¡Por fin llegó el viernes!
Eso es lo primero que pienso al despertar en ese último día de la semana. No sólo porque llega el fin de semana y tengo dos largos días por delante para descansar, sino porque los viernes con mi Profe siempre organizamos algo para la nochecita que me provoca estar alegre todo el día a la espera de que llegue el momento de vernos.
Pienso en que vamos a estar juntos, en que vamos a disfrutar de un momento único y especial y eso ya es suficiente para hacer de los viernes un día tan esperado.
Por lo general nos gusta salir. Nos agrada ir al cine, cenar en lugares distintos, visitar nuestra heladería favorita y caminar por la cálida noche cordobesa tomados de la mano y conversando de tantas cosas.
Ayer, por ejemplo, decidimos cenar en un restaurante de comidas típicas que habíamos visto publicitado en varios lugares y que nos llamaba la atención.
–Mirá, Gordi, acá está la página Web.
–A ver que tienen…
–Mmm… Parece bueno. “Comidas típicas: locro, humita, tamales, empanadas, minutas, pastas…”
–Si, si, parece el lugar indicado.
–Podríamos probar, no?
–Si, y justo hoy que está fresquito nos podríamos “zampar” algo de eso, jeje.
–¡Si, dale!
Salimos de casa y un rato después habíamos llegado al centro. Caminamos unas pocas cuadras y encontramos el lugar.
Cuando entramos, algo me decía que no era lo que se publicitaba. ¡Era lo que estaba en las fotos pero al mismo tiempo parecía otro lugar! (No hay cosa que nos moleste más con el Profe que esos lugares donde las fotos muestran una cosa y al llegar, la realidad es totalmente distinta).
Para que se den una idea, la mayor parte de la gente que allí se encontraba, estaba reunida tomando mate con pan casero y manteca. (¿A esa hora? ¡Eran las nueve de la noche!).
–Eeehh… ¿Ya se puede cenar? – Preguntamos.
–Si, pasen, pasen. Ya los van a atender.
Lo cierto es que la atención tardó un poco en llegar y la comida no fue de lo mejor.
Engañados por una publicidad y el anuncio de comidas típicas, terminamos en un sitio bohemio, mal iluminado, caro, entre estudiantes de filosofía tomando mate y profesoras de facultad discutiendo cosas de la vida con cafecito de por medio. Y nosotros, ¡comiendo pollo y milanesa con papas fritas! (Ahora que lo pienso, no sé por qué habremos desistido de las comidas típicas).
No quedamos muy conformes, pero no permitimos que eso nos arruinara la noche. A veces, hasta solemos reírnos de la tragedia.
–¡Qué mal que comimos, por Dios! –Dijo entre risueño y angustiado el Profe.
–¡Nunca, nunca más volveremos! Ya sabemos para la próxima Gordi. Nada de sitios novedosos que ofrezcan comidas típicas! Jajaja.
Haciendo bromas acerca de la mala experiencia, fuimos caminando hasta el cine y nos dispusimos a disfrutar de la película.
Volvimos a casa pasada la media noche y puedo decirse que terminamos bien la jornada. : P
Así son los viernes esperados. Simples quizás, pero alegres y con esos momentos mágicos que se viven una sola vez y que quedan en el recuerdo para siempre.
Lolita.