
Nuestra afinidad por la lectura, la escritura y nuestra insaciable sed de conocimientos hicieron para que el se sintiera atraído por mí y yo por él, pero al principio fue una atracción meramente intelectual, despojada de sentimiento amoroso y ni qué decir que ni atisbo tenía de sexualidad y erotismo. Pero de una forma u otra, empezamos a gustarnos mutuamente por la forma de escribir que cada uno tenía, por el modo de expresarse por los correos o por chat, en los que ambos usábamos y respetábamos mayúsculas, comas, puntos signos y todas las reglas de puntuación. ¿Extraño, eh? Sí, porque hoy en día en el ciberespacio cada cual “escribe como quiere”, y yo deploro eso.
El intercambio de correos fue en un principio referido a todo lo referido a la edición, pero luego se fueron combinando con algunas confesiones personales de mi parte y consejos (aunque El Profe dice que a él no le gusta dar consejos, dice que las suyas son apenas sugerencias), recomendaciones y algunos recuerdos privados de la suya.
Me dijo que tenía 57 años. Yo tenía 16 en ese entonces. Ahora me doy cuenta: era una locura si pretendíamos llegar a una relación de amor, pero yo debo reconocer que me enamoré de su persona, de su ternura, de su inteligencia y de su deliciosa forma de ser, desde el primer día.
Por esa época llevaba un diario que escribía casi todos los días. Antes, anotaba cosas referentes a mi vida, a mi familia, a mis experiencias en el colegio... pero nunca antes había escrito la palabra “amor” en el sentido más estricto. Pero desde que lo conocí, no hacía más que escribir acerca de él.
El 3 de agosto, a pocos días de nuestro primer correo, anoté:
Era realmente así: me pasaba el tiempo pensando en él y preguntándome si él pensaría en mí como mujer, si le había parecido linda, si tendría algún día deseos de conocerme...“Querido diario:
Me he hecho muy amiga del Profesor. Él tiene 57 años. Es el amigo más grande que he tenido hasta ahora, y el mejor.
Todos los días nos mandamos mails, pero anteayer me invitó a crearme una cuenta para poder chatear y van dos días seguidos que nos comunicamos de ese modo.
Me dice cosas muy lindas, me alienta mucho. Me alimenta la autoestima, se preocupa por mí, se interesa, y eso me gusta... es lo que yo siempre deseé que alguien hiciera conmigo.
Pienso mucho en él... no sé si estoy enamorada. Es extraño que quiera a un hombre que me lleva 41 años de diferencia... pero él me dice cosas bonitas... me llama “chiquitina”, “muchachita sorprendente” y cuando se despide me manda “un besito con bufanda, guantes y sobretodo, porque hace mucho frío”.
Hoy le dije –no, no le dije, le confesé– que lo quería.
¿Qué me pasa que no me había enamorado hasta hoy y ahora que siento algo en el corazón es por un hombre de 57 años? ¿Seré yo una adulta en un cuerpo pequeño como siempre creí?
Lo vi en una foto chiquita y él también me conoce por foto. Es lindo.
Además sé que es muy inteligente y eso me fascina”.
No alcanzó a pasar un día que ya escribí en mi diario otra vez, poniendo en palabras lo que me pasaba por el corazón. Era algo maravilloso, que nunca había experimentado. Era una sensación de locura, de mareo, de perdición, de arrebatos de pasión...
“Querido diario:A partir de ese momento me sentí atrapada y cautivada por ese hombre mayor, cuya experiencia me asombraba y que tenía una personalidad tan seductora que me llevaba a fantasear por primera vez, día y noche, con entregarme a sus caricias y encantos.
Definitivamente El Profesor me ha robado el corazón. No lo conozco y no he tratado en persona con él, pero me enamora las cosas que me dice. Nunca había sabido que podía haber tanta dulzura reunida en una sola persona. Me da mucha ternura y alegría hablar con él”.
¿Qué me pasaba?
¿Era posible que estuviera enamorándome?
Lolita