viernes, 26 de febrero de 2010

No Damar...

(O Tribulaciones Hoteleras Primera Parte)

–Gordi… ¡Mirá lo que encontré! –me escribió Loli en el chat, y me mandó un vínculo.
Estábamos planificando, ella desde su casa y yo desde la mía, el viaje de febrero, para celebrar juntos nuestro cumpleaños.
Hotel Damar lo invita a disfrutar plenamente de su estadía en Córdoba. Ubicado en el céntrico barrio de Nueva Córdoba, una atractiva zona donde se fusiona la riqueza histórica con el desarrollo contemporáneo, nuestro hotel le ofrece todo lo indispensable para que usted se sienta verdaderamente a gusto: calidez y un grato ambiente familiar” –decía el texto del inicio.
–¿Cambiamos de hotel? –le pregunté. Para nosotros, el Gran Hotel Victoria –sobre la peatonal 25 de Mayo–, es algo así como nuestra segunda casa. Hace mucho que somos pasajeros habituales y fuimos testigos –y nos aguantamos– todas las refacciones propias de la remodelación.
Además, para nosotros tiene una especial significación porque allí pasamos el último día de diciembre de 2008 y los primeros días del 2009, en el viaje en el cual pasamos nuestro primer fin y principio de año juntos cenando en su casa.
–Es que, Gordi… como son sólo cuatro días, podemos invertir la diferencia de precios en diversas actividades recreativas –argumentó.
Era una buena idea. Después de los viajes de octubre, noviembre, diciembre y enero, nuestra capacidad económico-financiera no era de opulencia, no estaba tan próspera como en otras oportunidades, bah.
Y es que la mudanza, los viajes y la merma de trabajo momentánea que se produce en el mes de las fiestas de fin de año, se estaba haciendo sentir.
De manera que le eché una ojeada a los precios del Hotel Damar, y la verdad que Lolita estaba en lo cierto. En cuatro días nos ahorrábamos una considerable cantidad de dinero.
Por otro lado, en la página web se asegura que “La mencionada ubicación de privilegio y la excelente atención de nuestro personal predispuesto a asesorarlo en su itinerario, se conjugan con 40 años de experiencia en el rubro, para garantizarle una agradable estadía al mejor precio de plaza”.
“Ajá –pensé–. Debe ser como era el Gran Hotel Victoria cuando empezamos a ir, un hotel tradicional que está remodelándose”.
–Ya llamé, Gordi, y hay capacidad y no hay problemas con la reserva
–dijo Loli.
De manera que tomamos la decisión y envié un correo electrónico para hacer la reserva.
Cuando leí que el “Hotel Damar es una gran oportunidad para conocer esta querida ciudad y sus pintorescos alrededores”, me sonó a argumento de promoción algo perimido, o de marketing de servicios pasado de moda, pero bueno, el Victoria también apelaba a textos de ese tipo antes de las refacciones.
Debo reconocer que el slogan (que también aparece pintado en las paredes de la entrada del edificio)
Desde toda Argentina. Las cuatro estaciones”, me desconcertó y por alguna razón me produjo una automática asociación con la obra de Vivaldi.
En la página web hay un banner con una imagen de las sierras y resulta que el hotel está en medio de la ciudad, lugar desde el cual no se ven las sierras ni con catalejo. Pero bueno, se sabe que no todos los que se dedican a armar sitios web tienen sentido común y criterio comercial.
Esperando que me respondieran el correo electrónico (que envié a la dirección de la página y a otra, de yahoo.com que figuraba allí) me puse a husmear. Entre otras cosas me informé acerca de que:
El “Damar Hotel está ubicado en Bv. Arturo Illia 518 entre las calles Balcarce y Tránsito Cáceres de Allende, a metros de la Terminal de Ómnibus” hecho que, según sus dueños, lo hace estar “Idealmente localizado”, porque además de estar a tres cuadras de la Estación Terminal de Ómnibus –lo que nos favorece a Loli y a mí, en especial el primer día ni bien arribo–, también está a tres cuadras de: a) El Parque Sarmiento (lugar al que teníamos pensado ir a cenar, hecho que consumamos); y del Museo de Ciencias Naturales, institución que no estaba en la lista de las “actividades recreativas varias” que hace Lolita en cada viaje, ya sea que yo vaya para allá o ella venga a Buenos Aires.
Claro que esa “localización ideal” lo ubica “A 5 cuadras de:
Plaza España”, y a otras tantas del Palacio Ferreyra y del Museo de Bellas Artes Emilio Caraffa, lugares que conocemos pero que no integraban nuestro periplo.
Para mayor abundamiento de los visitantes, también se informa que sólo median 7 cuadras entre el hospedaje y: a) la Iglesia Los Capuchinos (la que ya visitamos); b) el Paseo Buen Pastor (al que solemos ir, pero no en ese viaje); c) el Sanatorio Allende (lugar al que esperábamos no tener que asistir porque no sé si nuestra medicina prepaga lo tiene en la cartilla para casos de urgencia); d) la Manzana Jesuítica (nos conocemos la manzana íntegra y varias iglesias); e) la Plaza San Martín, el Cabildo Histórico (ubicado frente a la mencionada plaza remozada por la municipalidad) y la Catedral, lugares que frecuentamos habitualmente puesto que El Ruedo –uno de nuestros lugares de ingesta de “Carlitos” y lomitos al mediodía–, está ahí nomás, a unos pasos. d) El Patio Olmos, lugar casi obligado de visita, en especial por el cine. De manera tal que las mencionadas proximidades para nosotros, ni fu ni fa.
Los servicios que se ofrecen en el mencionado sitio web incluyen: habitaciones con baño privado, sábanas y toallas de algodón, servicio de limpieza, ventilador, desayuno, servicio de despertador y sala de uso común, TV con cable.

Ya volveremos sobre el particular.
También se ofrecen otros servicios adicionales, entre los cuales están el teléfono, el fax, el servicio de lavandería, el servicio de Bar las 24 horas y las cocheras, para aquellos pasajeros que conduzcan automóviles.
Pues bien y para no hacer muy larga esta primera parte, como no me contestaban el correo electrónico llamé desde Buenos Aires y el buen hombre que me atendió me aseguró que no había problemas con la reserva y que a nuestra llegada iba a estar esperándonos la habitación.
Cuando el micro estaba por entrar a la terminal, la vi a Loli, buscándome. De manera que ahí estaba yo, como cada vez, parado el primero junto a la puerta y, como viajaba sólo con una valija de mano, ni bien descendí del micro de “QUEBÚS” nos fuimos caminando en busca de un desayuno y hacer un poco de tiempo para que se hiciera la hora de ingreso.



A las nueve y minutos, del cinco de febrero del año del Señor de 2010, ingresamos por la puerta principal del Hotel Damar, cuya fachada no se condecía con la que habíamos visto y ostentaba la curiosa leyenda-slogan: “Desde toda Argentina. Las cuatro estaciones”, sin sospechar qué nos esperaba.
Se los cuento en el próximo capítulo. Ya tienen un anticipo: sobrevivimos.

El Profesor

4 comentarios:

  1. diganme si me equivoco... un hotel de mala muerte!

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  2. ¡Muy buena manera de comenzar la historia de lo que parecía ser ese hotel, papi!(Y de lo que resultó después...?
    Me hiciste reír con tu manera de describir sus "bondades" y los lugares cercanos. Jeje.

    Un besote

    Lolita

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  3. Me parece a mi o esto es una campaña para que todos estemos alteras a la hora de elegir hoteles? Jaja! Cuando deba visitar Córdoba les consulto!

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