Hoy quise escribir esta carta a todos los que nos leen, porque necesitamos saber que no estamos ofendiendo a nadie, que nuestro blog, pese a su título –trasgresor, si se lo quiere ver así–, es un rinconcito donde Lolita y yo desplegamos en palabras nuestros sentimientos más genuinos.
Hoy quiero escribir estas palabras para que todos los que nos leen sepan que con Lolita conocemos e identificamos por lo menos a cuatro seres que, como las Erinias de la mitología griega –esas perras rabiosas de la Hélade–, se empecinan en su maldad, en su soberbia y en su perversión en hacer daño. En calificar de “pornográfico” a este espacio en el cual ambos dejamos escrita nuestra historia –por atípica que sea–, con el anhelo que un día todas estas letras amontonadas se conviertan en un libro que le sirva por lo menos a un ser humano para comprender y quizás aprender un poquito de qué va eso del amor, cuánto cuesta y que es justo que así sea... porque de lo contrario, no sería amor.
Hoy quiero pedirle a nuestros lectores que dejen su opinión honesta, su parecer, lo que piensan y lo que sienten más allá de las caricias de toda cortesía. Porque hay veces que uno se cuestiona si estará haciendo lo correcto. Si no será cierto que la relación entre Lolita y yo es un imposible y que somos parte –sin darnos cuenta–, de la miseria de esta sociedad post industrial, globalizada y posmoderna, en la que parece que uno cree que vale por lo que tiene y aparenta, y no por lo que es.
Hoy quiero que todos los que nos leen sepan que ni Lolita ni yo buscamos encontrarnos. Que Dios o la vida o nuestro karma nos cruzaron los caminos sin que estuviésemos esperándolo y que las cosas fueron como fueron sin buscarlo. Sin premeditación ni especulaciones. Sin dobles intenciones. Con la espontaneidad que sólo se consigue abriéndole el corazón a un semejante sin hacerse preguntas ni buscar respuestas y sin esperar nada a cambio.
Hoy quiero que sepan que el amor que nos une, a Lolita y a mí, es como esta imagen. La de dos manos que se tienden.

Dos manos que se tienden, porque es el símbolo de esta maravillosa aventura que es vivir, la que nos dio la oportunidad de que se encontraran, aunque más no fuere por un corto trecho –¿cómo saberlo?–, para acompañar al otro iluminándole el camino y guiándolo con esas chispitas de luz, que nos permiten ver y nos enseñan no temerle a las sombras del sendero que tenemos que transitar, querámoslo o no, mientras estemos en este mundo.
Hoy necesitamos, Lolita y yo, que nos digan que sólo las mentes enfermas, enrevesadas, egoístas y ruines, pueden encontrar obscenidad donde sólo, tanto ella como yo, estamos dejando en palabras nuestra historia que es, nada más y nada menos, que una historia de amor.
Por eso hoy empeñamos nuestra palabra, Lolita y yo, de no responder ningún comentario y dejar que cada cual exprese lo que le parece... anónimos incluidos.
El Profesor