sábado, 11 de abril de 2009

Noche de pesadilla IV

Cuando bajamos del ascensor, la vi. Estaba parada del lado de adentro de la recepción del hotel. En la cara, una mueca extraña que era como esa mezcla de amargura rancia y disfrute malsano de los perversos, cuando están a punto de salirse con la suya y hacer un estropicio de esos que salen en la tapa de los diarios.
Tomé a Lolis de un brazo y la puse detrás de mí. Si tenía que ocurrir algo, que fuera conmigo, no con ella.
Acá debo hacer un paréntesis y explicar algo: yo comprendo que para una madre, ver a su hija con un hombre mayor, muy mayor, es un golpe duro. Puedo entender que una madre puede sufrir por eso, porque espera que su hija tenga una vida normal –si hay que llamarla de alguna forma–, viviendo sus etapas a su debido tiempo y con la que, se supone, es su compañía “natural”, es decir, con chicos de la propia edad.
Puedo, si me esfuerzo, hasta llegar a ponerme bastante cerca (es imposible ponerse en el lugar del otro) del lugar de madre que imagina
–aunque no lo sepa y tampoco sea así–, que un tipo grande se está aprovechando de su hija y entonces reaccione de manera espontánea y con violencia, creyendo que está defendiendo a su hija de un mal que, dada su corta edad, no tiene ni idea que pueden estar haciéndole.
Pero no es el caso de la madre de Lolita. Ése es el sutil detalle.
La madre de Lolita –y no fue desde que yo aparecí en escena–, se dedicó a estropearle de manera sistemática la vida a su hija (en realidad se la estropeó a toda la familia), con el convencimiento delirante propio de esas personas que se escudan en el fanatismo religioso para justificar cualquier barrabasada que le haga a sus semejantes.
Si esa noche hubiera sido la primera noticia que tenía de mi persona, bueno, vaya y pase. Es sensato que reaccionara así. Pero no es el caso.
Ella sabía –porque Loli, en su ingenuidad y creyendo que la madre la iba a comprender–, no sólo le había contado quien era yo, sino lo que sentía por mí. Le había hablado de mí, de la relación y hasta le había mostrado fotos, porque la madre se lo había pedido. De hecho, ya me conocía desde la noche de la fiesta de graduación.
–¡Ay! Pero ese hombre es más para mí que para vos –le había dicho, el día que Lolita le mostró la foto mía que lleva en su celular. Ella me contó que en ese momento, sintió que lo decía con envidia. Y Lolita es joven, pero eso no quiere decir que no sea perceptiva y que sea tonta. Además, conoce lo suficiente a su madre como para interpretar lo que dice y cómo lo dice.
El mes anterior –como Lolita lo mencionó en una respuesta a los comentarios–, la madre había hecho todo lo posible por estropearle la fiesta de fin de curso, haciendo que toda la familia en pleno me tratara con extrema grosería cuando los fui a saludar a la mesa del salón de fiestas, después de haberle prometido a ella que iban a recibirme y pese a que yo tomé la decisión de no cenar con ellos –como a Loli le hubiera gustado–, para no correr el menor riesgo de hacerlos sentir incómodos.
Lo que quiero significar es esto: es comprensible que toda una familia vea mal, piense y sienta que no es lo mejor para su hija que su primera relación se trate de una pareja tan “despareja”, y se oponga con tenacidad.
Pero lo que ni es comprensible y menos aún justificable, es hacerla ilusionar con promesas de actitudes de comprensión que, después, resultan ser lo contrario a lo prometido y, peor aún, llevadas a cabo con premeditación y alevosía.
Como decía, entonces, puse a Lolita detrás de mí y, sabiendo que iba a tener que ser muy duro, me acerqué resueltamente a esa mujer resentida, cruel, mesiánica e hipócrita con paso firme y sin vacilar.
–Del lado de afuera, señora –fue lo único que le dije, haciendo un gesto despectivo con mi mano, lo admito. Uno de esos gestos arrogantes con los que se espanta a los indeseables. ¿Lo hice adrede? Sí, claro. Con total conciencia de que la altivez era la única forma de tratar a una mujer tan... peligrosa.
Peligrosa, sí. Tal como lo escribo, y no me refiero a que se trata de alguien que sea capaz de ejercer violencia (aunque debo decir que me equivoqué al evaluarla), sino ese tipo de seres que se esconden debajo de una fachada de respetabilidad, de falsa piedad y de bondad, pero son capaces de clavarte un puñal por la espalda y retorcértelo para que te duela y, además, disfrutar del momento.

De un demonio escondido detrás de la máscara de una virgen. Esa es la imagen que se me aparece cuando recuerdo ese rostro y no sé por qué lo asocio con la cara de un inquisidor, convencido de que Dios le dio el poder de llevar al potro de tormentos o a la hoguera a otro ser humano para hacerlo expiar sus culpas. Claro que por lo general son tan arteros y malévolos, como cobardes. Son los que atacan por la espalda. Los que deslizan la palabra insidiosa. Los que siembran la desconfianza y cargan de culpa a sus semejantes o hacen algo siempre que tengan un auditorio al que confundir, para poder argumentar después que ellos no hicieron nada, que no son los agresores sino las víctimas.
Como esta mujer ya había tenido un cruce de palabras telefónico conmigo –al día siguiente del incidente de la fiesta de graduación de Loli–, y había comprobado que yo no era como todos aquellos a quienes podía manipular, me tenía miedo. No me agrada ni me regocija que una persona me tema, prefiero ganarme el respeto de mis semejantes. Pero con alguien así, me tranquiliza saber que me tiene el suficiente miedo como para mantenerse a prudencial distancia de mi persona y, en lo posible, no cruzarse en mi camino.
–Del lado de afuera, señora –le había dicho, y no tuve que repetirlo. Si no me había escuchado, el gesto, sumado a la expresión de mi rostro, fue por demás elocuente, porque manoteó y abrió la puerta de blindex y salió, retrocediendo hacia la vereda sobre sus pasos, sin darme la espalda y ya no tan segura de su poder. Se lo leí en los ojos.
Esa noche de diciembre, pasar del ambiente climatizado del hotel a la calle, era como recibir un halo caliente proveniente del infierno, aunque parezca exagerado. Si recurro a esta imagen, es porque fue la sensación que tuve: de buenas a primeras, haber entrado por la puerta grande en el averno.
–¿Qué pasa, mamá? –preguntó Lolita, asomándose de atrás de mi espalda.
–Vengo a llevarme a mi hija –dijo la mujer, dirigiéndose a mí.
Esa es una de las actitudes que más me enerva. La absoluta falta de respeto que tiene por la persona de su hija. Me habló a mí, como si Lolita no hubiera existido y ella no la hubiera escuchado.
No era la primera vez que lo hacía en mi presencia. Era lo que había intentado hacer por teléfono, cuando le corté el rostro y era lo que estaba acostumbrada a hacer con Lolita.
–¿Ah, sí? –le contesté, con ironía. Alguien como ella, sin idea de lo que es el sentido del humor, recibe la ironía como un cachetazo–. ¿Y por qué?
–Porque usted se la llevó...
–No, mamá. Él no me llevó, yo vine sola. Ya te lo dije.
–Es una menor y usted la está reteniendo... –empezó a argumentar.
–No, mamá. No me está reteniendo nada –insistió Lolita.
Como si no existiera, otra vez ignoraba la opinión, el deseo y las palabras de su hija, como si no se tratara de una persona, sino de un objeto.
–Es una menor y está en un hotel con un desconocido –volvió a la carga y levantando el tono de voz.
–Que yo vea, estamos en la vereda –le respondí, con una sonrisa sarcástica–. Y, que yo sepa, no le soy desconocido, al punto que estábamos por ir a cenar, y muy contenta que estaba su hija por la invitación.
–Es una menor y no sabe... –levantó dos decibeles más el tono de voz, y entonces sucedió lo que era de prever: empezaron a juntarse los curiosos.
–Pero mamá... ¿por qué hacés esto? ¿Por qué? –dijo Lolita, con la voz entrecortada. Me di cuenta que estaba esforzándose por contener el llanto.
–Usted se la llevó del acto y yo lo voy a denunciar por corruptor de menores –siguió, con su discurso mesiánico, ya fuera de sí.
–¡Mamá! ¿Qué decís? –Lolita estaba asustada. Yo lo sabía, pero no podía hacer nada más que interponerme entre ella y esa desquiciada mental que tenía delante.
–¡Y le voy a llevar las pruebas de que usted la tenía en un hotel a la policía! –siseó sus palabras inoculadas de ponzoña, antes de abrir la cartera y sacar una cámara de fotos digital, con la que me apuntó.
–¡Mamá! ¿Y vos decís que me querés? ¿Cómo podés decir que me querés y hacer esto? –en esas preguntas tan simples, tan de sentido común (si me quedaba algún rastro de duda acerca de la personalidad maníaca de esa mujer), encontré la certidumbre.
Me ha pasado en otros momentos difíciles de mi vida, que ante situaciones límite no pierdo la calma y pienso con absoluta frialdad. De modo que, en ese momento, me desplacé un poco hacia el bordillo, muy cerca de la calle, de tal manera que tenía como fondo la vereda de enfrente y no la entrada del hotel. También di dos o tres pasos hacia la mujer, que retrocedió (es loca pero no estúpida), con lo que conseguí alejarme más de la entrada. Y al mismo tiempo corrí a Lolita hacia atrás y del lado de la pared, para que sólo me enfocara a mí.
Si iba a usar las fotos como prueba, iba a aparecer la figura de un hombre solo con el fondo de una calle vacía.
En ese momento, disparó la primera foto.
Y la segunda, y la tercera, y una cuarta. No sé cuántas fotos mías sacó ni qué habrá sido de esas fotos, no me importa. Quizás, como sugirió una lectora, las usa como fetiche. El hecho es que las fotos no me inquietaban.
Lo que sí me alarmó fue lo que dijo a continuación, después de meter otra vez la mano en la cartera y sacar el teléfono celular. En ese momento caí en la cuenta del porqué de esa sonrisa mordaz, esa mueca de payaso siniestro que me regaló en el aula magna cuando se dio vuelta para mirarme.
–Y ahora, voy a llamar a la policía.

El Profesor


Foto: © José Manchado

20 comentarios:

  1. Estimado Profesor: anticipé en el capitulito anterior que esta mujer tiene intenciones non sanctas con usted, lo que no preví en mi comment anterior era tanta locura en esta enviada del demonio.
    Esta es la típica dama carente de revolcón que se enzaña con el prójimo feliz.

    ResponderEliminar
  2. que quilombo, que cagada y que hijaputez.
    yo también lo viví, hace un par de años
    y sí, fue horrible.

    me encanta leerlos y me encanta saber que son felices el uno con el otro y saber que después de esto, se unieron más.

    ResponderEliminar
  3. Si escribiese mi primer impulso en este comentario... Seria un gran insulto para la madre de Loli...

    Como dije antes, solo me alegro que hayan superado eso... Y me alegro mas todavia, que Loli no haya salido a su madre.
    Es lamentable, pero gente tan baja, y egocentrica hay en muchos lados... Y son gent que deberian hacrse tratar por tenr un problema, y no lo hacen.


    Lo siento Loli si mis palabras son fuertes... Pero le tome odio a tu madre =/

    ResponderEliminar
  4. Oh, estoy contenta de haber encontrado este blog... Besitos.

    ResponderEliminar
  5. Ay Profesor !!! Que momentos tan feos, pero con que grandeza uno los vive y recuerda cuando es por defender lo que uno vive y siente como un gran amor.
    Muchas veces en partes del relato visualize la cara de mi madre... que me ama dice, pero a veces sus actos, sus maneras ...dejan tantas dudas.
    Besos a los dos

    ResponderEliminar
  6. ...Por k me imagine a mi propia madre aki?
    por ella... bah! yo soy catolica, pero tambien racional, y se k los mas "fanaticos"y "religiosos" son los mas peligrosos.

    Perdon lolis, pero como decimos en mexico:" k poca madre " ,la de tu mama...

    abrazos.

    ResponderEliminar
  7. Esta mina hace lucir a mi ex como una santa.

    ResponderEliminar
  8. Es un relato estremcedor, tanto por parte de la madre, como vuestra situación. El amro no siempre es fácil, pero en este caso sólo se puede combatir con eso, con amor.
    Saludos desde La ventana de los sueños, blog literario.

    ResponderEliminar
  9. Ay Profe, es terrible lo que esa señora les hizo vivir.
    El momento violento, el papelón, la falta de amor al no querer escuchar y aceptar que estaba equivocada.
    Más leo y más quiero a Lolita.
    Y a usted también, es todo un caballero.

    Besos a ambos, queridos amigos!!

    ResponderEliminar
  10. Paaaaappppiiii !!!!

    ¡Mi amor! La verdad, recordar esa noche, me hace estremecer, pero cuando recuerdo la valentía con que me defendiste, la manera en que le hablaste y la actitud de hombre que tomaste... no puedo más que sentirme orgullosa de vos, mi vida.

    Te amo.


    Lolita

    ResponderEliminar
  11. Violeta Martinez Uría:
    Es como usted dice. Es de las personas que se sienten molestas viendo ser feliz al otro.
    Me molesta que sea así, pero por momentos me da lástima, porque sé lo que sufíó en su infancia.

    ODIO A MI PADRASTRO:
    ¿Vio? Es muy feo vivir una situación de esa envergadura, pero nos tocó y, por suerte, salimos bastante airosos.

    Samantha:
    ¡Qué lucidez tiene su comentario!
    Es así: debería buscar ayuda, y, sin embargo, no lo hace y hasta el día de hoy sigue desaprobándome y creyendo que la equivocada soy yo y que esa noche ella hizo lo correcto...

    Paola Quiróz:
    Y nosotros estamos contentos de tenerte como lectora!

    Cris:
    Yo comprendo que a veces es difícil ser madre y más en una decisión como la mía, pero como no es la primera vez... yo me inclino a pensar que mi mamá es una mujer destructiva, la que, de más está decir, es un ejemplar bastante común en esta sociedad...

    LEVANIA:
    Si, los que se escudan en Dios y en los Santos son los que hacen las peores cosas.

    EQ:
    ¡No me digas! ¿En serio? Es bueno que al leer mi historia encuentres un consuelo para las cosas que te hizo... al menos sabés que hay alguien peor!!!

    Anabel Botella:
    Nosotros lo combatimos con amor, con firmeza y con perseverancia... y estamos ganando.
    El amor es la fuerza más poderosa del mundo, la que todo lo puede.

    Paulita:
    Y si, tuve que sufrir bastante con mi mamá. Pero afortunadamente hoy no tengo su influencia tan cercana.
    ¡Y mañana viene otra parte aún peor!
    No, no, no. La cosa no termina ahí, porque cuando ella quiere hacer alguna maldad, la hace hasta el final...


    Mis saludos a todos los que dejaron sus comentarios.

    Y un anuncio que mi profe no aclaró en el post: ESTA HISTORIA CONTINUARÁ...

    Lolita

    ResponderEliminar
  12. Siento si mi comentario no es apropiado, pero esa mujer no quiere a nadie, ni siquiera a sí misma. Si de verdad quieres a una persona, intentas comprender sus sentimientos, sus actos, te sientas a hablar con ella y solucionas lo que te preocupas. ¿Pero actuar así? Dioses, es de ser muy mala persona (perdón Lolita, sé que es tu madre. Menos mal que salistéis más o menos bien de esta, y que ahora es una experiencia más que os ayudará como personas :) Un beso.

    ResponderEliminar
  13. Vampyrus Alice:
    Por el contrario, su comentario es el MÁS apropiado. En él ha mencionado usted uno de los aspectos de la realidad: la señora Mengana (la mamá de Loli) no se quiere a sí misma, para nada. Así le va.
    Gracias por su comentario

    El Profesor

    ResponderEliminar
  14. Debo admitir que este capítulo m heló la sangre. No puedo creer lo cruel que es esta mujerm ¿tan desquiciada puede estar? Pobre Lol, pobre de ustedes que no pueden vivir libremente su amor.

    ResponderEliminar
  15. UYY!!.. solo me ataca la curiosidad por saber cómo habra sido la vida de esa mujer para que tenga ese trato para con su hija..

    Debe sentirse muy mal.. y usar esa gran mascara para ocultar muy en el fondo a una mujer debil,sola,triste, con ganas d cariño, con falta d amor.

    pero ya está muy grande como para quitarse esa máscara.. toca sufrirla hasta q lolita tenga mayoría d edad.. falta poco..el tiempo corre rápido.

    un abrazo fraterno..(como lo aprendí de un poeta)

    ResponderEliminar
  16. Diossssss!!!
    Sé lo que es sentir miedo y no tener la fuerzas para luchar contra tu propia familia... lo que más agrada de entre todo lo malo que les pasó, es que salieron triunfantes y eso, aunque ustedes no lo saben, es un respiro de tranquilidad para mi. Existen personas tan fuertes como ustedes que salieron victoriosos.

    Besos dulces para los dos...

    ResponderEliminar
  17. Yemina M.:
    Yo he visto familias disfuncionales, pero como el caso de la de esta mujer, ninguna. Claro, puede haberlas peores. De manera que, ¿qué se puede esperar? Y lo que cuento, es sólo una parte de las cosas que le hizo a Lolita. :(

    **Za!dm!**
    No sabes hasta qué punto es cierto lo que escribes, producto de la percepción de lo que cuento. Tal cual. Claro que eso no da derecho ni justifica tanta perversión, ¿verdad?

    @angelluz:
    De esa situación sí, salimos bien. Con las consecuencias emocionales del caso para Loli, claro. ¿Somos fuertes? Sí, creo que lo somos. El amor da fuerzas.
    Pero no te hagas la ilusión de que la señora ha dejado de fastidiar después de eso. Cada vez que puede, trata de meterle los palos en la rueda a Lolita y sin medir consecuencias, involucra a sus otras dos hijas. La mayor, una hipócrita interesada y malvada como la madre y la menor, una adolescente histérica, timorata y poco confiable que no se dá cuenta que va por el peor camino: el de ser una frustrada como su madre.

    Gracias por sus comentarios, de corazón

    El Profesor

    ResponderEliminar
  18. Mamis, mamis; siempre lo hacen todo "por nuestro bien".

    Un beso Lolis, mis saludos para usted profesor.

    ResponderEliminar
  19. Que momento, Profe...
    Yo estoy viviendo una situación parecida a la de esa mamá, pero con la variante de que mi hijo de casi 18 tiene novia de 40 años y con hijos, y va a ser papá.
    Él ya contó la historia.
    Al revés de doña crucifijo, yo creo que la dama en cuestión es la mejor del mundo, y que Gab está actuando muy bien.
    Lo que sí, estamos siendo prudentes para evita que ella pueda tener despelotes en sus trabajos, por eso vamos a esperar los 18 de Gab para la convivencia, ya que el bb nace después, y tanto mi hija como la suya deberán ser muy discretas, y no comentar en la escuela, (son compañeras y muy amigas), suerte que ya terminan séptimo grado.
    Suerte que ya pasó el tiempo y ustedes pueden disfrutar de la relación.
    Marcela

    ResponderEliminar
  20. Jummm.. bueno..
    ciertamente, solo es lo que puedo intuir a travez de sus letras.. pero a mi pensar.. son deformaciones en la "mente" de una persona, que no supo ya distinguir entre el cuidar y el maltratar, entre amar y ser egoista.
    no pretendo hacer veredicto ni soy psicólogo tampoco.. pero yo pienso como Rosseau.. "el ser humano es bueno por naturaleza".. y seguro pues esa señora no supo recibir de buena manera las cosas q le pasaron en la vida.. y ya sabes lo que dicen "lo que no mata engorda".. ahh no ese no es..:-S..
    "O te mata.. o te hace más fuerte" tal vez sus vivencias a ella la han anulado como persona "buena" pero como en el catolicismo uno "se mete un mojon mental" como diria muy coloquial y groseramente mi hermano.. quedo esa "deformacion" en la "mente", del ser humano.. aunque los conductistas me matarían; pero si, todo se refleja en su conducta para ella "la mejor y mas acertada" pero para otros los que estas del otro lado de sus ojos, no lo es tan acertada, y hasta repulsiva.

    prefiero creer eso. a creer que.. es mala y está conciente de lo que le hace a su hija.. yo tengo q lidiar con algo parecido, y el temita me "toca" porque éste, es mi unico Talón de Aquiles..mi madre.

    una sonrisota para uds :D

    ResponderEliminar

Puedes dejar aquí tu comentario, aunque te pedimos que si lo que piensas escribir está cargado de prejuicio a causa de no haber vivido una experiencia similar a la nuestra... lo pienses dos veces.

Haremos todo lo posible para que tu comentario te sea respondido a la brevedad.

Muchas Gracias.

Lolita y El Profe