sábado, 6 de marzo de 2010

No Damar... 2

(O Tribulaciones Hoteleras Tercera Parte)

Gustavo (a) El Bobeca Mayor
A Gustavo –de ahora en adelante El Bobeca Mayor–, lo conocimos esa misma mañana. El Bobeca Mayor era el sobrino de Felicitas y Eduviges (a quien les presentaré en el próximo post) y supuesto padre de Matías –de ahora en más El Bobeca Menor, porque a simple vista parecía ser portador de la impronta del ADN defectuoso–, a quien también conoceríamos en breve, para nuestro disgusto.
Y digo “para nuestro disgusto”, porque desde el cartel de la puerta –que advertía al pasajero que debería enfrentarse a todos los padecimientos del purgatorio y del infierno de Dante si se le ocurría llevarse una toalla–, todo en el Damar, era un disgusto. ¡Qué digo un disgusto! Era un tormento, un castigo, una pesadilla.
–¡Uhhh, papi! –dijo Loli, abriendo el “ropero”. Sí: ro-pe-ro. Porque no era un placard. Era lo más parecido a un ropero de los antiguos, pero más cochambroso.


Creo que la cama, a pesar de la mediocre reproducción de un cuadro con marco de pésimo gusto y origen incierto que tenía sobre el cabezal, era lo único más o menos decente en la habitación.
–¡Paaaaaa..! –gritó Lolita, que se había ido a revisar el cuarto de baño.
–¿Qué pasa, Loli? ¿Por qué gritás así?
Se asomó en el marco de la puerta y me dijo, moviendo el dedito índice de la mano derecha en forma de ganchito.
–Vení y mirá.
A diferencia de César en las Galias, fui, vi, y me vencieron.
En ese momento me dieron ganas de ir a la recepción, pedir que me devolvieran el dinero y, si Felicitas se negaba, perpetrar lo que desde ese momento se conocería como “La Masacre del Damar”.
Paso a detallar:
a) Puerta del baño chirriante, despintada, con la madera podrida por la humedad en su parte baja.
b) Ducha con una de esas “regaderas” antiguas, bastante herrumbada.
c) Inodoro estratégicamente ubicado como para no estar cómodo (después descubriríamos que cada vez que uno oprimía el botón del depósito, se inundaba medio baño).
d) Carencia absoluta de ese ingenioso e higiénico sanitario conocido como “bidé”.
e) Lavatorio con amenaza de derrumbe en cualquier momento, en condiciones desastrosas. Si no me creen, vean:



(Se ve que en algún momento, tal como parecía, debió haberse caído y la solución fue pegarlo con "La Gotita", como si se tratara de un puzzle).
¡Un horror!
Habituados como estábamos con Loli a ir a hoteles decentes y a algunos excepcionales –téngase en cuenta que el último recuerdo de alojamiento era el Berna, de Villa General Belgrano, con todas sus comodidades–, se imaginarán cómo nos sentíamos.
–¿Y ahora qué hacemos, Papi? –preguntó Loli.
–¿Nos vamos a otro hotel?
–No creo que la señora esté dispuesta a devolverte el dinero. ¿Vos sí?
–No, no creo. Pero se lo saco a mordiscones...
–No, Gordi, tranquilo. Perá... A ver... Veamos –pasado el primer momento de desconcierto, Loli es una experta en analizar los diferentes pro y contras de las situaciones–. Las sábanas están limpias. La cama parece sólida –dijo, dio un saltito y se sentó sobre la cama que no se despatarró... (Lolita no, la cama).
–Ajá.
–El baño es un desastre, sí... Pero parece limpio.
–Mjm...
Se levantó de la cama y caminó hasta el ropero.
–Mmmm... No creo que haya polillas o cucarachas, Pa.
–Bueno, esa sí que es una buena noticia, Loli –dije, apelando a mi mejor sentido del humor, mientras sentía que mi tensión sanguínea pasaba de normal a Extra Large.
–Y de última, mi vida... Nosotros, por lo general con la camita nos arreglamos, ¿eh? –dijo, con ese gesto travieso que le hace más brillantes los ojitos.
–Mjm...
–Y además mami organizó actividades recreativas de todo tipo, así que acá adentro no vamos a estar más que para dormir y para...
–Mhhh-hh.
–Vení, Gordi –dijo, sentándose de nuevo en la cama, golpeteando con su manito sobre el colchón, indicándome el lugar donde ubicarme a su lado, y sacándose las ojotas con los piecitos, y haciendo un mohín que preanuncia momentos inolvidables.
–Es que, Loli...
–Dale, vení que mami todavía no te hizo ningún mimo. Olvidate del baño... Mirá, la cama huele a “shuaveshito”...
(...)
Casi dos horas más tarde, nos dio hambre. Como suele suceder después de las efusividades del encuentro. De manera que nos levantamos y me ofrecí voluntario para probar la ducha primero.
Para nuestra tranquilidad, no se me cayó en la cabeza. Aunque había que esperar un rato que el agua saliera caliente, una vez que uno conseguía graduar la temperatura, el chorro era copioso y aunque el agua llegaba casi hasta la puerta, no conseguía pasar el marco, con lo cual no había riesgo que se inundara toda la habitación.
Una vez duchados, cambiados y perfumados, decidimos salir corriendo para El Ruedo, a fin de reponer calorías.
Cuando llegamos a la recepción, estaba El Bobeca Mayor en el mismo lugar en el que lo habíamos dejado y en similar posición, frente al monitor de la Commodore.
Loli no tuvo tiempo a decir nada, porque antes de depositar la llave en el mostrador, le espeté:
–Buenos días, buen hombre...
(...)
Ni me miró. Como si no le estuviera hablando a él o como si se tratase de un muñeco de tamaño similar, símil ser humano.
–Señor...
–¿Ah..? ¿Eh..? ¿Ah..? –balbuceó y me miró–. ¿Sí?
–Mire usted –le dije, casi canturreando y tratando de no levantar ni medio decibel mi voz–. Hemos notado, para nuestro desasosiego, que la habitación tiene algunas deficiencias...
–¿Eh..? ¿Ah..? –obtuve, por toda respuesta.
–Sí, como le digo. Por ejemplo, el inodoro del baño, pierde.
–Ah...
–Y la pileta está rota... –le expliqué, con mi mejor tono conciliador, que conservo desde mis épocas de ejercicio de la docencia.
–¿Pierde? –preguntó.
–No... Perder, no pierde. Pero se ve que algún día se cayó y...
–Habitación... –miró la chapa, pesada como una losa de cementerio a la que estaba atada la llave, quizás para que a nadie se le ocurriera robársela–. Mjhhhh... –hizo una pausa, y hasta nos pareció escuchar el ruido a engranajes oxidados que provenía del interior de aquella caja de resonancia defectuosa o hueca. –¡Ah, sí! ¡Pero la arreglamos!
(Claro que la arreglaron, tarúpido, pero es una porquería. Podrían haber comprado una nueva), pensé.
–Ajá... Sí, es cierto. El carpintero hizo un buen trabajo –dije.
Y El Bobeca Mayor, por supuesto, no comprendió el sarcasmo. Se ve que tenía quemada la lamparita, las pilas Eveready de repuesto se le habían agotado y no producían neurotransmisores suficientes como para conseguir la sinapsis química cerebral que hace de puente entre dos neuronas.
Y además, a su equipo cerebral, le faltaban por lo menos diez de los once jugadores más el aguatero.
–Sí, la arregló bien a la pileta –dijo, tan suelto de cuerpo.
Lolita se tapó la boca con la mano, como cada vez que le cuesta reprimir una carcajada.
–Pero además, buen hombre –proseguí–, ¿sabe usted una cosa?
–No... ¿qué?
–El-cuar-to-de-ba-ño-no-tie-ne-bi-dé –expresé, silabeándole la frase como a un párvulo corto de entendederas.
–¡Ah! ¿No tiene? –dijo, como despertándose del aletargamiento cerebral en el que parecía estar sumido desde el día que llegó a este mundo, y se ve que se acordó–. No, no tiene...
–¿Cómo que no tiene?
–No, no tiene.
–Pero... ¿no le parece que debería tener uno?
–No, es cierto, no tiene –insistió en su argumento tautológico, como si el hecho que el baño de una habitación de hotel no tuviera bidé (o bidet, se puede escribir de las dos maneras) fuera lo más normal del mundo.
Y me lo dijo así, lo más campante, para después esbozar algo parecido a una sonrisa de primate.
¡Ay, Dios! Recuerdo que hacía calor afuera, calor ahí adentro y yo, por dentro estaba que hervía y que mis ojos no podían dejar de mirarle la yugular para calcular el lugar preciso donde pegarle el golpe con el canto de la mano y dejarlo seco en el acto, teniendo la certeza que nadie lo iba a extrañar, ni siquiera sus tías.
Loli, en extremo perspicaz, advirtió mi estado de ánimo. Se acercó y dijo, apoyando su mano en mi cintura y metiendo un dedito entre el cinto y la bermuda.
–Mi vida... ¿Por qué no vamos, que tenemos hambre, eh? –y dio un tironcito, como para alejarme del mostrador.
Y aunque el Mister Hyde que todos llevamos adentro quería matar, y matar con premeditación y alevosía, el Doctor Jekyll le ganó por mano y, tironeado amorosamente y con suavidad por Loli, salimos al exterior.
–¿Vos escuchaste lo que dijo? –le pregunté, sin perder del todo las ganas de volver y estrangularlo.
–Sip...
–Que no hay bidé.
–Sipi...
–Y lo dijo así como así... como si tal cosa.
–Ajap.
–Pero...
–Dale, Gordi. No te hagas mala sangre... Mirá qué lindo día... dale, vamos a El Ruedo, que me hace ruido la pancita.

Pero como cuando las circunstancias se confabulan, parecen ser peores que los opositores en el Senado llevándole la contra a la señora K, ¿a qué no imaginan que pudo haber pasado ese mediodía?
El Ruedo, estaba cerrado porque la municipalidad de La Docta estaba haciendo un arreglo en la calle.
¡Me cacho en la Ley de Murphy!

El Profesor
PD: ¿Ustedes creen que esto fue todo? No nononono, estimados bloggers amigos. Los sinsabores y aflicciones que tuvimos que padecer en ese lugar, estaban muy pero muy lejos de haberse terminado. Si quieren enterarse, to be continued.

Fotos: by Lolita


11 comentarios:

  1. y si viendo las fotos del Berna este era una pocilga xD que horribleee me muerooo
    pero bueno es una buena experiencia para saber que es mejor primero mirar la habitacion y despues pagar xD
    Besos ojala qe la hayan pasado bien igual!! (=

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  2. Mejor ponerle buena cara al mal tiempo, siempre sacaremos mejor provecho, en cuanto a la continuación, seguiremos esperando...

    buen fin de semana

    Abrazzzusss

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  3. Profe:
    Por experiencia propia se que cuando no me contestan un mail en tres días quiere decir que no es un hotel de muy buena calidad porque antes de tener a mis ositos a Gipi se le ocurrio que nos fueramos unos dias y ella eligio el hotel, por supuesto, con consecuencia de que no me devolvieran el dinero por más que ni estuve ni dos minutos en la habitación. Así que de ahora en más si el mail no es respondido, busco uno, y Gipi no tiene elección.

    Besos,
    Anjolie

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  4. Un horror!!!
    Pero debo confesar que me sacó mas de una sonrisa con el relato!!!

    Quiero saber como sigue!

    Besos a los dos!

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  5. Cami:
    Claro que el Berna era un palacio.
    Altre tempi... :(

    El Profesor

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  6. ONUBIUS:
    Ya lo quisiera ver a usted poniéndole buena cara al mal tiempo.
    En breve, el desenlace de esa pesadilla.
    Gracias por su comentario.

    El Profesor

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  7. Anjolie:

    Gracias por el tip.
    Cuando no me contesten un correo de reserva, los mando a paseo.
    Es decir que mañana mando a paseo a uno, por lo menos.
    Ocurre que me estoy dando cuenta que no siempre podemos ir al Berna. :(

    El Profesor

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  8. Pipina:
    Mejor me lo tomo con el lado bueno del humor, porque de lo contario ya me hubiera conocido... por aparecer en la portada de los diarios, con el siguiente titular: "LOCO FURIOSO MATA DE DOSCIENTOS CINCUENTA Y TRES PUÑALADAS A DOS ANCIANAS DUEÑAS DE UN HOTEL EN PLENA CIUDAD DE CÓRDOBA" ¬¬
    Y eso no estaría nada, pero nada bien.

    El Profesor

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  9. PERDONAR QUE NO VENGA TANTO PERO JODER CAMBIAROS DE HOTEL
    ABARAZOS

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  10. Buuuuuuuu...al ginal uno va a pasarla bien y termina haciendose problema por todo! Un garrón...La única vez que me pasó fue en el viaje de Egresados, donde realmente si me daban una carpa era lo mismo! Al menos no sufrí el frio..
    Pero digo...encima me imagino que no habrá sido barato, no?

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  11. el ropero!! por diosssss!! dá miedo...y el baño...esa foto dice más que mil palabras....jajaja.
    Lo bueno: La actitud de Loly!! coincido: si uno está con quien ama y la cama está limpia y no hace ruido al usarla, lo demás es accesorio!! dá bronca seguro, pero lo importante es estar con quien se ama!!
    y...me encanta villa gral belgrano y la cumbrecita...son lugares ideales para parejas enamoradas...les recomiendo mar azul, cabañas hermosas y paz como para no salir de la cama...
    besos a los dos!!

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Lolita y El Profe