martes, 25 de agosto de 2009

En el pizarrón


Era una tardecita bastante fresquita del mes de julio. La noche anterior había sido de un “frío importante” –como lo llama El Profe–, y esa mañana también. Habíamos terminado de almorzar y volvíamos rumbo a la posada donde nos alojábamos, a disfrutar de la cama, con una siesta de un par de horas.
En el camino, pasamos por esa cafetería-restaurante alemán muy bonito, en el cual habíamos almorzado el día anterior comida típica alemana (otro día les cuento).
–Loli… –dijo El Profe.
–¿Sí, mi amor?
–¿Querés que nos sentemos a tomar un cafecito caliente? –me ofrecío.
–¡Sí! ¡Sí, dale! –Respondí de inmediato. Soy incapaz de rechazar un rico café express.
Entramos y nos ubicamos en una mesa. Hasta que un muchacho se acercó a tomarnos el pedido, me quedé observando la ambientación: era todo de madera muy fina y estaba decorado con objetos antiguos e imágenes y cuadros de viejas publicidades de Coca-Cola, cervezas de todas partes del mundo y otras bebidas y hasta fotos de recuerdo de momentos importantes del lugar, sus dueños y sus amigos, incluida la última nevada en Villa General Belgrano.
En un rinconcito, había un espacio dedicado a los niños había almohadones, juguetes de plástico y un pequeño pizarrón negro adosado a la pared.
Me quedé observando todo en silencio. Era un lugar muy bonito.
–Bebi…
–¿Sí?
–Voy al baño un minuto –me dijo–. Ya vengo.
–Sí, amor. Andá...
Cuando se fue, no tardó en venir a mi mente una idea: me levanté, fui hasta la pizarra, busqué tizas y escribí algo. Volví a mi mesa y me quedé allí, esperándolo con una sonrisita pícara.
Cuando se sentó nuevamente junto a mí, lo miré, pero no se dio cuenta de nada.
–¿Notás algo diferente en el lugar? –le pregunté.
Con la vista buscó por todos lados y cuando estaba por darse por vencido, lo vio: yo había dibujado con tiza, en el pizarrón, un gran corazón que decía “Papi te amo… Tu Princesita”. Me sonrió con ternura, se le humedecieron los ojos, me tomó las manos entre las suyas y me las besó.


En agosto, por esas cosas de la vida, volvimos de vacaciones al mismo destino turístico del mes anterior, para disfrutar de otras actividades y para conocer más a fondo el lindo pueblo serrano y para pasar unos días en el hotel más hermoso que he conocido hasta ahora en mi vida.
Una noche hermosa y estrellada, después de volver de excursión –la noche que estrené las botas que me había regalado el día anterior–, habíamos terminado de cenar y estuvimos un buen rato sentados en la plaza –la que se ve en el fondo de la primera foto–, tomados de la mano y diciéndonos cosas dulces y tiernas, mientras admirábamos el firmamento, que estremecía de tan bello. También era una noche fría, pero no tanto como en julio.
De repente el Profe me abrazó y me susurró al oído una propuesta:
–¿Te parece que vayamos a tomar algo antes de volver al hotel? No sé por qué, y aunque o suelo hacerlo, de pronto me dio el antojo de tomarme un poquito de un buen whisky. Me siento muy bien en este lugar, estando con vos y quiero celebrarlo.
–Claro, mi amor… ¿Y yo puedo tomarme un café?
–Si, Loli, todos los cafés que quieras.
–¿Y dónde vamos, Papi?
–Ahí –dijo, y señaló el bar donde habíamos tomado el cafecito en julio–. ¿Te acordás? Seguro que ahí tienen un buen whisky escocés y, con mucha suerte, un bourbon.
–¿Qué es un bourbon, Papi?
–El whisky de centeno, en vez de malta. Hay uno que se llama Jack Daniel´s que probé hace mucho, mucho tiempo y me gusta, de vez en cuando y en especial en momentos como éste.
Entramos y buscamos una mesita. Como dije, era el mismo lugar al que habíamos entrado a tomar nuestro café la tardecita fría y donde, en ese mismo viaje, nos habíamos zampado una riquísima “Tabla” de comida alemana, pero alemana en serio, como la hacen en Baviera.
En el lugar había muy poca gente. En cada mesita había una velita que le otorgaba una especial calidez al ambiente y mucho, pero mucho romanticismo al momento.
El Profe fue hasta la barra a pedir las bebidas mientras yo me sentaba en una mesa apartada de un grupo de chicas jóvenes que no dejaban de parlotear.
Cuando me di vuelta buscándolo con la mirada, porque tardaba mucho en volver, lo descubrí en el pequeño rincón de los niños, con una diminuta tiza entre los dedos y escribiendo con toda delicadeza: “Papi y Loli”, palabras que encerró en un corazón enorme y cruzó con una flecha.
Se dio cuenta que lo estaba mirando. Sonrió, y siguió haciendo su dibujo con aplicación. Cuando terminó, me miró con los ojitos brillantes y alegres que yo le conozco y volvió a la mesa, sacudiéndose el polvo de tiza de las manos, con esa expresión que me enternece: la de un niño que sabe que ha hecho una travesura.
Yo me tomé mi cafecito con espuma y bien cargado –compartimos el gusto por el café bien fuerte–, y él se tomó un Chivas de 12 años –no tenían el bourbon que él quería–, y me dio a probar un poquito... (¡Uf! ¡Era fuerte! Pero qué calorcito que te pone entre pecho y espalda, en una noche de invierno).
Como sea, esa noche aprendí que hay detalles que no se olvidan con el paso del tiempo y que tarde o temprano son devueltos. Y aunque el amor no se trata de “debe y haber” o "te doy, entonces devolveme", es gratificante para el corazón darse cuenta que esos pequeños detalles no pasan por alto.
Porque los detalles –el Profe, como lo mencioné varias veces antes, pone especial atención en los detalles–, son el mejor condimento que hace más sabroso al amor.

Para los que tengan la dicha de visitar Villa General Belgrano y les guste la comida alemana, les recomendamos ese lugar. Quizás, la huella desvaida de ese corazón dibujado por el Profe, todavía se note en la pizarra del lugar reservado para los niños.

Lolita

5 comentarios:

  1. Que linda historia.
    No hay nada mejor que un hombre guarde los detalles en su corazon y los devuelva.
    SObre todo el hombre que amas.


    Besos Loli

    ResponderEliminar
  2. Hola a los dos! hace mucho sigo su blog y me encanta pero nunca me he animado a preguntar si se puede entrar a su "rincon guarro"... Hay alguna manera???
    Gracias y sigan así

    ResponderEliminar
  3. Lisa:
    Gracias por sus palabras.

    Leila:
    Gracias por seguirnos. En cuanto ese rincón, de la misma manera que el suyo, esta restringido. La forma de entrar, debe ser la misma que la de entrar al suyo.

    El Profesor

    ResponderEliminar
  4. Solicito formalmente invitación para ese rincón... con esto alcanza??? jaja
    Que sorpresa lo de la denuncia!

    ResponderEliminar
  5. I´m Lisa:
    Gracias por su cariñito.

    Leila:
    Se puede, sí. Pero debe escribirnos, désde la cuenta de correo electrónico con la que participa en blogspot.
    Por cierto, es de cortesía, que usted hiciera lo mismo con su blog, que también tiene el acceso restringido. ¿Verdad que sí?

    Gracias por los comentarios, Lisa y Leila.

    El Profesor

    ResponderEliminar

Puedes dejar aquí tu comentario, aunque te pedimos que si lo que piensas escribir está cargado de prejuicio a causa de no haber vivido una experiencia similar a la nuestra... lo pienses dos veces.

Haremos todo lo posible para que tu comentario te sea respondido a la brevedad.

Muchas Gracias.

Lolita y El Profe