viernes, 6 de febrero de 2009

Pañuelos blancos de seda

Cuando a Lolita se le da por ponerse traviesa, no valen las explicaciones ni las excusas, porque no entiende razones.
Hay ocasiones en las cuales se le da por jugar con pañuelos de seda.
Tiene una considerable cantidad de pañuelos de seda blancos, y sabe usarlos.





Se los pone en el cuello, se acaricia con la seda, se los pasa por el cuerpo, me guiña un ojo y me hace una seña que yo entiendo. Y ella sabe que yo sé qué es lo que quiere.
Sabe que mi inconsciente asocia blanco con virginidad. Seda con sensualidad. Roce con caricia. Pañuelo con nudo.
Cuando Lolita saca de su cajón los pañuelos blancos, quiere que juguemos a que se siente a merced de un Señor Malo que le hace cosas y ella no puede resistirse, porque está atada, y sometida a los caprichos de un desconocido que hace que pierda la sensatez y la cordura y la lleva al límite de la desmesura.
Una de las condiciones para amar a una Lolita es tener la creatividad de un niño, para jugar sus juegos.
Sí.
Quienes suponen, están en lo cierto.
Está acá, detrás de mí.
Lo único que lleva sobre la piel, es un pañuelo de seda blanco.
Ya no puedo seguir escribiendo... ella me reclama.


El Profesor

Foto: Franz Sauer

3 comentarios:

  1. Vaya fantasía te has creado con estos personajes, erotismo puro, bien redactado, sin excesos.

    Muy bien.

    Saludos a deshora.

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Lolita y El Profe