domingo, 21 de febrero de 2010

Entre pecho y espalda

Esa mañana del seis de febrero, empezó de la manera en que suele despertarme Loli:

“–Papiiiiii!!!! ¡Levantate que hoy es día de excursión!
–Ñam, ñam… mmmhmm… ¿Qué hora es?
–¡Las siete y media! ¡No hay que perder ni un minuto! ¡Mirá qué hermoso sol hay afuera! ¡Hay que aprovechar el día!
–¡Ay, Dios! ¿No me dejás dormir un ratito más?”

Como era de esperar, no me dejó, porque cuando se trata de actividades recreativas, Lolita se muestra tan predispuesta a alterar los horarios, como los K a admitir que la inflación está transformándose en un problema serio.
De manera que una media hora después caminábamos por el lóbrego pasillo del hotel que desembocaba en la recepción-salón-comedor-sala-de-estar-de-uso-común-TV-con-cable, para tomar nuestro primer desayuno, y anoticiarnos que Eduviges (una de las dueñas), era más malhumorada que Felicitas (la otra dueña) y que el desayuno, haciendo juego con el resto del edificio de hospedaje, no era malo. Era peor.
Pero eso será motivo de otra entrada, de modo que pasemos a la primicia.
Como contó Lolita, ella llevaba la mochila con todo lo necesario para nuestra excursión en la mano y estaba a punto de colgársela en la espalda cuando la agarré yo.
–Yo llevo la mochilita, Loli.
–Pero Papi... ¿Vos con la mochilita? ¿Desde cuando?
–Loli, Loli... ¿tenés idea de cuántas mochilas cargué entre los trece y los dieciocho años? Dale, ayudame a colgármela.
Así las cosas, como ella contó en un post anterior, diez pasos después ambos dirigimos nuestra vista al mismo tiempo hacia la vidriera de una sandwichería, desde la cual unos tentadores emparedados de pan de miga blanco y negro parecían estar llamándonos.
–Bebi... ¿Qué vamos a almorzar, hoy? –le pregunté, conociendo de antemano la respuesta.
De manera que dos segundos después estábamos dentro del local en el que tuvimos que esperar unos diez minutos (y si no lo fueron lo parecieron), hasta que apareciera alguien para atendernos.
En realidad, había alguien. A un costado, en algo que parecía ser una cabina de teléfono, un señor estaba enfrascado en una conversación con su interlocutor del otro lado de la línea, pero nunca nos enteramos si era el paspáu del dueño o un transeúnte como nosotros que sencillamente había entrado a hacer una llamada de teléfono.
Por fin –yo estaba considerando seriamente la posibilidad de llenar la mochila con diferentes productos y hacen “ring-raje”–, cuando apareció una señorita.
–Buenassssss... Zzz...zzzz...zzz (silbidito mencionado por Lolita).
–¿Qué necesitan? –preguntó la señorita.
(Dos pasajes a Cancún, en un crucero de lujo en primera clase, con uso irrestricto de todas las instalaciones del buque, con todo pago, incluidas las diferentes boutiques y el free-shop y las visitas, comidas y otras actividades recreativas en cada puerto en que se detenga), pensé.
–Mhh-hhh... Unos sánguches –dije.
Y nos enfrascamos –la señorita y yo–, en una amable charla gastronómica acerca de la esencia salada –por definición– de la bondiola, y su variante “serrana”, a la que se le agregan condimentos como el pimentón, propios del jamón serrano (de ahí su nombre), que la mencionada despachante parecía desconocer.
Pero como el ojo es más rápido que la palabra –y una de las características de nosotros, los seres humanos, es que podemos hacer varias cosas a la vez (al menos Loli y yo podemos)–, mientras departía con la señorita y Lolita miraba para otro lado, como si no me conociera o fuera un pariente muy lejano, había advertido la presencia de varias bandejas atiborradas de confituras de distinto tipo.
Y aunque admito que no soy muy afecto a los dulces – a excepción, quizás, de las medialunas y la pastafrola–, por el rabillo del ojo advertí la presencia de una de esas tartas de hojaldre con manzana que me hacen acordar al strudel que hacía mi mamá.
De manera que –mitad por nostálgica reminiscencia y mitad porque el desayuno del establecimiento hotelero había sido más bien mezquino–, es que estiré una mano y tomé, sin más, una de aquellas estupendas masas, me dirigí hacia el mostrador con la confitura en la mano y antes que la señorita pudiera decir “¡Agua, va!”, le pegué un tarascón.
Loli, como suele suceder en esos casos, concentra su atención en cualquier objeto o situación que le permita pasar desapercibida, buscando desesperadamente la palanca.
¿Cómo qué palanca?
La palanca para que se la trague la tierra, claro.
Bien, para no desperdigarnos en el relato, y mientras Lolita pensaba “Ay, Dios, ¿ahora qué locura va a hacer?”, le dije a la señorita, con la boca bastante llena de hojaldre y manzana:
–Mhhh.... foy a shefar eshta... ¿E a fuedo shefar fueshta entde fesho y eshfalda? ¡Ñam! ¡Crunch! –dije.
Loli se tapó la boca, pero le resultó imposible contener la carcajada. Creo que le causó gracia eso de “Entre pecho y espalda”.
La vendedora me miró y, ante el hecho consumado de que ya media tarta de manzana había desaparecido en mis fauces, respondió con un tímido:
–Y... sí...
¿Qué iba a contestar la pobre dependienta? Creo que lo único que rogaba es que, al momento de pagar, yo le reconociera la tarta de manzana que estaba degustando con tanto placer.
Como estaba en un día en que mi generosidad de espíritu sale de paseo, en el momento de pagar –y mientras seguía mascando mi exquisita tarta, cuidando que ningún trozo de manzana pegajosa aterrizara sobre mi inmaculada remera celeste–, incluí en la cuenta el valor de la confitura y con un gentil saludo por mi parte y un lacónico “Chau”, de Loli, nos fuimos.



Hete aquí la prueba contundente de que no sólo estaba zampándome la tarta de hojaldre, sino que la mochilita estaba colgada de mis hombros, al mejor estilo pendejeril (y no tanto, porque ¡he visto a cada boludón cargando mochilita!), en el momento de salir del local.


Y puesto que la tarta de manzana tenía considerables dimensiones, he aquí la prueba irrefutable que, como contó Loli, no sólo iba caminando lo más campante por el Boulevard Illia con mi mochilita al hombro, sino que seguí zampándome la tarta camino de la terminal sin el menor atisbo de vergüenza, donde abordaríamos uno de esos encantadores mini-buses (PhonoBus, para ser más precisos) rumbo a los pagos de Tanti, donde nos esperaba Pekos y un hermoso día de esparcimiento y pileta.
Porque pese a lo que ha comentado nuestro seguidor Adrián, aquí –y no sólo en Córdoba, sino también en Buenos Aires... y si el pueblo es chico, peor aún–, no es común ver a un señor mayor, con aspecto juvenil, llevando de la cintura a una joven de aspecto aniñado, con mochilita, bermudas, remerita veraniega, y dando buena cuenta de una tarta de manzana en pleno centro de la ciudad.
¡Bueh! ¿Qué remedio? Como le dije a Lolita cuando me hizo notar que la gente me observaba con cierto atisbo de sorpresa:
–Loli... Mfff.. ¡Crunch! La tarta de manzana... ¡Crunch! ¿Me la pagan los que miran?
–Ji ji ji... No, Papi.
–¿Me asisten en la enfermedad... ¡Mfff! ¡Ñam! ¡Ñam!
–Jajaj... No.
–Si necesito consuelo espiritual, ¿me lo dan? ¡Ñam!
¡Mffftshshh! ¡Mffftshshh! (chupeteándome los dedos).
–Mjm... No que yo sepa.
–¿Entonces? Qué me importa lo que piensen o crean o digan, ¿eh? –le respondí, esgrimiendo un argumento del tipo retórico, pero irrebatible.

El Profesor
PD: Por razones que espero resulten entendibles, y para mantener la imagen ideal que pueden haberse hecho de nosotros (y en especial de mi persona), he recortado la foto original dejando sólo la evidencia de la mochila y la mencionada tarta de hojaldre y manzana. Lo siento por los curiosos que se mueren por saber cómo somos en la realidad.
Fotos by Lolita


17 comentarios:

  1. Papi!!!! ¡Qué gracioso todo lo que escribiste! ¡Me maté de risa con cada renglón y más aún cuando vi tus dos fotos recortadas! jajajajaja!

    Sos único, mi vida!

    Te amo,

    Tu Lolita

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  2. Mire que no soy dulcero, pero el hojaldre me puede, el Apfelstrudel con pasas y canela!

    mmmm
    abrazo

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  3. tarta de manzana que ricooo...me quede leyendo un ratito de la historia de ustedes...confesion: me encanta una peque 10 años menor q yo...solo se lo dejo dicho a ustedes q no sea tan publico...Besoss

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  4. ...Y si nosotros no le pagamos los antojos, pa qué dice que lo siente?
    Supongo que estamos aquí más que curiosos, los que entendemos su amor y deseamos que esten bien.

    Al menos yo entiendo, pero sin querer me han dejado conocerlos, y al igual que Paula,gracias por la confianza.

    Cuidense.




    En llanto inundada.

    Levania

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  5. Estaba rica? Entonces hizo muy bien hombre!

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  6. Profe:
    Tiene toda la razón, no importa lo que digan lo demás si usted lo disfruta...Siga así.
    A mi me encanta los arrolladitos vegetarianos dulces, son como tortas de hojaldre pero con semillas, son ricos.
    Ah, por cierto! FELIZ DIA DE SAN VALENTIN A LOS DOS Y A TODOS!

    Suerte,
    Anjolie

    PD: Gracias por lo que me escribio en el blog...besos

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  7. El blog se torna cada vez mas bonito, pues se habla de la vida cotidiana simplemente, imagino que ya notaron que en los post de cosas simples y sencillas no hay tantos comentarios, y es una lastima porque esas pequeñas cosas son las mejores de una relación.

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  8. jajajajajajajajajajajajjaja! muy bueno todo, en especial el detalle de la mochilita jaja

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  9. Me parece perfecto que un hombre fuerte lleve la mochila. Mi amadísimo lleva el carrito del supermercado, y yo no sé ni cuánto pesa vacío, porque a mí no me deja, y menos lleno.

    Muy linda la remera celeste.

    Saludos a los dos.

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  10. Hola a todos, esta bueno eso de subir las fotos recortadas, no se si por aquello de la panza, pero es original, aunque en la segunda presume papada jajaja, un saludo y sigan siendo felices

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  11. Gracias, Loli, corazoncito de dulce de leche :)

    Tu Profe

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  12. minombre, tusojos, levania, La Solitaria, Anjolie, Lilith, Formentera, Pipina, Marga...
    Gracias por sus comentarios.

    El Profesor

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  13. Adrián:
    Mire... No lo tome a mal (o ¡Bueh! tómelo a mal si quiere), pero he venido dándome cuenta que sus bromas -no es la primera que hace-, son tan graciosas como un infarto masivo de miocardio. ¬¬

    El Profesor

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  14. Muy divertido, pero que es eso de recortar fotos profe. Usted se debe a sus fans.

    Bsos

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  15. Lolita, profe: Gracias por pasar por mi espacio

    Sobre las fotos solo tengo un comentario: profe, tiene manos de chico de 20 años; ya se; que comentario mas extraño pero siempre me fijo en las manos

    Tengo una pregunta, que significa Pendeja o pendejeril? en Mexico es una groceria bastante fuerte, pero supongo por el contexto que no significa lo mismo o al menos no al mismo nivel.

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  16. ¡Ah! Mis manos.
    ¿Sabe Hadazul, yo también me fijo en las manos de las personas? No es tan extraño, al menos para mí.
    Bueh... ¿qué decirle? Sí, tengo manos jóvenes, delicadas,no sarmentosas pese a a la edad. Aunque quien debería hablarle de mis manos, es Loli.
    Respecto de "pendeja" y sus derivados, la connotación que el término tiene acá no es para nada igual a la de su tierra.
    Aquí significa niño, adolescente inexperiente, jovencito/a, y nadie se lo toma a mal.

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Lolita y El Profe