECTADO:
Lolita: Hola mi vida... No me mandaste correíto... ¿No compraste los pasajes aún?
29 de noviembre 2007 – 18:17 horas
De: El Profesor
Para: Lolita
Asunto: Re: Mensaje
Enviado por: gmail.com

 
Loli, mi Bebé:
Salgo mañana a las 23:45 de Retiro en General Urquiza.
Llega a las 8:45 aproximadamente a Córdoba.
Plataformas 19 a 29.
Si es muy temprano para vos, no te hagas problemas, que yo me quedo en ese sector esperándote hasta que llegues, ¿sí, mi chiquita?
El domingo, compré el de las 19:45, pero si puedo, cuando llego a Córdoba lo cambio por uno que sale a las 21 pero es coche cama y llega antes que el servicio semi-cama que saqué yo.

Les mandé un correo a los del hotel para que me confirmen la reserva pero no me contestaron. Se los reiteré y tampoco me contestaron. Espero que la hayan hecho. Por las dudas, voy a llamar por teléfono para estar seguro.
 

Muchos besitos, cushita.

Tu Profesor
29 de noviembre 2007 – 21:43 horas
De: 54351313xxxx@mms.personal.com.ar
Para: Usuario


Claro que te voy a esperar mi vida. Si yo no llegué, vos esperame sentadito, y no te muevas, ¿Shi, mi amor?
Sólo faltaba un día para poder tenerlo frente a mí y abrazarlo y besarlo como lo había soñado y fantaseado y pensado tantas, tantas veces.
¡Yyyyuuuupiiiiii!


Lolita




jueves, 21 de octubre de 2010

Diario de El Profesor: Me cayó la ficha



El Profesor dice: Pero Loli…
Lolita dice: Papi... ¿Vos no querés que yo duerma con vos?
Hasta esa conversación, había cambiado tantas veces mi decisión de viajar o no, que en los primeros días de ese noviembre de 2007, Loli me había preguntado: "¿Entonces otra vez estás dudando, no?"
Le expliqué, por centésima vez, que no podía evitar dudar, y que eso no era solamente con ella, sino que en muchos otros aspectos de mi vida, antes de hacer las cosas, las pienso y las pienso y las pienso, y cuando no puedo convencerme que lo que estoy haciendo es lo apropiado, cuando no sé qué hacer no hago nada y dejo que la vida haga por mí.
–El problema es que conmigo y con tu visita, ya es como la octava vez que te dejás vencer por la duda –me dijo Lolita.
–Si el sábado a la mañana que te prometí me estarás recibiendo en la terminal, es porque la vida habrá hecho por mi lo que yo dudaba en hacer –le contesté.
Cuando evoco esa época, la recuerdo como de días confusos en los que me costaba concentrarme en el trabajo y sólo pensaba en Lolita, en qué era lo que me impulsaba a viajar y en los argumentos que esgrimía conmigo mismo,
Me pregunté si después tanto tiempo de ser “papá”, me había acostumbrado a desplegar mi paternidad en mis relaciones con las mujeres, ya que, si era honesto conmigo mismo, habían tenido mucho de eso.
También llegué a creer que me había dado el viejazo-mal y me sentí un viejo verde, un desubicado que no se daba cuenta de los problemas que podía acarrear tener una relación con una adolescente y hasta me pregunté si no había dentro de mí un corruptor de menores que había estado latente dentro de mí hasta ese momento, en el que se le había dado por revelarse.
Y sí, hubo momentos en los cuales me arrepentí por haberla tratado con el afecto que desplegué con Loli, de haberle enviado aquel primer “beso con bufanda” que despertó en ella la ternura, de haberla llamado “cushita” y aunque tenía la certeza que cuando lo hice no fue pensándola como mujer –sino que era como hablarle a una de mis hijas–, me preguntaba si ese trato no era más que el despliegue de un deseo inconsciente que había estado ahí, latente, esperando el momento de darse a conocer.
Me sentí responsable por haber hablado con ella de sexo y por alimentarle las fantasías y el enamoramiento, porque no puedo negar que lo hice.
Así hasta ese último chat, cuando una vez más trataba de convencerla de que nuestro sueño no era más que eso, un sueño, porque no era y no iba a ser nunca una relación normal, y Loli me hizo esa pregunta:
Lolita dice: ¿Y qué tipo de relación más "normal" te hubiera gustado tener conmigo?
Recuerdo muy bien ese momento, haberme quedado pensativo mirando el monitor antes de responderle:



El profesor dice: Ser más joven... no sé... Poder proyectar juntos un futuro.
El Profesor dice: Pero bueno, en la vida no hay ni "hubiera" ni "hubiese" hay lo que hay. Por algo la vida me cruzó en tu camino de la manera que lo hizo y yo, sin intención de seducirte, lo hice.
Fue en ese instante que tomé consciencia de lo que había escrito y me cayó la ficha.
Me sentía culpable... y tenía miedo.
¿Miedo de qué? ¿Miedo de enamorarme?
Entonces tomé la decisión y envié este correo electrónico:


27/11/2007
Señores
HOTEL VIÑA DE ITALIA

La presente es para confirmar la reservación hecha telefónicamente en el día de ayer, para el día sábado 1º de diciembre desde aproximadamente las 10 de la mañana hasta el día domingo a las 18 horas.
Se me informó que no debo hacer ningún pago a cuenta, y sólo debo abonar al ingresar al hotel.
Les ruego me confirmen esta reservación.

Atentamente



 
El Profesor

jueves, 14 de octubre de 2010

Paréntesis y primicia

Aunque venimos contando nuestra historia, hago un paréntesis para contar algo de la última semana que pasamos juntos y para mostrar una primicia.
Resulta que en nuestra agenda preparada para las actividades de ese feriado largo, el sábado lo teníamos reservado para ir a pasarlo a Capilla del Monte, pero sucedió que elegimos el micro equivocado en el día menos propicio, porque la ruta resultó estar atestada y a la una de la tarde hacía casi tres horas que estábamos viajando, entrando y saliendo y de todos los pueblos intermedios, por lo que era de suponer que una hora después aún íbamos a estar sentados en el micro y nos íbamos a perder lo mejor del viaje.
Cuando salimos de Huerta Grande El Profe miró hacia afuera por la ventanilla y me dijo:
–Loli, no conocemos La Cumbre.
–No, es cierto.
–Creo que es hora de conocer ese pueblo tan encantador.
–¿Cuándo?
–Hoy, ahora. Es el próximo.
–Pero ¿entonces no vamos a Capilla del Monte?
–A este paso, con suerte llegamos a las tres de la tarde... y nos tenemos que tomar el micro de vuelta, Loli –dijo.
–Mjm... –contesté, no muy convencida, pero recordé que esa noche teníamos que estar temprano de vuelta porque habíamos planeado ir a un lugar especial.
En ese momento el micro de la empresa de transportes Sarmiento Ltda. estaba entrando en La Cumbre y pasando al costado de un hermoso restaurante ubicado en un extremo de un campo de golf, dirigiéndose a la terminal.
–Dale, Loli, vamos –dijo el Profe, se levantó del asiento, me agarró de la mano y enfiló hacia la puerta pidiendo permiso, abriéndose paso entre todos los pasajeros que viajaban parados.
Así fue que nos bajamos en la terminal de micros de La Cumbre.
Me encanta esa capacidad que tiene El Profe de improvisar y en un instante transformar una situación que amenazaba ser desfavorable en uno de los mejores momentos que hemos pasado haciendo miniturismo.
La Cumbre es un pueblo hermoso y no sé porqué no lo visitamos antes.
Ni bien bajamos, y dado que justo era la Sagrada Hora de la Manduca (léase almuerzo) y como la Manduca es importante y a los dos nos hacía ruidito la panza –estábamos con el desayunito light y con un cafecito tomado en la terminal de Córdoba mientras esperábamos que saliera el micro–, empezamos a caminar por el centro, en ese hermoso día soleado, hasta que encontramos un atractivo restaurante con mesitas en la calle, donde decidimos almorzar.
Otra atinada elección de El Profe, porque nos atendieron muy bien y comimos muy rico, en una mesita con sombrilla ubicada en la vereda y, lo mejor de todo, no nos arrancaron la cabeza con los precios.
Lo único no tan bueno que pasó fue que El Profe, después de cuidar no mancharse la impecable remera celeste, tuvo un accidente y se tiró encima una considerable cantidad del vinito que había pedido, por lo que tuvo que ponerse el suéter que se había sacado para tapar la mancha.
Pero la sorpresa mayúscula de ese día me la dio mientras languidecíamos a la espera de terminar de digerir el almuerzo, sentados en esa mesita y luego de pagar la cuenta, cuando de pronto me dijo:
–Loli, ¿viste que hay competencias de bicicleta?
–Ajá... –le dije, porque había notado la cantidad de gente en bici que circulaba por la calle.
–Mirá el negocio que tenemos al lado –dijo, señalando un local contiguo al restaurante–. ¿Querés que alquilemos dos bicis?
–¿Ehhhh? –me tomó por sorpresa, lo reconozco.
–¿Qué dije, Loli? Bici, bicicletas, recorrer este encantador pueblo de montaña en bicicleta... Ahí las alquilan.
–Pero Gordi... ¿Bici? ¿Ahora? ¿Después de comer?
–Sí, ¿qué mejor momento? Hacemos la digestión con un poco de ejercicio.
–Pero... ¿Vos sabés andar en bici? –le pregunté.
–Loli, Loli, andar en bici es una de las cosas que no se olvidan una vez que las hiciste por primera vez... ¿Sabés cuál es la otra? –dijo y me regaló una de esas sonrisas pícaras que le hacen brillar los ojitos.
¡Casi me lo como! Hace unos meses, antes de empezar gimnasia, lo que menos hubiera esperado hubiera sido que El Profe tuviera la maravillosa idea de alquilar dos bicicletas, con todas las subidas y bajadas que hay en las calles de La Cumbre.
–¿Me lo decís en serio?
–Absolutamente –me contestó, sonriendo, me tomó de la mano y allá fuimos, a alquilar dos bicicletas.
Con su simpatía y con ese encanto que tiene para tratar con la gente consiguió que nos cobraran sólo el tiempo que usáramos y no las dos horas de la tarifa, de manera que después de encontrar un casco apropiado –él mismo le dijo al dueño del local que iba a necesitar uno especial, dado el diámetro de su cabeza–, nos dieron dos bicicletas con cambios de esas especiales para hacer Mountain Bike, y allá fuimos.
La verdad, me dejó con la boca abierta.
En la única cuesta que tuvo que llevar la bici en la mano, fue en la que yo también tuve que hacer lo mismo (el dueño del local, cuando nos dio el planito para guiarnos, nos había advertido de lo empinada que era esa cuesta), porque en todo el recorrido pedaleó sin cansarse y divirtiéndose como un chico.
¡Y yo que tenía miedo que derrapara y se diera un golpe!
Cuando regresamos y devolvimos las bicicletas, se reía y hasta bromeó con el señor que nos atendió y cuando estábamos por irnos, le preguntó:
–¿Sería usted tan gentil de decirme adónde se hacen los mejores helados artesanales de este encantador paraje? –El Profe conoce la debilidad que tengo por los helados de cualquier tipo.
Un rato después estábamos sentados en el patiecito de una galería abierta, cada uno con un exquisito helado artesanal y después de dar una vueltecita más a pie por el centro nos fuimos a la terminal a comprar el pasaje de vuelta para regresar a Córdoba con tiempo suficiente para ducharnos, cambiarnos y prepararnos para lo que teníamos programado para esa noche.
En síntesis, un día que por una cosa y otra amenazaba con ser un desastre se transformó en uno de los mejores momentos del último año.
Si se preguntan cuál es la primicia, acá va:



Esta es la foto que le tomé al Profe cuando estaba zampándose su plato favorito: bife de chorizo con papas fritas. Según él eso era un “Baby Beef” de tamaño considerable (¡era enorme!) y mientras lo degustaba me contó la historia del nombre y aseguró que, a su parecer, era el más exquisito que había comido en mucho tiempo. Lo acompañó con un rico vinito que le pedí probar aunque no suelo beber alcohol.
Si se detienen a mirar bien la foto, notarán que asoma la punta de un suculento plato de apetitosos y atentos ravioles –atentos, porque se dejaban comer con absoluta gentileza–, que fue lo que elegí yo y cuando me los hube zampado, también lo ayudé a terminar las papas fritas, Je Je.
¡Qué hermoso día pasamos! ¿Se dan cuenta por qué no posteamos nada desde hace una semana? Estábamos muy ocupados en nuestros asuntos. :)


 
Lolita



jueves, 7 de octubre de 2010

Diario de Lolita: Urdiendo planes


Lolita dice: Anoche... No me podía dormir...
El Profesor dice: ¿Por qué, Loli?
Lolita dice: Pensé y deseé mucho estar durmiendo con vos y poder estirar la mano debajo de las sábanas y tocar tu cuerpito desnudo y hacerte muchas caricias... Y luego acercarme a tu boca y deleitarme besándote y sintiendo ese gustito dulce de tus labios...
El Profesor dice: ¡Oh!
Lolita dice: ¿Sabés?
El Profesor dice: ¿Qué?
Lolita dice: Estoy decidida a arriesgarme con mi plan para poder pasar la noche con vos. La semana que viene quizás empiece a decirle a mi maestra que la semana próxima tengo que pedirle un favor muy importante. Espero que no se niegue…
El Profesor dice: Loli, por favor, no te metas en problemas…
Lolita dice: Yo la conozco. Pero si no, ¿En quién?
El Profesor dice: Vos la conocés, pero ¿por qué hacer eso con ella?
Lolita dice: Es el único lugar donde alguna vez fui a dormir
El Profesor dice: No sé si una persona adulta va a hacer esto, Loli
Lolita dice: Yo tampoco lo sé. Pero si no lo intento me voy a quedar con la duda. Además no le voy a decir que es para estar con vos
El Profesor dice: ¿Y qué le vas a decir?
Lolita dice: Le voy a decir que le voy a contar después, si todo sale bien. Que es algo muy importante.
El Profesor dice: ¿Y le vas a contar que estuviste durmiendo con un hombre de 57 años?
Lolita dice: No, le puedo decir que estuve con un amigo de Buenos Aires, que fuimos a bailar toda la noche... un amigo de veintitrés años. No tengo porqué contarle mi vida privada.
El Profesor dice: Creo que si vas a pedirle ayuda, lo menos que va a hacer esta mujer es pedirte que le expliques qué vas a hacer, porque ella va a tener responsabilidad ante tu padre...
Lolita dice: No sé... Quizás. Vos dejame que pruebe y después te cuento. A ver, decime…
El Profesor dice: ¿Qué, Loli?
Lolita dice: ¿No querés pasar toda la noche conmigo? ¿No querés amanecer con mis beshitos? ¿No querés que te toque y que nos quedemos hablando hasta tarde?
El Profesor dice: Mirá, como querer, quiero. Pero creo que no debés hacerlo y correr un riesgo tan grande. Las consecuencias pueden ser graves.
Lolita dice: Creo que puedo manejarlo. Vos dejame a mí. Si veo que corro riesgos, que mi maestra no quiere o cualquier cosa... lo dejamos para cuando me escape a tu casa ¿Si?
El Profesor dice: Loli... mirá, dulzura... Si vos cambiás tus hábitos de golpe, tu padre ¿crees que no se va a dar cuenta? (...) ¿Cuándo quéeee?
Lolita dice: ¿Querés que vaya?
Lolita dice: Eso es MUCHÍSIMO más riesgoso.
El Profesor dice: Lo sé. Y te digo lo mismo. Como querer, quiero. Pero no debés hacerlo.
Lolita dice: ¡Pero yo quiero dormir con vos!!!!
El Profesor dice: Pues vas a tener que aguantarte las ganas hasta los dieciocho años.
Lolita dice: No, mi amor, yo no aguanto.
El Profesor dice: Sí, Princesita. Tiene que ser así.
Lolita dice: Voy a hacer todo lo posible por conseguirlo. Ya vas a ver.
El Profesor dice: Si te digo que que vas a tener que aprender a tener paciencia, vas a tener que aprender a tener paciencia.
Lolita dice: Vos dejame que pruebe la complicidad y la amistad de mi maestra y después hablamos.
El Profesor dice: Pero Loli…
Lolita dice: Papi... ¿Vos no querés que yo duerma con vos?


Lolita





domingo, 3 de octubre de 2010

Diario de El Profesor: ¿Sincronicidad?


Lolita dice: Mi amor…
El Profesor dice: ¿Qué, Cushita?
Lolita dice: Quiero irme a vivir con vos.
El Profesor dice: No. No podés ni debés, aunque te parezca que quieras. Es lógico que te pase, pero es una ilusión, ¿sabés?
Lolita dice: Me hace falta
El Profesor dice: Loli, no podés. Además, viviste dieciséis años sin mí y…
Lolita dice: Pero ahora quiero vivir lo que me queda con vos.
El Profesor dice: No, no... Es una sensación. Tenés mucho por vivir…
Lolita dice: Por eso, con vos.
El Profesor dice: Pero yo no tengo tanta vida por delante, Princesita.
Lolita dice: No digas eso, mi amor. Ojalá vivas muchos años más para que me esperes a que crezca un poquito más así me caso con vos.
El Profesor dice: ¡Tenés tanto que hacer y vivir, Princesita!
Lolita dice: Lo sé. Papi... hermoso... dulce....
El Profesor dice: A ver: ¿Pensaste en que tal vez Dios sólo me mandó para que te haga despertar de ese mal sueño en el que estabas?
Lolita dice: Lo pensé, pero que Dios no te separe de mí ahora, eso sería un tanto perverso de su parte. Justo cuando te estoy amando tanto...
El Profesor dice: Dios no es perverso, Cushi. Sabe lo que hace mejor que nosotros, los seres humanos.
Lolita dice: Si, lo sé. Pero hasta ahora Dios no dijo que no puedo estar con vos. Hasta ahora dice que puedo
El Profesor dice: Pero dentro de unos años, Loli, quizás no pienses lo mismo. Mirá, ahora lo que te pasa es que…
Lolita dice: ¿¿¿PERO VAS A VENIIIIIIIRRRRRRRRR???
El Profesor dice: ¡Y dale…!
Lolita dice: Sí, dale. Yo quiero que vengas.
El Profesor dice: Sí, corazoncito, sí. Voy a ir.
Lolita dice: Te quiero.
El Profesor dice: Y yo a vos, princesita.
Lolita dice: ¿Me podrías llamar una vez que mi papá se vuelva a ir, a las diez?
El Profesor dice: Sipi :)
Lolita dice: Supongo que compraste tarjeta…
El Profesor dice: Sipi :)
Lolita dice: Yo te mando mensajito a tu correo que diga "Llamame", cuando él se haya ido.
El Profesor dice: Bueno... Y ahora andá cerrando porque ya son las y veinte. Puede venir en cualquier momento y no quiero que tengas un problema más.
Lolita dice: Sí, y vos andá a comer algo, que no comés en todo el día. Imaginá que estoy con vos, ¿Shi? :)
El Profesor dice: Sipi :) Besito, Loli
Lolita dice: ¡Ay, mi vida! ¡¡¡Te voy a besar tanto!!!

Ahora, cuando releo estos diálogos después de tres años, trato de recordar qué sentía en ese momento, qué me pasaba que no podía resistirme a su pedido y decirle de una vez por todas: “Bueno, Loli, mirá, en realidad no me esperes porque no voy a viajar. No está bien que un hombre de mi edad tenga una relación con una adolescente como vos y, de tenerla, no va a perdurar. Así que mejor nos ahorramos una pila enorme de problemas terminando acá”.
¿Lo pensaba? Claro que lo pensaba.
Pero claro, escuché decir por ahí que el corazón tiene razones que la razón no entiende.
Hace poco tiempo, la última vez que nos vimos, Loli me sorprendió con una de sus singulares tarjetas, de esas que elige con especial dedicación y esmero, de las que vienen a cuento.
La tarjeta tiene por título TÚ ERES MI MUNDO, TÚ ERES MI AMOR y cuando uno la abre, se encuentra con el siguiente texto:


“¿Qué hubiera pasado si no te hubiera conocido? ¿Qué estaría yo haciendo? ¿Cómo sería mi vida?
“A menudo pienso en todo esto y siempre llego a lo mismo: sin ti sería infeliz, y tendría una vida triste.
“Sé que nos conocimos por un motivo escrito en nuestros destinos: amarnos. Nuestras vidas estaban destinadas a unirse para que nuestros mundos se hicieran uno solo, lleno de felicidad.
“Doy gracias por el rumbo que tomaron nuestras vidas, al unirse para siempre
“Tú eres mi mundo, tú eres mi amor… Te amo”.

Cuando recuerdo cómo transcurrieron las cosas y leo esa tarjeta ahora, me resulta imposible admitir que nuestra historia no tenga un propósito, que sea sólo producto del azar cibernético. Y aunque a veces repito hasta el cansancio que en la vida no hay ni hubiera ni hubiese, que las cosas son como son, no puedo evitar reflexionar acerca de ese texto.
A medida que uno crece y según pasan los años, parece ser un atributo el adquirir una considerable dosis de cínico escepticismo que crece a medida que se van perdiendo los sueños y las ilusiones de la juventud. Por mi formación y por la época que me tocó vivir, admito que descreía del destino y que desde muy joven me dejé seducir por ese conjunto de doctrinas filosóficas que constituyen el voluntarismo, y creí a pie juntillas que la voluntad –esa potencia espiritual del hombre frente a la razón–, es superior al entendimiento porque su esencia es la libertad.
Pero hoy, leyendo ese significativo conjunto de palabras y evocando lo sucedido en estos tres años, me inclino más por creer que quizás sí haya un designio, una intencionalidad que no conocemos. Que el encadenamiento de los sucesos tal vez sea producto del mandato de una voluntad superior que no alcanzamos a comprender que se manifiesta mediante la sincronicidad –¡Gracias, Jung! ¿Qué sería de mi cordura sin vos?–, y que ya ha tomado una decisión respecto de nuestra existencia. La que nos lleva por un camino que ni siquiera sospechábamos que estaba ahí, vaya uno a saber desde cuándo, esperando que empezáramos a recorrerlo.


El Profesor